CINE
Cine, parodia y poder: Felipe Aljure y Luis Ernesto Gómez comentan a Chaplin
A propósito de las funciones exclusivas de 'El gran dictador' que Cine Colombia proyectará esta semana, reproducimos el análisis que el escritor y cineasta Felipe Aljure y el exviceministro del interior Luis Ernesto Gómez hicieron en la pasada FilBo sobre el impacto cultural y político de la cinta y su importancia hoy en día.
Camilo Jiménez: Mi nombre es Camilo Jiménez y yo soy director de la revista ARCADIA. Felipe Aljure es un director de cine muy reconocido en este país y Luis Ernesto Gómez fue viceministro del Interior y hasta hace poco estuvo trabajando en la campaña de Humberto de la Calle. La idea de invitarlos a hablar es que vamos a hablar sobre El gran dictador, de Chaplin, especialmente sobre una parte de esa película, que es, por un lado, la parodia de Hitler y, por el otro, el discurso final de esa película, que es un discurso muy famoso que llevó a Chaplin a la fama mundial sobre todo ese momento de la posguerra. Para comenzar quiero mostrar esos apartes de la película y luego haré algunas preguntas a nuestros invitados. Esta es la Carpa Arcadia-Cine Colombia, y que Cine Colombia es la razón por la cual estamos hablando de Chaplin. Chaplin va a estar en las salas de cine durante las próximas semanas en el marco del ciclo Chaplin que trajo Cine Colombia al país.
(Proyección de la parodia del discurso de Hitler en ‘El gran dictador‘)
Camilo Jiménez: Quiero preguntarle en un primer momento a Felipe: ¿usted recuerda cuándo fue la primera vez que vio este discurso? ¿Qué sintió, o qué pensó? Y si no recuerda la primera, cuéntenos en general qué lo hace sentir este momento de la película.
Felipe Aljure: La primera vez que lo vi con juicio fue en la escuela de cine en Londres, en el años ochenta o setenta, aproximadamente en el 79. Esta es una película muy importante por muchos aspectos, creo que mucho más por el humanista y por el político que por los cinematográficos, que también son muy importantes. El humanista y el político los describe en una protesta en un momento en el que no era tan claro que el mundo quisiera protestar contra Hitler. Esta película se empezó a planear antes de la primera invasión, la de Polonia; en ese momento Hitler no había ingresado a Polonia. Se empezó a grabar en esas fechas, un par de semanas antes, o después. Estuvo vetada en muchos países porque querían mantener al régimen alemán poco ofendido. Tiene ese aspecto valiente: en el político, porque es la primera gran película de sátira política, que de hecho se burla de una película anterior en la que el aparato de propaganda nazi con Leni Riefenstahl llamada hizo un documental que se llamaba El triunfo de la voluntad. En el tema cinematográfico porque vemos una cantidad de transiciones entre el cine sonoro y el slapstick del cine mudo.
Camilo Jiménez: Y en su caso, Luis Ernesto, ¿recuerda cuándo estaba cuando vio por primera vez la película y ese discurso?
Luis Ernesto Gómez: Estaba en Berlín estudiando Historia y Economía, creo que era una parte obligada de la formación en Alemania ver El gran dictador, y verla obviamente en su dimensión histórica, como lo plantea Felipe. Hoy es una sátira que no tiene un gran peligro, pero en el momento en que salió a la luz pública evidentemente fue desafiar un régimen excesivamente poderoso, que es el régimen alemán, donde lo más conveniente era mantener una política como lo habían hecho los británicos durante mucho tiempo, los franceses… Cuando ya se toma, en cuestión de semanas o meses, tres países europeos, evidentemente aparece esta película y estos discursos que son una sátira del régimen nazi y que ponen en riesgo la misma vida de Chaplin, quien termina abandonando el continente por cuenta de esa posición política. Es muy memorable e importante hablar de esto en el marco de una campaña electoral colombiana en la que la retórica está teniendo una importancia muy grande. Si algo caracterizó el periodo nazi, si algo caracterizó el fascismo (tanto el italiano como el alemán) es la construcción de grandes narrativas, de grandes relatos de nación, de grandes relatos épicos, evidentemente, de grandes relatos de país y división, y con esa construcción de relatos se movilizaban cantidades enormes de personas. Prácticamente, en el ejercicio de la política, esto estaba en desuso. En las elecciones presidenciales no se veía hace mucho tiempo grandes manifestaciones como las que estamos viendo en uno de los candidatos, que está convocando y llenado plazas. En la época de Galán la gente salía a las plazas porque alguien cogía un micrófono y empezaba a convocar incluso en los horarios en los que muchos salían del trabajo, y, en un periodo en el que el entretenimiento era limitado, incluso la televisión, era entretenido simplemente salir del trabajo e ir a escuchar a un tipo que se iba a echar un discurso en el marco de una campaña, seguirlo y llenar una plaza; que es lo que está haciendo hoy, por ejemplo, el candidato Petro. Hoy de alguna manera la suerte de las dos campañas que están punteando en las encuestas, un poco lo que dejó la consulta del 11 de marzo, son dos grandes discursos de país que están absorbiendo y cautivando el interés de los colombianos. Por eso creo importante hablar de discursos, de retórica, de estos mensajes, en el marco de estas campañas electorales.
