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Video: “Hija, aquí estoy y no me voy a mover de acá”. La emotiva crónica de Juan Diego Alvira con los papás de Paula Durán
Conozca los detalles y las frases más impactantes del viaje de más de 20 horas que llevó a los papás de Paula Durán a Estados Unidos para acompañarla en su convalecencia. Juan Diego Alvira viajó con ellos.
La última vez que Gloria Iraidis Camargo vio a su hija Paula Durán fue antes de que viajara a Estados Unidos con su familia en busca de un mejor futuro. Hoy, nueve meses después, se reencontraron, pero en unas circunstancias inesperadas: luego de que los médicos le pronosticaran un mes de vida por un agresivo cáncer que coincidió con el nacimiento de su tercer hijo.
El viaje fue extenuante. Comenzó con una primera parada en Miami, una espera de casi siete horas, y otro vuelo de seis horas a San Francisco, California. Después de eso viajaron a la ciudad de Concord, que es donde vive Paula con su esposo Sergio y sus tres hijos.
Iris, como le dice su familia cariñosamente, iba feliz, pero con muchos sentimientos encontrados: “Ella está en un estado de salud muy delicado. Yo sé que ella va a querer salir corriendo y pues obviamente no lo puede hacer. Pero yo sé que va a ser un choque de amor y de emociones donde Dios va a sacar toda su luz”.
Y es que la expectativa era alta. Paula estaba esperando con ansias a su mamá, según contó antes de salir para el aeropuerto.
“No, hace rato no hablo con ella, pero ella sí está muy pendiente de mi llegada. Le dice a mi otra hija que está con ella: ‘¿Ya llegó mi mamá?’. Y se duerme un ratico y se despierta: ‘¿Ya llegó mi mamá?’. Paula, venga come: ‘¡No, yo estoy esperando a mi mamá!’. Todo el tiempo es: ‘Yo estoy esperando a mi mamá'”.
Doña Iris recordó que en su momento, hace nueve meses, la separación de su hija fue muy dura e incluso relata que para Paula y para ella fue difícil en los primeros días mientras asimilaban la distancia: “De hecho fue un proceso muy duro desde el comienzo. Nos hablábamos y llorábamos mucho. Poco a poco se fue asimilando”.
Más adelante contó que el día que viajó a EE. UU., “iba con muchos sueños. Me decía: ‘Tranquila, mamá, que yo voy a hacer todo lo posible para que usted esté conmigo’. Siempre pensó en eso y desde el día que llegó allá era: ‘Mami, haga papeles’. Siempre estuvo muy ahí. Hablábamos todos los días hasta tres veces al día”.
Tenían una relación muy cercana y es por eso que la enfermedad de Paula cayó como un baldado de agua fría para todos, pues fue un proceso muy rápido. “Cuando llega esto de la nada, fue un choque muy fuerte. Las emociones, las fuerzas… Me derrumbé muchas veces. Quise creer, pero el dolor me ganaba, me arrebataba lágrimas. Pero no, conocí el amor de Dios y no, la fe sigue ahí: intacta. Y sé que Dios tiene grandes cosas para mi hija”.
La comunicación de los papás con Paula se fue haciendo más distante con el pasar de los días. De hecho, la última vez que hablaron fue el sábado pasado, es decir, cinco días antes del anhelado viaje.
“Ahora es un poquito difícil por la situación. Ella no quiere que yo la vea, ella ya no hace videollamada conmigo. Es solamente una llamadita y muy corta. Así: ‘Mamá, yo estoy bien, no te preocupes’, y ya”.
La comunicación ese día fue muy breve: “Ese día estaba muy delicada, muy débil. Le dije que si hacíamos oración y dijo: ‘Sí, mamá'. Hicimos una oración, me respondió con todo su corazón y dijo: ‘Bueno, mamá, voy a dormir’”.
Cuando arribaron a Miami, llegó el momento de pasar por migración, que es un proceso que tiene fama de ser angustiante para los viajeros. Y más para ellos, que era la primera vez que salían del país. El agente que los atendía poco o nada sabía de su historia y ellos llegaron con una visa que tenía anotaciones, pues se trataba de una circunstancia especial. Después de diez minutos pudieron pasar.
Les preguntaron de todo: “Cuánto teníamos en efectivo, a dónde íbamos, cuál es el nombre del hotel, a quién íbamos a ver, qué teníamos en Concord, que si éramos los papás, cuándo nos íbamos, todo”. Reconocieron que el paso por allí les generó nerviosismo, pero rápidamente ubicaron la aerolínea que los llevaría hasta California. “¡Bueno, un paso más! Cada vez más cerca de mi hija”.
El vuelo duró seis horas. Su teléfono celular, por momentos, se convirtió en su refugio, pues allí guarda las fotos de su hija, cuando todavía estaba sana y vigorosa.
En el avión se encontró con una compatriota que le dio ánimo y la invitó a refugiarse en Dios. “Acá todos la estamos apoyando. Usted sabe que la fe mueve montañas”, le dijo.
Sin embargo, en la medida en que se acercaban a su destino, crecían la ansiedad y los pensamientos. “Ahora nos vamos a encontrar con una Paula muy desgastada, muy débil. Es fuerte. Hay mucho dolor y mucha tristeza de ver que la vida cambia en un segundo. Que en tan poco tiempo ella estaba bien, como todos, y vean las cosas cómo están. Pero nada, hay que ser fuertes, y tenemos que seguir así, fuertes, porque así se va a poner otra vez”.
