Reseña
Los vicios y placeres de la Bogotá del siglo XIX
En su más reciente libro, la historiadora y socióloga bogotana Victoria Peralta hace una radiografía de la cotidianidad de los capitalinos en el siglo XIX.

¿Cuáles eran los placeres cotidianos de los habitantes de esa ciudad aislada, pequeña, fría y estrecha que era Bogotá hace dos siglos? La historiadora y socióloga bogotana Victoria Peralta decidió responder esa pregunta en su más reciente trabajo, Bogotá. El tiempo del juego y los placeres. Siglo XIX. Su libro, publicado por Ediciones Aurora, no solo narra el quehacer diario de los capitalinos de entonces, sino que a su vez presenta todo un perfil de una sociedad tradicionalista y moralmente censurada, donde imperaban costumbres heredadas del periodo español.
El libro tiene un objetivo claro: pasar por alto tanto la historia de la violencia como la de la paz para en vez acercarse a algo al tiempo común y complejo: los juegos y los placeres que existían en esa Bogotá. Al reconstruir los diversos espacios cotidianos de los santafereños, Peralta busca resaltar la importancia de lo cotidiano en la construcción de la idea de nación. “[Es tan importante como], por ejemplo, el quehacer jurídico o el constitucional. Es en lo cotidiano donde convergen la costumbre, lo religioso, lo cultural, lo jurídico, lo económico, la educación, las relaciones de género, las relaciones entre razas y las relaciones entre clases sociales”, escribe la autora.
A su vez, Peralta hace hincapié en las festividades que interrumpían el día a día y que les permitían a los bogotanos descargar todas sus inhibiciones, momentos de celebración de carácter religioso en donde se encontraba un perfecto vínculo entre lo sagrado y lo profano. El énfasis allí está en los placeres prohibidos practicados a escondidas bajo el pretexto del matrimonio, el bautizo, la navidad u otra festividad.
Bogotá. El tiempo del juego y los placeres. Siglo XIX está dividida en tres capítulos. En el primero la autora se concentra en el lado físico de Bogotá, la demografía por sexo, su clima -predominantemente frío- y el paso del tiempo. El segundo abarca el accionar moral de la sociedad, las necesidades físicas y sociales, mientras que el tercero hace una radiografía del individuo bogotano de la época.
Luego de presentar el contexto, la escritora esboza los vicios y los gustos, los hobbies y las aficiones, pero aún más importante, los placeres de niños, adolescentes, mujeres y hombres de esa “Atenas de Suramérica”, reconocida por su cultura y gran número de intelectuales, poetas, pintores y botánicos. Al terminar la obra, el lector se encuentra con unos sujetos paradójicos: unos amantes del teatro y la ópera, de gustos refinados pero con placeres bárbaros, tratando de encajar con un modelo de sociedad europea, al mejor estilo inglés o francés.
¿Cuál es el perfil de la sociedad bogotana del siglo XIX? ¿Qué placeres perseguía y cuáles le eran permitidos? ¿Qué papel desempeñaba la mujer en el ofrecimiento de placeres? ¿Qué cambios ocurrieron durante el siglo? Estos son algunos de los interrogantes que se resuelven con el paso de las páginas. Sin embargo, la fuerza de la obra no solo está en lo sucedido en el siglo XIX. Aunque la autora no realiza puntualmente un paralelo con la sociedad de hoy, no resulta difícil evocarla constantemente, tan distinta a la del libro. Pues la historia siguió y los placeres cambiaron.