J. Ya pasamos si quieren a hablar de esto, del valor que estos discursos pueden tener hoy. Pero volvamos un poco de la época. Quiero preguntarle a Felipe específicamente desde el ojo del cineasta, ¿esto es un aporte en qué sentido al cine, no solo de la época, sino al cine en general? ¿Qué decisiones debe tomar un director (en este caso Chaplin es el mismo director de su película) para poder llegar a un punto culmen de un género. Esta película, desde varios puntos de vista, es un referente importante para el cine mudo, por un lado, porque este hombre empieza a hablar de un momento a otro; para el cine de la época, por el tema que toca; pero también desde la elaboración seguramente para el cineasta también. Quiero preguntarle por el valor que esa película tuvo en ese momento y cómo ese valor hasta hoy quizás se mantiene vigente.
A. Eso tiene una cantidad de capas que uno puede descascarar e irlas pensando. Por ejemplo, Chaplin es un personaje que nació en el cine mudo, es decir, su gran caracterización del mendigo, de Charles, como le dicen en inglés, del Charlot que representó en muchas películas, nació en el cine mudo, y su gran valor era la actuación cinética, la actuación corporal, entonces se basaba mucho en gifs del slapstick, entonces se caía. La cosa corporal era muy importante, y eso hacía que el cine estuviera acompañado de planos más amplios para ver la corporalidad de este personaje. Obviamente a Chaplin le “golpea” mucho el paso al cine sonoro y se resiste; históricamente es conocida su resistencia al cine sonoro y la palabra en donde está obligado a pararse, a detenerse, y la cámara está obligada a acercarse y a mirarle el detalle, como vimos ahora en el discurso, como cuando se pone a “slapstickiar”, por verbalizar de alguna manera y echarse agua en los pantalones y hacer esa clase de “payasadas”, por decirlo de alguna manera. Esta es una película que, pese a hacer de los años cuarenta su estreno, se empezó a filmar en el 39, antes del comienzo de la guerra, y si la comparamos con la época muda, que oficialmente moriría o nacería la sonora en 1926 o 1927 con el cantante de jazz (no sé si las fechas sean esas pero estarían muy cerca), claramente aquí estamos trece años más tarde, y trece años más tarde todavía está pataleando Chaplin y llega una película que le permite tener un personaje que sin la voz sería muy difícil satirizar. Por ejemplo si colocamos este discurso en la época muda todo este “slashhcking schack” y la “alemanización” ridiculizada desde la sátira actoral slapstick; si le quitamos los manotazos en donde corta el sonido y los manotazos en donde entra el sonido, obviamente sin ese aporte del sonido sincrónico la película pierde. Si nos vamos al otro personaje que duplica a este, que de hecho acaba sustituyendo a este (que es el barbero amnésico que ha peleado en la Primera Guerra Mundial y que sobrevive en el gueto porque ha salvado a un jefe nazi que maneja el gueto, y que lo protege pese a ser judío), ese personaje se resiste a hablar y solamente habla al final, cuando le toca hacer este discurso. Es decir, se mueve en el slapstick cuando le toca hacer este discurso.
