GRUPO RÍO BOGOTÁ
Un emporio de biodiversidad oculto entre la contaminación
Más de 540 especies de animales han logrado sobrevivir a uno de los ríos más contaminados del continente. Un vasto ramillete que incluye felinos, tortugas, murciélagos, nutrias y hasta aves y peces únicos en el mundo. ¿Cómo sería limpio?
El río Bogotá como escenario de vida tuvo su punto de quiebre a mediados del siglo XX. El incremento de la población en áreas cercanas a su ronda, en especial en los terruños de la denominada sabana, causó que los nuevos pobladores vieran al cuerpo de agua como un escenario ideal para descargar sus despojos.
Rápidamente, las descargas residuales y los vertimientos industriales aparecieron en el panorama, tiñendo de negro las aguas que durante la época prehispánica fueron sagradas para los muiscas. Por su parte, las basuras y escombros empezaron a sepultar de una forma voraz la biodiversidad residente de sus orillas, transformando a la denominada alma de la sabana en una cloaca nauseabunda.
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Su paso por la capital del país y el municipio de Soacha es fatal. A diario, el varón poderoso, nombre dado por los muiscas antes de la llegada de los españoles, recibe en promedio 690 toneladas de carga contaminante, entre vertimientos, residuos, grasas y arenas, una inyección tóxica que lo hace convulsionar e ingresar directo a cuidados intensivos.
Las aves son las que mandan la parada en la cuenca del río Bogotá. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.
Pero el río Bogotá va mucho más allá de los 380 kilómetros que recorre desde el páramo de Guacheneque en Villapinzón hasta la desembocadura en las aguas carmelitas del río Grande de la Magdalena en Girardot y Ricaurte. Su cuenca hidrográfica, de 589.143 hectáreas, abarca 46 municipios de Cundinamarca y a la capital, donde residen cerca de 12 millones de personas.
Aunque las actividades agropecuarias e industriales de la cuenca aportan cerca de 32 por ciento del Producto Interno Bruto nacional, en la zona han logrado sobrevivir varios ecosistemas estratégicos como páramos, bosques alto andino, andino y seco tropical, humedales, lagunas y herbazales, donde la biodiversidad manda la parada.
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Según el último ajuste del Plan de Ordenación y Manejo de la Cuenca Hidrográfica del río Bogotá (POMCA), documento elaborado en 2018 por entidades como el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible y la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR), en los territorios del río hay registros de 542 especies de fauna, un ramillete que incluye a 322 especies de aves, 76 de mamíferos, 66 de reptiles, 55 de anfibios y 23 de peces.
La cuenca del río Bogotá esconde más de 500 especies de animales, las cuales permanecen ocultas por la contaminación. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.
Reinan las aves
En 2014, el Consejo de Estado ratificó la sentencia de descontaminación del río Bogotá dada en 2004 por el Tribunal Administrativo de Cundinamarca, un hito sin precedentes en el país que le impuso 154 órdenes precisas a más de 70 entidades del orden nacional, regional y local para recuperar al río de los muiscas.
Una de ellas fue el ajuste del POMCA del río, una hoja de ruta que incluye un diagnóstico actual de la flora y fauna presente elaborado por el consorcio Huitaca. “La importancia de conocer una aproximación de la composición de biodiversidad radica en poder determinar cómo las comunidades de fauna y flora influyen en el funcionamiento de los ecosistemas, y cómo estos pueden llegar a determinar la estructura de las de las especies”, cita el documento.
Más de 59 por ciento de los registros evidenciados en la cuenca corresponde a aves, 322 especies de 54 familias y 21 órdenes en total, cifra que representa cerca de 18 por ciento de todas las especies reportadas en Colombia. Es decir que, a pesar de los fuertes golpes que ha recibido la cuenca por parte de la población humana, aún está gobernada por estos animales alados.
El colibrí chillón es una de las aves que más hace presencia en la cuenca del río Bogotá. Foto: Parque Jaime Duque.
