FAUNA
¿Por qué algunas especies en peligro de extinción son ignoradas?
Muchas especies en peligro crítico de desaparecer no reciben acciones de conservación por ser consideradas “poco carismáticas” y no logran atraer financiación. Estos animales suelen ser pequeños, menos coloridos y muy poco conocidos.
Conozcan al gremlin de Tanzania. Pero… shhhhh… Es tímida. Miren esas orejas como las de un murciélago. Y esos ojos enormes. Y esa larga cola escamosa, que termina en un llamativa escobilla. Y miren lo diminuta que es: con unos 100 gramos de peso, tiene el tamaño de una cría recién nacida de chihuahua. Sí, sé que su nombre no es, en realidad, el gremlin de Tanzania, sino el gálago enano de Rondo (Paragalago rondoensis). Pero yo prefiero “gremlin”. Por un lado, admitamos que la mayoría de nosotros, probablemente, no sepamos qué es un gálago (es un suborden de primates que incluye loris y lémures), y “gremlin” es un término más evocador. De todos modos, sea cual sea su nombre, ¿no es adorable?
Ah, ¿no se lo mencioné? Está en Peligro Crítico de extinción y, en la actualidad, nadie está ocupándose de salvarla.
No está sola. El gálago enano de Rondo, o gremlin de Tanzania, es uno de los cientos (si no miles) de especies ya identificadas por la Lista Roja de la UICN como En peligro o En peligro crítico de extinción, que no recibe ningún tipo de financiación ni acciones de conservación.
Poca ayuda para los de poco carisma
“Grandes secciones del árbol de la vida están completamente ausentes de la agenda conservacionista”, afirma Olivia Couchman, gerente del programa EDGE of Existence de la Sociedad Zoológica de Londres (ZSL, por sus siglas en inglés).
El programa EDGE, acrónimo de “evolutionarily distinct and globally endangered” (evolutivamente distintos y mundialmente en peligro de extinción), es un programa de conservación único en el sentido de que su foco en las especies no se basa en la cantidad potencial de dinero recaudado ni en los artículos escritos ni en los seguidores de Instagram garantizados, sino que su deseo es preservar, lo más posible, ramas evolutivas singulares, que están en peligro de ser cortadas.
Para ello, EDGE creó una lista de los 100 mamíferos, aves, anfibios y reptiles (y listas más cortas de corales, tiburones y rayas) pertenecientes a las especies más evolutivamente distintas y en peligro de extinción. Básicamente, las especies más singulares del mundo, por lo general, miembros únicos de una línea evolutiva, que están al borde de la extinción.
“El carisma es subjetivo y, si bien las especies EDGE no son tradicionalmente carismáticas, no hay nada parecido a estas en la Tierra; son únicas en su modo de vivir, en su apariencia y en su conducta”, explica Couchman.
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En la actualidad, no hay datos concretos sobre cuántas especies menos populares sufren la falta de financiación o asistencia conservacionista, pero se cree que son muchas. La UICN analiza las acciones de conservación tomadas por cada especie, pero utilizar 12 criterios puede hacer difícil determinar la cantidad de atención que recibe un animal en comparación con otro, en especial, masivamente. La UICN no clasifica las especies según el nivel de acción.
De todos modos, para tener una idea, el programa EDGE clasificó sus más de 400 especies potenciales en cuatro categorías de atención de conservación: muy baja, baja, media y alta.
“Nuestro programa descubrió que más del 70 % de las especies EDGE de alta prioridad estaban recibiendo una atención de conservación insuficiente —sostiene Couchman—. No hay un plan de acción para estas especies (o está muy desactualizado), y se las investiga muy poco o nada”.
Ciertamente, más de la mitad de los mamíferos EDGE reciben poca o muy poca atención, y eso ocurre con los mamíferos. Es peor para otras clases de animales. El 42% de las aves EDGE, 53% de los anfibios, 62% de los reptiles y un alto 67% de corales están clasificados como receptores de muy baja atención.