El discurso final, es altamente humanista en inglés, y cuando está suplantando a este personaje la pelea entre los dos Hitler, o los dos Chaplin, llega a su punto final y triunfa el humanista, triunfa Chaplin. Él le dice a los soldados, en vez de todo esto que está diciendo en el discurso el dictador (que desde el título es una sátira; El gran dictador ya contiene una sátira, porque no hay grandes dictadores, hay dictadores), entonces al final, en ese cierre, vemos que él se vuelve al humanismo y le dice a sus soldados (que no son los de él sino los de Hitler que suplanta) que mueran las máquinas, la obediencia, la guerra, el hecho de herirse; y que viva el ser humano, el humanismo la solidaridad y todas estas cosas que ya oiremos. Este es un discurso que en muchos planos (en el actoral, y en el verbal, y en el movimiento) tienen esa intersección de esos dos momentos del cine. Hay un momento en el que está el barbero brillándole la cabeza a un calvo y entra una niña y dice: “aquí está él, pero le está brillando la cabeza a un calvo”, y vemos la reacción en off, sin ni siquiera ver a la persona; sin el recurso del cine sonoro, esas son narraciones que no se habrían podido llevar a cabo en ese momento, y menos sin el cine de Chaplin. Sin embargo, cuando llega Mussolini (no me acuerdo cómo se llama el personaje), no lo recibe en un discurso verbal sino que recurre al slapstick, entonces muestra tropezones, el tren se pasa, tira la alfombra más cerca, la mueven hacia otro lado, luego él se resbala, y allí claramente vuelve a las épocas anteriores del advenimiento del cine sonoro.
El interés y lo importante de esta película es que claramente es la primera película sonora de cine sincrónico que hace Chaplin, pero también su lucha interna y su lucha artística por no abandonar su personaje de Charlot. Aunque hay un gran debate sobre el barbero es Charlot o no, para mí claramente lo es, y se resiste y quiere hacer de alguna manera esa resistencia.
J. Ya vamos a ver el otro discurso, pero antes quiero preguntarle a Luis Ernesto algo, ya que Felipe habla de discursos justamente en la política, finalmente cuando se hace una carrera en la política, parte de esa carrera se ha apalancado casi que forzosamente, porque así funciona la política en todo el planeta, en construir un discurso. Lo hemos visto en redes sociales, en el Congreso, en entrevistas en televisión. Cuando usted ve este discurso de Chaplin, que claramente es una burla a cierto tipo de discurso, tengo dos preguntas: una, ¿le parece que está imitando bien a un político (en este caso a un dictador demagogo, etc.) y dos, ¿qué lección saca usted al ver esa burla, esa parodia?
E. G. El discurso y la burla con un mal alemán, con palabrejas del alemán como “salchicha, patata” y otras palabras que medio aprendería para construir este discurso y después sintetizarlo en los comentarios, evidentemente es una extraordinaria parodia del sinsentido de muchos de los discursos reales de Adolf Hitler; discursos de odio que además tenían unos motivos muy recurrentes, unos motivos absolutamente retóricos, con una construcción perfecta de retórica pero sin una propuesta distinta a controvertir al otro, a crear un enemiga y a una narrativa que se repite con mucha frecuencia en la política en lo que llaman storytelling y es: toda buena historia necesita un héroe, necesita un villano, necesita una víctima y necesita una resolución con la cual impulsar a las personas. Un ejemplo de esto es lo que pasó con la campaña del año 2000 del presidente Bush: en ese momento, a pesar de que el presidente Clinton tenía unos altos índices de popularidad, de que su vicepresidente iba a ser el candidato y que como vimos ganó el voto popular, la construcción de ese storytelling tenía que crear un villano. Crearon de villano a Bill Clinton, que encarnaba el deterioro de los valores éticos norteamericanos (a pesar de que ese fue un relato construido), y por supuesto necesitaban un héroe, un hombre del común que pudiera rescatar esos valores que se habían perdido, y la resolución de una familia norteamericana que también los rescatara. Vemos a ese mismo hombre, con esa capacidad de construir historias sencillas que la gente entiende, construyendo una historia totalmente distinta en 2004.