El ramillete de la avifauna es amplio, tanto de ecosistemas terrestres y acuáticos como migratorias de la región boreal y austral del continente. Entre las especies más representativas están el pato andino, pato turrio, pava andina, zambullidor, garza real, cóndor andino, gavilán negro, águila paramuna, las tingua bogotana, pico verde, pico rojo y pico amarillo, chorlo, cuco americano, currucutú, búho rayado y campestre, colibrí, tucán, carpintero, halcón peregrino, periquito bronceado, loro orejiamarillo, sirirí, golondrina sabanera, cucarachero, mirla, azulejo real y monjita bogotana.
De los 49 recorridos realizados por los expertos en la cuenca, los municipios con mayor número de especies de aves identificadas fueron La Mesa, Ricaurte y Tocaima, territorios que hacen parte de la cuenca baja del río Bogotá. “Esto se debe a que estos territorios cuentan con una mayor área de coberturas naturales como bosque tropical”, menciona el nuevo POMCA.
Tendencias
En los humedales de Bogotá se han registrado varias especies de búhos. Foto: Fundación Humedales Bogotá.
Las aves dominantes del río Bogotá corresponden al orden de los paseriformes, en su mayoría individuos de percha. Sin embargo, la pérdida del hábitat juega en su contra: cerca del 87 por ciento de la cuenca ya está transformado o degradado por la expansión de la frontera agrícola, contaminación y construcción de centros urbanos.
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“La transformación de los ecosistemas naturales ha llevado a la extinción de algunas especies como el zambullidor andino, la pérdida de ecosistemas estratégicos como humedales y páramos, y la reducción de los bienes y servicios que ofrece la avifauna”, concluye el documento.
Más de 94 por ciento de las aves del río Bogotá son diurnas, ya que bajo los rayos del sol encuentran más alimento como insectos, invertebrados y roedores. Especies como búhos, chotacabras y guardacaminos prefieren moverse cuando la luna se adueña del cielo, aprovechando su desarrollada visión en la oscuridad para cazar ranas, sapos y serpientes.
El encuentro de los ríos Bogotá y Magdalena es crítico en términos de contaminación. Sin embargo, las aves dominan la zona. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.
“La mayoría de estas especies tiene hábitos de vida herbáceos y arbustivos. 47 especies son acuáticas, 37 usan solo el estrato herbáceo y 12 la parte arbórea, donde consumen frutos e insectos. Aves como las golondrinas usan todos los estratos, lo que las convierte en especies cosmopolitas y generalistas”.
No muchas de estas aves andan en parejas o bandadas mixtas. Prefieren la soledad para encontrar recursos de difícil acceso, como es el caso de las rapaces, búhos, martines pescadores y especies insectívoras.
La tingua bogotana es una especie endémica del altiplano cundiboyacense. Foto: Parque Jaime Duque.
De las más de 300 especies de aves en la cuenca, 10 son endémicas de Cundinamarca, es decir que no habitan en ninguna otra parte del planeta. Tal es el caso de la tingua bogotana, ave residente de los humedales del altiplano.
“También fue posible tener el registro de 98 especies migrantes, tanto del norte o el sur del continente, como aquellas que realizan movimientos locales, que representaron 30 por ciento de la avifauna registrada. Este grupo está conformado por garzas, atrapamoscas, verderón, rapaces, colibríes, andarríos, golondrina tijereta, guala cabecirroja y sirirí común”, indica la publicación.
Alados amenazados
Según los Libros rojos de aves de Colombia, 24 especies con presencia en la cuenca del río Bogotá están en alguna categoría de amenaza: 12 en peligro, cuatro en peligro crítico, cuatro vulnerables, tres casi amenazadas y una extinta: el zambullidor bogotano, que no ha vuelto a aparecer desde 1977.
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El POMCA del río Bogotá destaca varias especies como el pato negro, ave que en Colombia hace presencia en los humedales de la cordillera oriental, altiplano cundiboyacense, valles interandinos y la costa Caribe. “A pesar de ser considerada como la especie de pato más rara para el país, hoy está amenazada por la cacería excesiva y el deterioro de los humedales. En el altiplano cundiboyacense incluso podría haberse extinguido”.
La tingua moteada o pico verde es una de las más amenazadas por la pérdida de los humedales. Foto: Parque Jaime Duque.