Estas cifras nos dan una idea del desequilibrio en los presupuestos de conservación, que se concentran mayormente en las especies grandes, carismáticas y tiernas, mientras que dejan desprotegidas a muchas otras especies, incluidas aquellas al borde de la extinción.
Hay una advertencia en todo esto, y no es buena: la lista EDGE solo contempla las especies que han sido evaluadas por la Lista Roja de la UICN, y esa lista no está para nada completa. En total, la Lista Roja de la UICN solo ha evaluado alrededor del 5 % de las especies descritas, y está mayormente concentrada en los taxones más carismáticos. Por ejemplo, si bien la UICN evaluó casi el 100 % de las aves del mundo y el 90 % de los mamíferos, evaluó solo el 70 % de los reptiles del mundo, el 10 % de las plantas con flores, y menos del 1 % de los insectos.
¿Quién cuenta y quién no?
No es difícil identificar las especies carismáticas. Tan solo piensen en aquellos animales con los que todos estamos familiarizados: tigres, elefantes, leones, gorilas, pandas, ballenas jorobadas, etc.
“Estas especies tienden a ser protagonistas de cuentos infantiles, son parte de nuestra crianza, aun si se encuentran en países a miles de kilómetros de distancia”, plantea Lesley Dickie, directiva del Durrell Wildlife Conservation Trust. Durrell es bien conocido en el ambiente de la conservación por su enfoque preciso en especies menos carismáticas.
No es de sorprender que los animales carismáticos tiendan a conseguir el grueso de los recursos, financiamiento y atención de conservación. Los gobiernos y los grupos conservacionistas gastan decenas de millones de dólares en elefantes, rinocerontes, pandas y una cantidad de otros pesos pesados del carisma. Eso no es algo malo para nada. Los esfuerzos de conservación han salvado cantidad de especies carismáticas no solo de la disminución de su población, sino también de la completa extinción: piensen en el bisonte europeo y en el cóndor de California. Es difícil imaginar que los tigres o los pandas sobrevivieran los últimos cien años sin estas contribuciones conservacionistas masivas.
Pero surge una pregunta: ¿por qué ellos?
“Recuerdo estar de safari una vez, y el jeep estaba repleto de personas que se trepaban por los costados para ver un león desmejorado, muy poco atractivo, mientras yo observaba, al otro lado, un imponente buitre sobre un árbol cercano —cuenta Barney Long, director general de conservación en Global Wildlife Conservation, un grupo que ha dedicado mucha financiación y recursos para la conservación de especies desconocidas—. Fue un gran ejemplo de cómo ciertas especies han quedado arraigadas en la mente de las personas”.
La iguana de Jamaica está en peligro crítico de extinción y tiene un rostro que es imposible no adorar. Los zoológicos han jugado un papel importante en el intento de conservación de la especie. Foto: Robin Moore, de GWC.
Según me comentaron los investigadores, la jerarquía de carisma no es siempre tan simple, pero sigue algunas reglas generales. Los animales más grandes, más “tiernos” y más conocidos son los que, obviamente, encabezan la lista. Por lo general, los mamíferos están primero, y luego siguen las aves. A los mamíferos terrestres les suele ir mejor que a los marinos o a los de agua dulce.
Pero, después de estos, hay un poco de mezcla. Reptiles, anfibios, peces… todos luchan por abrirse camino. Y los insectos, cuyos datos sugieren que están disminuyendo en todo el mundo, resultan ser aún más difíciles de vender.
También existen complejidades con las familias taxonómicas. Los mamíferos bien pueden recibir la mayor atención de conservación, principalmente, los grandes carnívoros y primates, pero los roedores y murciélagos reciben muy poca. Los grandes reptiles, como algunos cocodrilos, tortugas marinas y dragones de komodo, pueden recibir atención, pero las lagartijas y serpientes, en su mayor parte, quedan en la oscuridad de la falta de fondos. Los polinizadores lindos, como las mariposas y las abejas, reciben algo de fondos y de ayuda, pero ¿qué hay sobre escarabajos y moscas?
