Tanques del ejército soviético en Moscú, 1991. Foto: AFP / Dima Tanin.

Polémica

"Es impensable que Colombia se vuelva comunista"

Recientemente el senador y expresidente Álvaro Uribe afirmó que Colombia había caído "en manos del comunismo”. Hablamos con Luis Bosemberg y Renán Silva, dos historiadores, para saber qué tan coherente es ese planteamiento.

Redacción Arcadia
19 de julio de 2016

Tanto el proceso de paz como el futuro papel político de las FARC han causado un revuelo político en Colombia, al punto de que el expresidente Álvaro Uribe afirmó que el país había caído en “manos del comunismo”. Luis Bosemberg, historiador con un máster de la  Universidad de Heidelberg, Alemania, y Renán Silva, doctor de la Universidad de la Sorbonne en París, forman parte del departamento de historia de la Universidad de los Andes. Arcadia habló con ambos para entender, de manera académica, qué es el comunismo y que cabida puede -o no- tener en Colombia.  

En términos académicos, ¿qué es el comunismo?

Luis Bosemberg: El comunismo es un sistema que se instauró históricamente en Rusia en la época de la Primera Guerra Mundial bajo unas condiciones muy especiales. Después poco a poco se extendió a Europa oriental, cuando Rusia avanza durante la Segunda Guerra Mundial, y después a países como Vietnam. Un gobierno comunista, en sentido estricto u ortodoxo, como lo fue la Unión Soviética o como lo es Cuba, apunta a una socialización de los bienes de producción. En el sistema debe haber una distribución de ingreso y todo se hace a partir del estado. La crítica que hace al capitalismo es que hay una gran apropiación de la riqueza en manos de unos pocos, quienes controlan el poder económico y, por ende, político. Con esa visión, para ser una sociedad más equilibrada es necesario golpear a esa minoría y quitarles esos medios y poder político. El estado del partido comunista controla la economía porque desaparece el propietario y la propiedad privada, y es el partido comunista, por medio del estado, el que redistribuye los bienes. No hay educación privada, no hay salud privada, no hay medios de comunicación privados. El estado, por medio del partido que llega al poder, es el gran motor, como el ‘gran papá‘ de la sociedad.

Renán Silva: En realidad es difícil ofrecer una definición única, porque ha habido diversas variedades, que no se pueden reducir a una. En el siglo XIX fue una forma utópica y generosa que se imaginó, con excesiva confianza en el género humano, una sociedad de gentes radicalmente iguales, viviendo en una abundancia compartida, en un medio de tanta justicia y tan abundante recurso a la razón, que hacía posible pensar en una sociedad sin prohibición y viviendo la posibilidad misma de la felicidad colectiva, y a lo mejor del aburrimiento universal.

Mucho de esa utopía quedó en la imaginación generosa de marxistas y anarquistas que en el siglo XX intentaron la experiencia del comunismo, bajo un modelo que se tornó luego en despótico y autoritario, produciendo en la realidad la figura inversa que una imaginación bondadosa pero extraviada había concebido. El comunismo es pues un sueño generoso del pasado que puso de presente la verdad de la frase atribuida a Goya, de que la razón –tratando de imponer la felicidad terrena- produce monstruos, por lo menos en esta oportunidad…

¿Es todavía vigente el modelo comunista? ¿Es decir, es probable que sea adoptado por un país en la actualidad?

LB: Depende de que historiador responda la pregunta. Algunos de izquierda dirán que se puede dar. El sistema en realidad no es único, mal que bien existe en Cuba, con los elementos del modelo tradicional. Ese comunismo es una vertiente más moderada. La pregunta de hoy, y de hace unos 200 años, es ¿cuál es el papel del estado? ¿Qué tanto debe intervenir en la economía y en el sector empresarial? Los comunistas ortodoxos dicen que el estado se debe apropiar de todo y el neoliberalismo dice que no se debe apropiar de nada. Las posiciones intermedias hacen matices en los sectores de salud, servicios y educación. Yo, por ejemplo, creo que la educación debería ser toda del estado y no privada.

RS: Desde el punto de vista de la experiencia histórica, tratando de prestar atención a lo que sucedió en el pasado, con la idea de hacer una observación juiciosa, no tendenciosa, de lo que constituyó el comunismo, sin intentar esconder los males casi irreparables que produce nuestra forma actual de vida, ese terrible sistema de anulación de las libertades, de destrucción de la riqueza social y de anulación de la creatividad humana que se llama “comunismo”, no parece tener ninguna vigencia. Pero desde el punto de vista del fanatismo, de las ideologías reticentes a la prueba histórica y refractarias a lo que enseña la experiencia, siempre hay la posibilidad de que una doctrina de esa naturaleza se reanime, aunque no parece verosímil pensar que luego de la experiencia totalitaria del siglo XX logre apoderarse de la opinión mayoritaria de la sociedad. Como modelo, el episodio parece clausurado. Como doctrina, siempre tendrá una posibilidad, como lo tienen otras doctrinas igualmente terribles como los nacionalismos y los fundamentalismos religiosos.

Muchas personas parecen usar “comunismo” y “socialismo” como si fueran sinónimos. ¿Cuál es la diferencia entre los dos términos?