En los humedales de la cordillera oriental, en Cundinamarca y Boyacá, habita una subespecie endémica de la tingua pico verde o moteada, un ave que ha mermado su población desde principios del siglo XX por la desaparición de los humedales.
“Alrededor del 97 por ciento de las 50.000 hectáreas de humedales que existían en la sabana de Bogotá a principios de este siglo, ya desaparecieron. En la actualidad, los pocos humedales presentan altos niveles de contaminación y fragmentación, por lo cual la tingua pico verde desapareció del humedal La Florida”, revela el documento.
El cóndor de los Andes ha mermado su población por la deforestación y la cacería. Foto: Parque Jaime Duque.
El loro orejiamarillo se distribuye en las tres cordilleras de Colombia y en el noroccidente de Ecuador, por lo que se considera casi endémica del país. Construye sus nidos en las palmas de cera, otra especie bastante afectada por ser la materia prima de los ramos de Semana Santa.
Está clasificada en peligro de extinción debido a su pequeña población de individuos maduros. Ha sufrido una considerable pérdida y fragmentación del hábitat, entre 90 y 93 por ciento de los bosques montanos en Colombia. La mortalidad acelerada de la palma de cera tiene al loro orejiamarillo en jaque.
Por su parte, 50 especies hacen parte de la convención sobre el comercio internacional de especies amenazadas de fauna y flora (CITES), como el cóndor andino, halcón peregrino y loro orejiamarillo.
22 especies son usadas por la comunidad para fines alimenticios, como pavas, patos de la familia Anatidae y el pato aguja. Otras son capturadas para convertirse en mascotas, como loras, pericos, canarios y turpiales. El cóndor andino es objeto de cacería, supuestamente por representar algún peligro para los animales domésticos.
Los pericos son capturados para ser vendidos como mascotas. Foto: Fundación Humedales Bogotá.
Los de cuatro patas
Recorridos libres por caminos, senderos y trochas, observación de huellas, heces, madrigueras y marcas, y una revisión literaria, permitió concluir que en la cuenca del río Bogotá hacen presencia 76 especies de mamíferos de 28 familias y 12 órdenes, es decir 16 por ciento de las reportadas para Colombia.
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Los órdenes con mayor número de registros corresponden a roedores (32,9 por ciento), murciélagos (21,1 por ciento), carnívoros (18,4 por ciento) y marsupiales (7,9 por ciento).
Los murciélagos son unos de los mamíferos más representativos en la cuenca del río Bogotá. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.
En este listado aparecen animales como el venado cola blanca, zorro perruno, tigrillo, perro de monte, comadreja, cusumbo, oso andino, murciélagos, armadillo, fara, zarigüeya, ratones, musaraña, conejo de monte, tapir, perezoso, hormiguero, mono aullador, mono nocturno, curí, borugo, ñeque, puerco espín y ardilla.
Cachipay y La Mesa, municipios de la cuenca baja, obtuvieron la mayor cantidad de observaciones, zonas que aún cuentan con grandes extensiones de bosque húmedo subandino que ofrecen alimento y refugio a los mamíferos.
20 especies de mamíferos se alimentan de frutas, 12 son omnívoras y 11 carnívoras. El grupo de los frugívoros está conformado por murciélagos y roedores, animales claves en la dispersión de semillas en lugares degradados.
La musaraña de Thomas ha sido registrada en el humedal La Conejera. Foto: Fundación Humedales Bogotá.
“65,7 por ciento de los mamíferos terrestres y voladores presenta hábitos nocturnos. En la cuenca del río Bogotá, el hábito más común en los mamíferos es el terrestre, con 52 por ciento, mientras que 40 por ciento presenta hábitos arbóreos. La mayoría son animales solitarios; el único momento en el que un individuo tolera la presencia de otro es durante la reproducción”.
El bosque denso, los bosques fragmentados y la vegetación secundaria, fueron los sitios donde más se registró la presencia de mamíferos, además de algunas zonas abiertas con presencia de cultivos.
El ratón patinegro, la musaraña, el ratón de campo y el puerco espín, son las cuatro especies de mamíferos endémicos de la cuenca del río Bogotá. Por su parte, sólo el murciélago ceniciento fue identificado como la única especie con comportamiento migratorio en la zona.