Cuando el villano es Osama bin Laden la resolución es defender a Estados Unidos del peligro externo que se vio en evidencia el 11 de septiembre, y por supuesto el héroe que debe sacar a la nación adelante es él. Lo que vale la pena entender de esa parodia es que, efectivamente, los discursos políticos, aquellos que hacen buen uso del storytelling, de la construcción de historias sencillas para simplificar en exceso la realidad, para incluso idiotizarla, volverla panfletaria y vender, los vivimos acá en Colombia cuando plantearon en su momento en torno a la implementación del plebiscito se simplificó al máximo el discurso, generar una idea de que se estaba entregando al país, una ficción enorme de que nos estábamos convirtiendo como Venezuela, y es una idea ficticia, una buena ficción que caló y que tiene aún a muchos electores pensando que Colombia en realidad está en riesgo de volverse como Venezuela, aunque ningún indicador medianamente objetivo podría sustentar semejante ficción. Evidentemente esa parodia está muy conectada con lo que vemos hoy: grandes discursos, grandes relatos, de villanos y de héroes, y la resolución de un país supuestamente para evitar volverse como Venezuela o de un país de volver al pasado del uribismo, entonces viene muy a lugar este tipo de reflexiones hoy en día.
J. Claramente su actualidad también tiene que ver con que hoy seguimos viviendo en un contexto político en el cual el grito vale más que el argumento, en el cual las propuestas populistas tienen incluso más apoyo que la vía de construir las ideas entre todos y hablar. A raíz de esto quiero que veamos el segundo discurso y que lo analicemos a profundidad porque hay un cambio absoluto en su mensaje siendo el mismo autor, el mismo personaje y la misma película, propongo entonces que lo escuchemos.
Proyección del segundo discurso: “Lo siento, pero no quiero ser emperador. Ese no es asunto mío. No quiero gobernar ni conquistar a nadie. Quisiera ayudar a todos, a judíos, gentiles, negros y blancos. Todos queremos ayudar, los seres humanos somos así. Vivir para la felicidad y no para la miseria ajena. No queremos odiar ni despreciar. Hay sitio para todos. La buena tierra es rica y puede proveer a todos. El camino de la vida puede ser libre y bello, pero lo hemos perdido. La codicia ha envenenado las almas, ha levantado barreras de odio, nos ha llevado a la miseria y a la matanza. Hemos progresado con facilidad y nos hemos encerrado dentro. Las máquinas nos han dejado en la necesidad. La ciencia nos ha hecho cínicos; la inteligencia, duros. Pensamos demasiado, sentimos muy poco. Más que máquinas, necesitamos humanidad. Más que inteligencia, necesitamos dulzura y bondad. Sin estas cualidades, la vida será violenta, todo se perderá. El avión y la radio nos han acercado. Estos inventos claman por la bondad humana; claman por la fraternidad universal, la unidad. Ahora mismo, mi voz llega a millones de seres; millones de hombres, mujeres y niños desesperados, víctimas de un sistema que hace torturar y encarcelar a gentes inocentes. A los que no me oigan, les digo: no desesperéis. La desgracia que vivimos es la pasajera codicia, la amargura de hombres que temen el camino del progreso. El odio pasará, los dictadores morirán, y el poder que quitaron al pueblo volverá al pueblo. Y mientras mueran los hombres, la libertad nunca perecerá. ¡Soldados! No os entreguéis a las bestias, que os desprecian, os esclavizan, rigen vuestras vidas, os dicen qué hacer, pensar y sentir, os mandan, hambrean, tratan como a ganado y carne de cañón. No os entreguéis a hombres inhumanos, hombres máquina, con mentes y corazones de máquina. ¡No sois máquinas! ¡No sois ganado! ¡Sois hombres! ¡Lleváis amor en vuestros corazones! ¡No odiáis! ¡Solo los odiados y los inhumanos odian! ¡No luchéis por la esclavitud sino por la libertad! San Lucas escribe: ‘El reino de Dios está en el hombre’. No en un hombre o un grupo, sino en todos, ¡en vosotros! Vosotros, el pueblo, tenéis el poder. El poder de crear máquinas, de crear felicidad. El poder de hacer que esta vida sea libre y bella, que sea una maravillosa aventura. En nombre de la democracia, usemos ese poder. Unámonos todos, luchemos por un mundo nuevo. Un mundo que dará a los hombres un trabajo, a los jóvenes un futuro y a los ancianos seguridad. Prometiendo esto subieron las bestias al poder. ¡Pero mintieron! No cumplen y no cumplirán esta promesa. Los dictadores son libres, pero esclavizan al pueblo. Luchemos ahora para cumplir esta promesa. Luchemos para liberar el mundo, romper las barreras nacionales, terminar con la codicia, el odio, la intolerancia. Luchemos por un mundo de la razón, donde la ciencia y el progreso lleven a la felicidad de todos. ¡Soldados! En nombre de la democracia, ¡unámonos! (Ovaciones).