“Las ranas pequeñas y marrones no son muy populares”, comenta Couchman, resumiendo la lucha de los pequeños y monocromáticos.
La geografía también juega un papel, según la bióloga Rebecca Stirnemann, que trabaja en Samoa con varias especies de aves al borde de la extinción.
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“Los países más ricos tienen más probabilidad de financiar a sus propias especies endémicas en lugar de a especies endémicas de otros países —sostiene ella—. Pero la gran mayoría de las especies mundiales (y de las especies amenazadas) viven en los trópicos donde, por lo general, hay países más cortos de dinero que los países más ricos de zonas templadas”.
Long, del GWC, señala que uno de los grupos para el que resulta más difícil recaudar fondos es el de los roedores pequeños y mamíferos con apariencia de roedores, como las musarañas y los solenodontes.
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“Si bien son componentes esenciales del ecosistema y muchos de estos animales están amenazados y son sumamente carismáticos, es extremadamente difícil encontrar personas dispuestas a apoyar estos esfuerzos”, explica él.
Pocas personas habían oído alguna vez sobre el melomy de Bramble Cay (Melomys rubicola), un pequeño roedor, hasta que apareció en la escena mediática en el 2016. ¿Por qué? Ha sido completamente eliminado por el cambio climático.
¿Por qué tantas especies reciben tan poco?
Vale la pena preguntar: ¿por qué las especies consideradas carismáticas reciben mucha más financiación que otras especies, incluidas aquellas que pueden estar más cerca de la extinción?
Dickie, de Durrell, lo considera “una lotería”.
“Más y más especies están perdiendo ejemplares y pasan a las categorías de En peligro o en Peligro Crítico de extinción, y no hay disponibles suficientes fondos de los presupuestos nacionales para la conservación de especies —explica—. A menudo, la conservación de especies es vista como algo que debe ser financiado a través de la caridad, y no como un componente de cuidado esencial del planeta”.
La conservación y la protección ambiental en el mundo están notoriamente poco financiadas, muy por detrás de otras causas sin fines de lucro, aun cuando la crisis medioambiental sigue empeorando en todo el planeta. Por ejemplo, según Giving USA, las organizaciones benéficas que apoyan el medioambiente o los animales son las que reciben menos que cualquier categoría.
Couchman sostiene que también es una cuestión de riqueza nacional, y señala que “casi todas las especies Edge abandonadas provienen de países con ingresos medios o bajos”.
Stirnemann concuerda, y agrega que los países en desarrollo no solo aportan menos, sino que tampoco el apoyo perdura en el tiempo. “Por ejemplo, en Nueva Zelanda, el kakapo tiene un apoyo constante del Gobierno. Especies menos conocidas en países en desarrollo reciben fondos según sea necesario”.
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Eso significa que, cuando las especies menos conocidas consiguen algo de financiamiento o de atención, suele ser por un periodo corto, y luego desaparece otra vez. Incluso en esos casos, los fondos tienden a concentrarse en una investigación de base (ya que se conoce muy poco sobre las especies) y no en una acción de conservación propiamente dicha.
“Vemos que la falta de conciencia sobre la diversidad de vida que hay en la Tierra obstaculiza los esfuerzos de conservación de especies menos conocidas más que la falta de interés en conservarlas”, explica Couchman.
Agujero en los paraguas
Durante mucho tiempo, los conservacionistas han argumentado que salvar especies carismáticas también ayuda a conservar a las menos conocidas. Esto se conoce como la teoría de las especies paraguas. En otras palabras, proteger al tigre significa conservar su hábitat, lo que asegura la supervivencia de decenas de miles de otras especies que comparten ese hábitat con este.
Esto es cierto en algunos casos pero, en un mundo cada vez más fragmentado y amenazado, que enfrenta temas como el cambio climático, el comercio ilegal de vida silvestre, la polución, las especies invasivas y la acidificación de los océanos, es posible que las especies paraguas ya no puedan proteger tanto como solían hacerlo.