El oso de anteojos o andino hace presencia en las zonas más altas de la cuenca. Foto: zoológico Santa Cruz.
De las 76 especies de mamíferos, 15 cuentan con algún grado de amenaza, como vulnerables, casi amenazadas y en peligro, como el tigrillo, oso andino, pacarana, mono nocturno y puerco espín.
Para el mono nocturno, la mayor amenaza es la destrucción del hábitat para realizar cultivos. Esta especie también es capturada para hacer investigaciones médicas. En el mundo, hay menos de 1.000 individuos maduros.
El tigrillo es una especie en estado vulnerable por la caza indiscriminada del pasado para la comercialización de su piel. Sin embargo, hoy en día siguen cazándolo por ser considerado un depredador de especies domésticas y también merma su población por la deforestación.
En las zonas de climas cálidos hace presencia el tigrillo. Foto: Mauricio Sánchez.
El oso andino, endémico de los Andes tropicales, es la única especie existente de oso en América del Sur, categorizado como vulnerable por la reducción considerable del bosque y la cacería como retaliación de los campesinos por atacar al ganado. Por su parte, el tapir, que se distribuye por los Andes de Colombia hasta el extremo norte del Perú, está clasificado en peligro de extinción.
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Una de las especies que hacía mayor presencia en la cuenca del río Bogotá era la nutria neotropical, la cual migró hacia otros territorios debido a la contaminación del río y sus lagunas, ya que se quedó sin su principal alimentación: los peces y cangrejos.
Este mamífero, catalogado como vulnerable, fue captado en 2018 por las cámaras trampa de la Fundación Omacha y la CAR cerca a la desembocadura del río Bogotá, en inmediaciones del municipio de Ricaurte.
La nutria neotropical abundaba en varios territorios de la cuenca. Hoy poco se ha dejado ver. Foto: Fernando Trujillo.
El mundo anfibio
En la cuenca del río Bogotá hay potencialmente un total de 55 especies de anfibios, distribuidas en tres órdenes y 12 familias, como la rana arlequín, sapo, rana de cristal, rana marsupial, rana sabanera, salamandra y cecilia, principalmente en sitios como La Mesa, Anapoima, Viotá, Tocaima y Agua de Dios.
Estos anfibios son insectívoros, con gran apetito por los artrópodos. El sapo gigante es la única especie omnívora, la cual se alimenta de pequeños vertebrados. 29 especies de anfibios son endémicos de la cuenca del río, de los cuales 21 corresponden a la familia de los craugastóridos y seis a la de los dendrobátidos.
La rana sabanera habita en varios humedales de la cuenca media y baja del río Bogotá. Foto: Parque Jaime Duque.
La gran mayoría de estos anfibios prefiere hábitats como los bosques densos. Algunos presentan tolerancia a la perturbación antrópica y viven en gran variedad de hábitats, incluyendo zonas de uso agrícola y áreas urbanas.
Nueve especies de anfibios están en la categoría de vulnerable a la extinción, dos en peligro y siete críticamente amenazados. “Muchas de sus poblaciones están experimentando declives poblacionales por la destrucción, alteración y fragmentación de los los hábitats, al igual que la llegada de especies introducidas, el cambio climático, la radiación ultravioleta y los contaminantes químicos”, afirma el POMCA.
La rana toro es una especie exótica introducida que tiene en peligro a los otros anfibios. Foto: Pixabay.
La rana toro es el más claro ejemplo de introducción de especies, la cual llegó a Colombia en la década de los 80 promocionada por el SENA y otras instituciones en proyectos de ranicultura. “La dieta de esta rana está compuesta por varias especies de anfibios y reptiles autóctonos. Además, es responsable de la dispersión de enfermedades como el hongo Batrachochytrium dendrobatidis, uno de los responsables de muchas extinciones y disminuciones poblacionales de anfibios”.
Otra especie introducida es la trucha arcoiris, reportada en varios afluentes y embalses de la cuenca del río Bogotá, la cual disminuye la riqueza de fauna nativa y altera la producción primaria y los ciclos de los nutrientes.