A su llegada a San Francisco, se encontró con sus nietos y con Sergio, su yerno, un encuentro que resultó muy emotivo, y después de eso emprendieron camino hacia Concord, donde Paula los esperaba. El lugar estaba decorado con bombas, con ambiente festivo. Sin embargo, no se sabía qué podía pasar una vez Iris atravesara la puerta para ver a su hija.
Los familiares decidieron que el encuentro fuera a puerta cerrada por la condición en la que está Paula. Lamentablemente, su estado de salud se deteriora con el paso de los días. Las cámaras de Juan Diego Alvira lograron captar una muy breve imagen en la que se ve a Iris arodillada al lado de la cama tomándole la mano.
Minutos después salió de la habitación, habló para la prensa y Juan Diego tuvo unos minutos para conversar con ella sobre la impresión y los sentimientos que rodearon ese primer encuentro con su hija.
“Sigo creyendo que Dios es maravilloso, perfecto. Que hizo posible que estuviera yo acá. Él nos ayudó desde que empezamos y nos seguirá ayudando”.
Juan Diego: ¿Paula fue consciente del momento de su llegada?
“Sí. Yo le dije: ‘Hola, hija’, y ella como que levantó su mirada y dijo: ‘¿Llegó mi mamá?’. Yo: ‘Sí, hija, aquí estoy y no me voy a mover de acá. Me dijo: ‘Bueno, ma’. Me dio como angustia abrazarla porque apenas estoy llegando, no sé qué toca hacer, cómo toca hacerlo. Solo nos tomamos las manos, ella me apretó las manos fuerte”.
Juan Diego: ¿qué promesa hizo usted a cambio de la salud de su hija?
“Dije que la sanación de mi hija iba a llegar hasta el último rincón del mundo. Todo el mundo lo iba a saber y que la vida de mi familia iba a cambiar con un giro de 360 grados” (sic).
Después del diálogo, Iris cargó por primera vez a su nieto Juan José, que era la personita que estaba en el vientre de Paula cuando empezaron los dolores de la enfermedad. Hoy es símbolo de vida: “Para mí en este momento lo importante es el bienestar de Paula, cualquiera que sea la decisión de Dios, y que ellos tengan lo que necesitan. Sé que no es fácil porque son tres niños. Acá la vida es muy costosa”.
El emotivo reencuentro en EE. UU.
“La vida cambia en un segundo”, reconoce Gloria Iraidis Camargo, la mamá de Paula Durán, justo antes de bajarse del avión en San Francisco, California, para visitar a su hija, a quien el 6 de enero le pronosticaron solo un mes de vida como consecuencia de un cáncer terminal.
Después de un largo viaje, su mamá la vio, la consintió y le prometió que nunca la volverá a dejar sola. Juan Diego Alvira registró cada instante de ese recorrido que se convirtió en una montaña rusa de emociones.
Unas de las frases que repitió Gloria Iraidis, o Iris, como le dicen sus familiares, era que tenía el corazón a mil y que todo estaba en las manos de Dios. Viajó con la fe intacta y con la expectativa de que ocurriera un milagro que salvara a su hija, cuyo estado de salud se ha venido deteriorando con el paso de los días.
“Yo sé que con la presencia de nosotros ella se va a mejorar y con la ayuda de Dios”, le dijo Éder Durán, el papá de Paula, a Juan Diego Alvira. Un hombre de pocas palabras, que lució muy reflexivo durante todo el trayecto.
Iris fue mucho más emotiva y expresiva en esa larga travesía para encontrarse con su hija, que empezó el jueves 19 de enero a las 3:30 a. m. y terminó este viernes 20 hacia las 2:00 a. m.
Uno de los momentos más emocionantes del viaje fue el reencuentro de Iris con sus nietas en el aeropuerto, justo después de bajarse del avión. Se dieron un abrazo largo y rápidamente terminó llena de bombas y flores. “No tengo palabras, estoy en shock. Ellas eran mi vida cuando se vinieron y tengo mi corazón a mil”, dijo con una enorme sonrisa después de nueve meses de haberse separado, cuando su hija y su familia decidieron probar suerte en Estados Unidos.
“Llegaron los refuerzos para la guerra. Vamos a donde esa mujer que nos está esperando con los brazos abiertos”, expresó Sergio Vega antes de salir del aeropuerto internacional de San Francisco rumbo a Concord, California, que es la ciudad donde tienen su casa y donde yace Paula después de que los médicos, a principios de enero, informaran que médicamente no tenían nada más que hacer.
Finalmente, llegó el momento más esperado: la llegada de Iris a la casa donde estaba Paula. “De verdad que tengo sentimientos revueltos”, dijo Iris, y no era para menos, iba a encontrarse con su hija en una condición que nunca se imaginó, pero al mismo tiempo iba a conocer a Juan José, el bebé que nació en medio de todas estas circunstancias.
En la casa había una nutrida presencia de la prensa: toda Colombia y gran parte de América Latina estaba pendiente de ese momento, esa imagen conmovedora que, por decisión de la familia, se dio a puerta cerrada.
Sin embargo, Juan Diego Alvira logró -desde afuera- un breve detalle del momento en el que Iris se arrodilla al lado de la cama, saluda a Paula y le toma la mano.