“Los requisitos del hábitat para las especies más grandes y carismáticas no siempre reflejan las necesidades específicas de especies microendémicas que viven en hábitats específicos dentro de un paisaje, como el pez de agua dulce o las ranas dependientes de un arroyo”, explica Couchman.
La teoría de las especies paraguas también socava el hecho de que muchas especies necesitan una acción que va más allá de la simple protección de su hábitat.
“Esto se ve más en especies donde existe un riesgo de enfermedad específica, por ejemplo, la quitridiomicosis en los anfibios… o en los casos en los que la causa de la disminución de población es un tema específico de comercio ilegal”, afirma Dickie.
También hay problemas geográficos. Algunas especies sobreviven en pequeñas áreas fragmentadas sin ninguna especie carismática que atraiga la atención o viven en islas sin ningún atractivo carismático.
“La estrategia del paraguas supone que todas las especies viven en la misma zona, necesitan los mismos recursos y sufren las mismas amenazas— plantea Stirnemann—. Pero las necesidades de conservación de distintas especies pueden variar mucho”.
Señala dos aves con las que trabaja en Samoa: el mielero mao (Gymnomyza samoensis) necesita un control de ratas en su hábitat de reproducción, mientras que la paloma manumea, pequeño dodo o paloma de pico dentado (Didunculus strigirostris), necesita el control de gatos salvajes, cerdos y ratas, así como también de una caza mejor regulada. Si bien estas dos aves habitan los mismos bosques, necesitarán estrategias diferentes para sobrevivir este siglo. Esto requerirá “financiación urgente”, según Stirnemann.
Hay muchas especies que no cuentan con animales paraguas bajo los que protegerse. ¿Qué animal grande y de colores brillantes protege al mao y al pequeño dodo? ¿Y qué hay sobre el solenodonte de La Española (Solenodon paradoxus)? ¿O la cecilia del Monte Oku (Crotaphatrema lamottei)? ¿Y el gremlin de Tanzania?
Dickie llama a la estrategia paraguas una “economía falsa” porque ignora “la complejidad de una comunidad de especies”. Hace mención a informes recientes sobre un apocalipsis de insectos: una disminución de insectos significa un derrumbe en las aves, mamíferos y flora, independientemente de si los bosques y los animales carismáticos están protegidos.
De vuelta al gremlin de Tanzania
En muchos aspectos, el gálago enano de Rondo debería conseguir más atención. Después de todo, es un primate. Es adorable. Y está al borde de la extinción. Pero la lección muestra que hasta los primates tiernos y en peligro crítico de extinción pueden perecer en el anonimato.
“Aparte de los proyectos enfocados en el hábitat, nadie está trabajando en esta especie de manera directa”, plantea Justine Gwegime. Él trabajó durante dos años (2014-2016) en la especie a través del programa EDGE.
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A pesar de ser un primate, el gálago continúa pasando inadvertido por una serie de razones: es pequeño, difícil de encontrar, y vive en varias zonas desconectadas de bosque seco.
Gwegime señala que, durante el tiempo que trabajó con la especie, el “desafío principal” fue conseguir la atención de “donadores y de otros inversionistas”.
“En la mayoría de los casos, no se daban cuenta de cómo la conservación de esta especie tendrá un impacto tangible más amplio en la sociedad”, agrega.
Gwegime afirma que, en la actualidad, algunos de los bosques permanecen “bien protegidos”, y las poblaciones en esas zonas pueden estar en aumento. “Sin embargo, me preocupan algunas áreas en las que hay un aumento de la destrucción del hábitat”, comenta.
El gálago enano de Rondo es solo uno entre miles de especies, si no más, cuya existencia está amenazada por su falta subjetiva de carisma como por cualquier otro motivo. La pregunta es ¿la conservación, que se presenta como una ciencia, debería ser un concurso de popularidad?
*Artículo tomado de: https://es.mongabay.com/2020/10/por-que-algunas-especies-en-peligro-de-extincion-son-ignoradas/