LB: Sí, la gente tiende a confundir socialismo y comunismo, especialmente cuando hablan de la Unión Soviética. Para simplificar, cuando hablamos, históricamente, del sistema comunista estamos hablando con el gran modelo de 1917 ruso, al que seguirán después una serie de repúblicas llamadas popular oriental. Con el estado "gran papá", gran motor, sacaron a las minorías oligarcas. El socialismo tiene una historia anterior, desde el siglo XIX con unos partidos en Alemania que reivindican la clase obrera en el contexto de industrialización, el empobrecimiento de las masas mientras se enriquecía una minoría. En esa disparidad nacieron las ideas de Marx y Engels, con propuestas parecidas, pero pronto comienzan a dividirse. Todos esos partidos laboristas se vieron confrontados con dos opciones ante la revolución rusa. La primera es aprobar el uso de la violencia para llegar al poder y tomar las riendas de la producción: esos son los comunistas. La segunda opción fue un rechazo a ese acercamiento, y esos son los socialistas. Mucho más moderados, creen que pueden luchar con el sistema capitalista desde adentro, que no hay que derrocarlo. Se puede pactar con ellos, existe la posibilidad de redistribución, participación por partidos en un sistema parlamentario y una libertad de prensa. Esos partidos todavía existen. En Suecia y Alemania están en el centro político. Para ellos el estado no tiene que llevarse todo, pero tampoco quedarse con nada, volviendo a la polémica del papel del estado.

RS: La utopía de una vida buena y plena para todos no tuvo en el siglo XIX una sola versión: el comunismo es la cara espantosa de lo que es un deseo razonable. Pero existió en toda Europa una cara más amable de ese sueño: lo que desde esa época se llamó socialismo, una doctrina sobre el buen vivir posible que recogió los avances de las doctrinas liberales (que el comunismo siempre negó) y que en el siglo XX se enriqueció con la creación de grandes partidos obreros, y que mostró a través del sistema electoral y en general de las luchas sociales civilizadas el camino de reformas del sistema social. La tradición de las ideas políticas ha podido de esta manera, desde el propio siglo XIX distinguir entre el comunismo, figura por excelencia de la opresión económica y política, y el socialismo, como intento de reforma más o menos radical, de los sistemas liberales individualistas, que aferrados a la ganancia y al elogio del mundo de los vencedores, desprecian lo que en la sociedad debe haber de solidaridad y de reciprocidad. Se trata, pues, de dos propuestas de sociedad completamente diferentes.

Entonces, ¿existe alguna posibilidad que se instale un modelo comunista en Colombia?

LB: No es coherente con Colombia, no hay posibilidad en lo absoluto. Es tan tonto como cuando el canal FOX en EEUU dice que Obama es socialista. La verdad esa idea es estúpida. Es una frase ignorante, que sirve de propaganda para las masas que no conocen. Se aprovecha de la gente que no sabe lo que es . Eso hacen los uribistas. Son frases de cajón, sencillas, y la gente se lo cree y lo repite. En la historia de Colombia la verdad no hubo comunismo, o hubo poco, un pequeño partido, pero nunca un partido comunista de masa y de millones. Uno podría decir que hay una larga tradición democrática y pseudo-democrática en el país, hasta qué punto puede ser debatible, pero digamos una democracia en construcción, con todos sus problemas y defectos. Pero no hay cabida para un sistema, como decían en su momento, totalitario. Solo sería posible si millones votaran por un programa así. El de las FARC todavía no lo conozco, pero no creo que proponga tomar todo lo privado y ponerlo en manos del estado, no creo que vaya a ser de ese tipo de comunismo ortodoxo, y aunque lo fuera no creo que llegaría a millones y millones de votos.

RS: Ni la cultura política del país en su vida republicana después de 1810, ni la experiencia política del siglo XX, ni las propuestas políticas actuales permiten pensarlo. Los jefes guerrilleros que discuten y firman en la Habana aspiran más bien a una serie de reformas compatibles con el sistema, al amparo de las cuales puedan terminar su vida, como jefes políticos, viviendo con pensión, con seguridad social, y perdonados por la sociedad, sin mucho tropiezo. El gobierno de Santos y lo que se puede llamar de manera aproximada el establecimiento civilista dentro de las gentes de los grandes negocios, quieren una sociedad en donde hacer plata no cueste tanto, en términos de seguridad para la reproducción del capital y los beneficios privados. Por su parte, las gentes de la oposición civil y democrática quieren impulsar reformas sociales que son, también, compatibles con el sistema, que no son radicales, que pueden representar una mejora en la vida de la mayoría, y un arrastrar más civilizado de las grandes lacras del sistema, cosas razonables, a su manera metas moderadas sino mediocres, que nada tienen que ver con el estatismo comunista.

En realidad lo que se llama comunismo (o castro/chavismo) hoy en Colombia es un recurso político al miedo, a miedos presentes (la situación de Venezuela) y a miedos ancestrales; es un mensaje que le dice a la gente rica y conservadora que va a perder todas sus propiedades, sus ganancias y su tranquilidad y que tendrá que irse a vivir su dolor a Miami; que le dice a la gente pobre del campo, sin educación y conservadora que se encuentra a punto de perder las muy pocas que ha conseguido y que en adelante le espera un régimen terrible de opresión; que le dice a las clases medias tradicionalistas de la ciudad que una terrible tragedia nos espera, y que posiblemente no podremos ir en adelante a Carulla, viajar a San Andrés, comprar la revista Hola y quién sabe cuántas cosas más…

En 1848 Marx decía que un fantasma recorría el mundo: el comunismo; en 2016 en Colombia la fracción más conservadora y revanchista de la sociedad, muerta de temor de que las gentes descubran que se puede intentar vivir de otra manera, y que la paz, con sus innegables e inevitables horrores es una posibilidad, vuelven a agitar ese fantasma, y a atemorizar a la sociedad, despertando los miedos sobre una experiencia que será difícil y problemática, pero que, en cualquier caso, siempre será mejor, que ese pasado de violencia en el que no vale la pena permanecer.