Territorio reptil
66 especies de reptiles, distribuidas en tres órdenes y 17 familias, habitan en la cuenca del río Bogotá, como babillas, basilisco, lagartija, iguana, camaleón, serpiente ciega, boa, serpiente sabanera, coral y tortugas como la charapa.
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La cuenca baja vuelve a ser el mayor emporio de estos animales, con registros en municipios como Anapoima, La Mesa, Agua de Dios, Tocaima y Viotá. “24 especies son carnívoras, 23 insectívoras, una es herbívora y una omnívora. 37 son de hábitos diurnos, horas en las que realizan la termorregulación, forrajeo y actividades de apareamiento”.
La serpiente sabanera ha logrado sobrevivir en los humedales y varios municipios de la cuenca del río Bogotá. Foto: Parque Jaime Duque.
La mayoría de reptiles es terrestre, como lagartos y serpientes. La hojarasca, troncos caídos y agujeros les sirven como refugio o sitios de apareamiento. En el Libro rojo de los reptiles de Colombia aparecen animales como el lagarto Anolis inderenae en la categoría de peligro crítico de extinción, debido a la transformación total de su hábitat hacia áreas potrerizadas y los pequeños fragmentos de bosque.
La lagartija anadia de Bogotá (Anadia bogotensis) está en la categoría de vulnerable, mientras que el caimán, la iguana y la boa constrictor, están incluidas en el apéndice II de la CITES por presentar algunas amenazas.
Las tortugas charapas abundan en los territorios de clima cálido del río Bogotá. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.
Sobreviven peces
Por medio de encuestas con pescadores de la cuenca hidrográfica y algunos muestreos, Huitaca evidenció 23 especies de peces en la cuenca del río, agrupados en ocho familias y seis órdenes, como el pez capitán de la sabana, guapucha, carpa común, trucha de manantial, trucha fario, pez millón y trucha arcoíris.
“Muchas especies de peces han sido introducidas con fines productivos. Tal es el caso de la carpa común y la trucha arcoiris, que a pesar de su importancia como modelos productivos, han sido responsables de la pérdida de biodiversidad por competencia y degradación de hábitats”, anota el estudio.
El pez capitán es una especie endémica de la cuenca del río Bogotá. Foto: Universidad Manuela Beltrán.
Sin embargo, una especie de gran importancia para Colombia ha sobrevivido: el pez capitán de la sabana, el bagre de mayor tamaño de aguas frías continentales y dieta principal de los pobladores de la región.
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Pero las actividades antrópicas han llevado a altas disminuciones en las poblaciones de este pez, por lo cual está listado como una especie casi amenazada. La presencia de invasoras como la trucha, la contaminación de las aguas por los agroquímicos y pesticidas y la reintroducción a otros embalses y cuerpos hídricos, son sus mayores verdugos.
“Esta especie es de vital importancia, ya que además de ser endémica constituye una fuente de alimento para comunidades establecidas en el altiplano y una fuente de ingresos. Esta condición de amenaza se debe a la contaminación de fuentes hídricas, las construcciones, agricultura y la pesca indiscriminada en toda la región andina”, concluye el POMCA del río Bogotá.
El capitán de la sabana está altamente amenazado por la mano del hombre. Foto: Universidad Manuela Beltrán.
El verde de la cuenca
En la cuenca del río Bogotá, el ecosistema de páramo está presente en Guacheneque (justo en su nacimiento), los páramos de Guerrero, Altiplano Cundiboyacense, Chingaza, Rabanal-Río Bogotá, Sumapaz y Cruz Verde, al igual que en zonas de la laguna de Guatavita, laguna Verde y los cerros Mogua, Santuario Astorga y Peñas Blancas.
Aunque este ecosistema se caracteriza por la abundancia de lagunas y espesos colchones de musgos, la vegetación dominante es el frailejón de los géneros espeletia, espeletiopsis, libanothamnus y paramiflos, acompañado por otras plantas como cardos, carditos, helechos, árnicas, apios de monte, cachitos, orquídeas y valerianas.
Sumapaz, el páramo más grande del mundo, hace parte de la cuenca del río Bogotá. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.
Entre los árboles y arbustos típicos del páramo están romeros, chilcos, uvos de monte, mortiños, sietecueros, encenillos y chites. Las aves emblemáticas son el cóndor de los Andes y el águila de páramo.