J. Felipe, desde su punto de vista, ¿qué es lo que pasa aquí con el actor, con su guion y con la forma de presentarse ante la cámara y hablar?
A. Me toca entrar en el spoiler porque esta es la escena final de la película, pero igual hay que ir a verla por el valor histórico que tiene. Este es el momento en el que se concreta la gran dualidad de esta película, esta es una película de dualidades, que comienza fuera de cámaras y se concreta acá, con dos personajes representados por el mismo actor. Chaplin representa a Hitler y Chaplin representa al barbero amnésico. Acá se concreta la gran ironía y la gran sátira, porque el mismo público que aclamó el discurso del primer personaje, que es Hitler, aclama ahora ante un discurso completamente opuesto, donde el segundo personaje, que es el barbero, suplantando a Hitler (no puedo evitar el spoiler) da un discurso completamente contrario al que diría Hitler, aunque Chaplin estaba disfrazado en de Hitler en ese momento, y el mismo grupo lo aclama. Nace de forma subyacente una cantidad de reflexiones: no importa la personalidad, no importa lo que diga un caudillo, de todas maneras lo aplaudimos aunque no entendamos qué diga; de todas maneras vamos a enloquecernos con lo que está diciendo. Esto es una disputa que venía desde fuera de los escenarios. Históricamente, Chaplin era un personaje mundial, Chaplin no era como si cualquier persona decidiera satirizar la gran pieza de propaganda que, desde el punto de vista de imagen y de propaganda, es muy efectivo. El triunfo de la libertad, de Triumph des Willens, es una película desde el punto de vista de propaganda, altamente efectiva, y visualmente es una película exquisitamente lograda. De alguna manera obedece a un momento que también, para retomar un par de cosas, es un discurso de una clase política que se ha disfrazado con un discurso de paz, con un discurso de no querer las armas, como se oye en El triunfo de la voluntad, y como se oye en el primer discurso de El gran dictador. A todos nos tocó hacer ese acto de afissmen que hicieron algunos países, dejar crecer el monstruo y cuando lo dejamos crecer (o cuando lo dejó crecer esa generación) ya era muy tarde, entonces en ese momento (que es allá, porque ser inteligente ahora es más fácil, estamos en 2018 mirando una película del 40).
Él empezó a hacer la película en el 39, en el 40 se estrenó en medio de prohibiciones (América Latina en su totalidad tenía prohibido ver esta película), o sea era una posición de neutralidad que hacía que nadie quisiera tocar ese tema. Muchos de los amigos de él le pidieron que no se metiera, porque además la financió con su plata: la escribió, la produjo, la dirigió y la actuó. Es decir, es el riesgo total de un creador. Este discurso que acabamos de ver tiene la importancia de que es el momento en el que se concreta narrativamente la peripecia final. La peripecia es el giro inesperado, es un término que viene de la dramaturgia griega, y es cuando un final esperado gira y se convierte en otro. Este es un discurso que le correspondería al personaje de Hitler pero acaba haciéndolo, por el parecido físico que tienen, quien lo suplanta; y es que el parecido físico era en la realidad también: Hitler era famoso, Chaplin era famoso, y compartían el bigotico y cada uno hacía su personaje. Cuando Chaplin estuvo en algún momento unos años atrás en Alemania lo atacaron, y sacaron textos denigrando de él como si fuera un cómico de tercera categoría, de feria y de plaza. Él quedó muy impresionado cuando vio la película de Triumph des Willens, se divirtió mucho, de hecho se burló. Había otros cineastas más militantes y más beligerantes y combativos como René Clair y Lubitsch que les parecía terrible lo que estaban viendo, y pensaban que El Triunfo de la voluntad debía prohibirse. Chaplin en vez de hacer eso, decantó el tema seis años, tomó todas las ofensas y a los seis años estaba estrenando su película. En el nivel personal tiene toda esa narrativa subyacente que, aunque no es evidente en la pantalla, claramente también animaba a Chaplin. En el nivel narrativo y en la construcción de la dramaturgia la concreción de esa peripecia es sumamente importante porque despierta esas reflexiones sobre el caudillismo y resultó (ahora lo sabemos, pero en ese momento no se sabía) ser cierto, es decir, tenía razón. Moraleja: hay que oponerse a lo que uno crea que no funciona, porque si huele mal seguramente va a resultar mal. También hay que abrir un campo a la tolerancia y evitar el prejuicio. Este es un ejemplo de una reacción oportuna al que se volvió un asesino planetario de un régimen criminal. Y pasa además, es un detalle que vale la pena tocar, por la línea cristiana, es decir, ese discurso final toca la biblia y Hitler es un personaje reconocido mundialmente por la admiración a la cosmovisión del pueblo germano; para él El anillo de los nibelungos y la música de Wagner, toda la cultura donde se realza la raza versus este discurso de igualdad y democracia, pues claramente hay un contrasentido enorme que es mayor aún cuando quien lo dice está vestido, en un giro de suplantación, con la ropa del dictador.