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“El pisoteo del ganado, las quemas y la eliminación de la vegetación natural causan la compactación de estos suelos y la desaparición de los colchones de musgo, y por ende el agua de los páramos”, indica el POMCA.
Los suelos del bosque alto andino están cubiertos por musgos. En el sotobosque hay aráceas con hojas en forma acorazonada, cordoncillos, silvo, manos de oso, quinas, dulumocos y uvitos de monte, mientras que el techo del bosque lo forman las copas de los arrayanes, dragos, amarrabollos, zarros, chagualos, sietecueros y varias especies de palmas.
Los quiches decoran las zonas paramunas y del bosque alto andino. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.
Allí habitan los osos de anteojos, guaguas lobas o capoteras, venados, armadillos, perros de monte y zorros, al igual que insectos como la mariposa espejito, polillas nocturnas, abejas, avispas, escarabajos y maría palitos.
Este ecosistema predomina en sitios como la reserva forestal El Choque, la laguna de Pedro Palo, los cerros orientales, los cerros Entrenubes, La Conejera, Suba y las Mercedes, el nacimiento del río Subachoque, embalse de Neusa, cerro Manjuí, embalse del Sisga, Sesquilé, embalse San Rafael, embalse Tominé, cuchilla de Peñas Blancas y la vereda Llano Grande en Tabio.
Zonas como la laguna Peña Negra, los ríos Bahamón, Apulo, Lindo, Calandaima y Curí, la cuchilla de Peñas Blancas y de Subía, la reserva forestal Peñas Blancas y el cerro Manjuí, son gobernadas por el bosque andino, el reino por excelencia de las bromelias y orquídeas.
Los bosques alto andinos hacen presencia en la laguna de Pedro Palo, ubicada en Tena. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.
Se ubica entre los 2.800 y los 3.200 metros sobre el nivel del mar, con árboles de más de 12 metros como chilco, mora, tomate de árbol, lulo, helecho, nogal, yarumo negro, sietecueros, palma boba, curubo, borrachero, aliso, trompeto, roble, pegamosco, gaque, mano de oso, sangregado, arrayán, olivo y chilco.
En las zonas más calurosas de la cuenca, el ecosistema predominante es el bosque seco tropical, bioma que pasa por una larga estación seca y que no sobrevive en más de un millón de hectáreas en todo el país.
La vegetación del bosque seco se caracteriza por estar adaptada al déficit de agua, por lo cual cuenta con estrategias como la pérdida de hojas durante la época de sequía. Sus árboles presentan modificaciones físicas como cortezas de troncos lisas y presencia de aguijones o espinas.
Agua de Dios es uno de los municipios con mayor cantidad de bosque seco tropical. Foto: Jhon Barros.
Para el caso específico de la cuenca del río Bogotá, este bioma cubre apenas 55.134 hectáreas, es decir 9,3 por ciento de toda el área. Está presente en forma de relictos en municipios como Anolaima, Agua de Dios, Anapoima, Cachipay, El Colegio, Girardot, La Mesa, Apulo, Ricaurte, San Antonio del Tequendama, Tena y Tocaima.
Entre las especies más representativas están el cedro, mata ratón, caracolí, diomate, jobo, guanábano, vainilla, palma real, totumo, gualanday, roble amarillo, ocobo, ceiba, balso, palo de la cruz, papaya, yarumo, caucho, chaparro, orejero, siete cueros, arrayán, guadua y guásimo.
El bosque seco le brinda hogar y alimento a la taira, armadillo, ñeque, venado soche, ocelotes, mapache, chucha, zorro, rana flecha, caimán agujo, nutria de río, zarigüeya lanuda y numerosas especies de mariposas, anfibios y reptiles.
Este es un contenido periodístico de la Alianza Grupo Río Bogotá: un proyecto social y ambiental de la Fundación Coca-Cola, el Banco de Bogotá del Grupo Aval, el consorcio PTAR Salitre y la Fundación SEMANA para posicionar en la agenda nacional la importancia y potencial de la cuenca del río Bogotá y sensibilizar a los ciudadanos en torno a la recuperación y cuidado del río más importante de la sabana.