J. Quiero hacer dos preguntas más antes la intervención de nuestros invitados. Retomando las palabras de Felipe, Chaplin en ese entonces es un artista que está en la cumbre de su creació. Ya a estas alturas ha hecho Tiempos modernos, ha transformado el cine mudo y la comedia pasando del slapstick a un slapstick con mucho contenido y sentido, y además es un hombre que hubiera podido dedicarse a otras cosas. Para los que hemos leído la biografía y sabemos un poco sobre la vida de Chaplin, a él le atormentaba mucho su fama, un tipo supremamente egoísta, pero también le atormentaba mucho perder su influencia o hacer perder a lo que hacía un sentido. Entonces aquí tenemos a un Chaplin que está en ese punto de su vida en el que se la juega toda. Toda porque esta película no es que tuviera una garantía de éxito. Es más, fue bloqueada y censurada en muchos sitios y solo años después, o décadas después, la vinimos a conocer y a valorar en otras partes del mundo. Finalmente Chaplin en su vida siguió viviendo frustraciones y su carrera nunca fue, en algún sentido, tan agradable como uno podría pensar. Aludiendo a esto, quiero preguntar por el arte y la política, porque finalmente con esta película Chaplin se la juega toda, y si queremos verlo desde un punto de vista tal vez un poco facilista, se la juega por la política. Esto es una declaración política en un tiempo de guerra. Quiero pedirle a Luis Ernesto una reflexión acerca de esto, pues finalmente a pesar de tener 78 años esta película no es tan lejana en el sentido de que entendemos el valor de lo que Chaplin está queriendo hacer en ese momento desde las artes. ¿Cómo ve usted, en general, el rol de las artes en la política y cómo lo ve hoy?
E. G. El poder del arte y el poder de la filosofía, y de otros oficios distintos a la política que le aportan a la política, es esa capacidad de un discurso de construir realidad, y no al revés: no tratar de narrar la realidad desde el discurso, sino viendo cómo a partir de un discurso como este, que es de 1940, cómo se construye realidad. En realidad ese discurso humanista de Chaplin es el nuevo paradigma que va a vivir el planeta a partir de 1945, cuando queda en evidencia la barbarie del régimen nazi, toda la deshumanización del continente europeo inmerso en una guerra de cinco años con más de seis millones de muertos. Ese discurso, cinco años antes, lo que hace es fijar una posición que se trata de grandes consensos sobre cuál debe ser el orden del planeta. De ese discurso, de ese discurso humanista, que básicamente promueve un lugar donde quepamos todos a pesar de las diferencias, un lugar donde las minorías tengan garantías. Es un discurso de derechos humanos que es donde nace el orden multilateral del Banco Mundial, de las Naciones Unidas, de los derechos humanos como rectores de todas las naciones, de la responsabilidad que tienen distintas naciones de rodear a una población que esté en riesgo.
Lo complicado es que es ese orden social que nace en ese discurso (pero que en realidad nace cinco años después), y que se vuelve un consenso, el que está en retroceso, y es justamente el que está desafiando el presidente de los Estados Unidos, máxima potencia mundial y quien ha sido máximo poder de ese país ha sido justamente ese poder blando de imponer grandes discursos y paradigmas culturales, y ese es el que está en retroceso. No solo porque menosprecia el orden global y la participación de Estados Unidos o de otros actores en las Naciones Unidas, sino porque está fundamentado justamente en volver a estigmatizar al otro, en construir esos muros, en dividir, en despreciar el paradigma de los derechos humanos. Ese retroceso del discurso lo estamos viendo en muchas partes: de hecho aquí en Colombia el éxito que pueda estar teniendo hoy el candidato del uribismo es porque justamente el discurso de que acá cabemos todos, de que vamos a reconciliarnos con el que es diferente es el que está en crisis, y está ganando un discurso de contrastarse con el otro, de sacar al otro y de construir muros. Entonces, el arte y la filosofía tienen ese poder, y es que construyen realidad. El que tiene esa capacidad de comunicar a través del arte y a través de la retórica tiene la capacidad de construir realidad.
J. Felipe, ¿cómo ve usted la relación de arte, política, humor o creación humorística en la actualidad en Colombia? ¿Estamos en un momento interesante, a quién le pone el ojo?
A. La sátira y el humor político en general son tablas de salvación enormes. Claramente hay una crisis, un colapso del contrato social planetario: entendíamos que la democracia era buena y los ladrillos de la democracia era el ser humano y lo que dijéramos entre todos, y nos estamos dando cuenta de que eso no está pasando y no es tan cierto. La gente no se está sintiendo representada por sus candidatos, inclusive por la gente por la quien votan. Se sienten traicionados y hay una crisis del contrato social; el ser humano está buscando otras formas. Esa es una gran oportunidad para los discursos caudillistas y los discursos de derecha que, a partir de vender falsa autoridad y falsas expectativas del regreso al orden, a la grandeza y todos estos temas pues están imponiéndose y vendiéndole esa imagen a muchos pueblos. Ha pasado en Europa, está pasando en Colombia, pasó en Estados Unidos, el brexit es una manifestación de esto, y eso nos indica que los pulsos históricos de la política está en modo retracción. Pasamos de la liga de las naciones, de las Naciones Unidas y los diálogos multilaterales de comercio a “yo me salgo de eso, que el tema del cambio climático es carreta”, y empieza todo el mundo a recogerse en sus fronteras y en sus banderas nacionales. En ese escenario, el humor es fundamental porque el humor es capaz de poner, bajo la luz del absurdo los discursos que empiezan a calar en la vida real de la gente pero que en realidad hacen parte del universo del absurdo, porque es de donde viene. El humor entonces tiene esa gran fuerza.
Por eso en Colombia, por fortuna, todavía son respetados quienes escriben desde el humor y hacen caricatura política, y se vuelven como trofeos nacionales. El tema Matador, que cuando lo amenazan entonces reacciona el país, porque es un bastión que queremos mantener. En el 40 estaba este personaje usando por primera vez la herramienta del cine como una herramienta de sátira política consolidada. Es una película de gran actualidad. Hay que vencer la lluvia e irla a ver. Hay que ir a ver el ciclo de Cine Colombia. Y no lo digo como un comercial sino como una oportunidad histórica porque esta clase de restauros y esta clase de película (en particular esta) tiene mucho para enseñarle al momento político de la Colombia contemporánea. Discursos que se arropan de ciertas verdades, y que son incontrovertibles en el tiempo, empiezan a mostrar su verdadera cara y resultan ser lo que muchos gritaron en su momento que iba a ser, pero el pueblo, un poco acaudillado, no quiso oír. Este es un momento para reflexionar y tener unas elecciones menos emocionales y caudillistas, y mucho más reflexivas y pensadas, porque son los siguientes cuatro años. El punto en el que está el país, sumado a lo que está pasando en el Catatumbo, en el Ecuador, puede tirar ese péndulo de la historia que claramente está girando hacia la derecha con una fuerza enorme y con un contrapeso que es Petro que lo ve la gente como la oposición a la política tradicional, pueda ser ciega a opciones mucho más ponderadas y mucho más reales y más útiles a la Colombia contemporánea.
C. E. Me alegra que con Felipe coincidamos con que nuestro voto vaya a ser por Humberto de la Calle.