EN LA GRAN CARPA AMÉRICAS
Los ‘youtubers’ contraatacan
En lo que en el papel parecía una presentación de libros, frente a una frenética audiencia de adolescentes un puñado de youtubers se defendió de quienes critican su trabajo. Crónica dentro de la vorágine youtuber.
Afuera, a la entrada de la Gran Carpa Américas, aguardan los vendedores con cachuchas, afiches o botones de las estrellas virales. Interceptan a las niñas, acompañadas de sus madres, o a los adolescentes, agrupados o en parejas. Con velocidad, sacan su mercancía: dos, cinco, diez mil pesos por un recuerdo de los nuevos ídolos. Para Luis Alberto, uno de ellos, se trata de un negocio seguro: “Hoy no vino tanta gente como el otro día con Germán, que colapsó Corferias, pero igual acá solo están los fans, que están locos por ellos. Es plata fácil”.
En menos de una hora, los youtubers Juan Pablo Jaramillo, Sebastián Villalobos, Sebastián Arango, Carolina Jaramillo, Juana Martínez y Raiza Revelles van a presentar sus nuevos libros. Con una transmisión directa vía Periscope, la charla, organizada por el Grupo Planeta –sus editores–, busca ser tan viral como los seis jóvenes, quienes juntos cuentan con más de 20 millones de seguidores en sus páginas de YouTube.
Uno de los videos de Jaramillo, en el que confiesa su orientación homosexual, tiene 6 millones de visitas. Otro, en el que besa a su novio, ha logrado 7 millones. Es su video más exitoso. El año pasado, su libro La edad de la verdad fue el más vendido en la Feria del Libro de Bogotá. El día de su primera presentación, el youtuber llenó el auditorio José Asunción Silva dos veces seguidas. Pero Jaramillo no es el único exitoso. Hace dos días, Sebastián Villalobos firmó su libro Youtuber School durante 11 horas consecutivas.
Adentro de la carpa, bajo unas blancas luces de inundación, los adolescentes se amontonan frente a la tarima. Cada tanto, ante cualquier indicio de que la presentación va a comenzar, sueltan un histérico y estridente chillido. Entre ellos se encuentran Andrés y Alicia, ambos de 14 años. Andrés, menos tímido, explica por qué les gustan los youtubers: “Haciendo un video nos pueden transmitir muchas cosas y nos identificamos con ellos. No tenemos un favorito, todos nos gustan. Germán sí es el mejor, pero no viene hoy”.
Mientras tanto, las madres se reclinan contra los muros, algunas sentadas, casi todas cansadas. Betty Cruz, por ejemplo, llegó a las 8 de la mañana para guardarle un puesto a su hija. “Ella tiene 12 años y quiere ver a Sebastián Villalobos. No para de hablar de él, ¡es terrible! –dice con un suspiro, antes de aclarar–: a mí no es que me gusten de a mucho, pero tampoco creo que sean como malos. Más bien son como divertidos”.
Pero entre el público, que ronda las 800 personas, no solo hay fanáticos y familiares. También hay youtubers amateurs que, maquillados y peinados, se graban a sí mismos con el propósito de subir sus videos tan pronto lleguen a sus casas. Ese es el caso de Kevin, bogotano de unos 20 años, quien asegura que apenas está dando sus primeros pasos y que quería venir para “hacer una nota de este gran evento”. Para él, como para su amigo Felipe, ser un youtuber significa poder “interactuar con muchísimo público, hablar con ellos y así crear un fenómeno juvenil”. Felipe remata: “Queremos ser ‘influenciadores’, crear contenido que no sea televisión o los periódicos, que están tan influenciados por cosas extras”.
La capacidad de dialogar directamente con el público se encuentra en el corazón del fenómeno youtuber, que a su vez hace parte de un fenómeno más grande: la desintermediación. El término, acuñado por los banqueros hace 50 años, se utiliza hoy para explicar la capacidad que tiene el internet de eliminar a los intermediarios. Así como Netflix quebró a Blockbuster y las páginas de streaming a Tower Records, los youtubers han en buena medida reemplazado a la televisión juvenil a la hora de dar consejos y crear un espacio exclusivo para adolescentes. Desde hace por lo menos 2 años, también tienen en su mira sacudir a otro mercado: el editorial.
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Detrás de la carpa se encuentran las estrellas. Rodeados de cámaras y periodistas, atienden a los medios, a pesar de los ensordecedores chillidos que vienen de adentro. Todos son menores de 25 años y andan bien vestidos, casi demasiado bien vestidos, como disfrazados de catálogo de moda. Los hombres, además, tienen cierto aire a Justin Bieber, mientras que cada una de las mujeres parece ejemplificar una corriente distinta: la gótica, la hipster, la juiciosa. Todos, excepto la mexicana Raiza Revelles, son colombianos.
Apartada, con su celular en la mano, se encuentra Andrea Loeber, la editora infantil y juvenil de Planeta. Ella es la encargada de los libros de youtubers que su editorial ha sacado en los últimos dos años. “El primer colombiano que publicamos fue a Jaramillo, que fue novedad en la FILBo del año pasado. Empezamos con él porque creíamos que tenía un mensaje potente. Igual todos son creadores de contenido, tienen mucho por decir y son muy creativos”. El libro de Jaramillo, La edad de la verdad, reúne diferentes episodios de su vida. “Lo que siempre intentamos hacer con estos libros es dejar una enseñanza–explica Loeber–, como cree en ti mismo, en tus sueños, siempre lucha por lo que crees”.
Le pregunto a la editora sobre por qué los libros de ellos generan tanta emoción, comparado a los de autores consagrados. Su respuesta es rápida y directa: “porque son celebridades. Su público está en una edad en la que tiene todas sus emociones a flor de piel, y ven en ellos a líderes, a personas que los guían, a sus hermanos mayores, a sus amigos de confianza. Es increíble, cuando los conocen en persona después de verlos durante tanto tiempo en las pantallas de sus computadores, se lanzan para comprobar si son de verdad. Les cogen los cachetes, les tocan el pelo”.
Loeber considera que sus críticos no entienden que ser un youtuber es una profesión. “Así como algunos son editores, periodistas o empresarios, ellos tienen su trabajo, y uno que además es difícil. Entre más los conozco, más los respeto, porque requiere de muchas agallas generar contenidos exitosos cada semana”. En cuanto a la edición de los libros, Loeber afirma que, además del editor, mejor dicho ella, a veces un tercero ayuda con la escritura, pero también asegura que todas las ideas son de los youtubers. “De hecho, a veces son tan creativos que nos toca decirles que no”, apunta.
Entre cámaras, periodistas y una decena de fans privilegiados, la editora me conduce hacia Jaramillo, quien se encuentra tomándose un selfie con una adolescente. El youtuber, carismático, cuenta su historia: “yo comencé a hacer esto por ocio, hace unos ocho años, en Cali. Estaba con mi primo en vacaciones y, aburridos, vimos a unos youtubers que hacían playbacks de canciones. Hicimos entonces varios videos para nosotros, y los subimos al internet para que no tuviéramos que cargar una memoria. Luego empezamos a tener más visitas, como 200 o 300, y la gente me pidió que hiciera más”. Eso sí, ahora a Jaramillo no le gustaría dejar de hacer videos, pues siente que nació “para comunicar”.
Además, el ocio ha dado paso a la responsabilidad. “Todos nosotros tenemos una gran base de fans y somos un ejemplo. Ahora lanzamos contenido y material que les pueda ayudar a los que lo ven, pero ellos también nos apoyan, hemos desarrollado una relación de cariño y apoyo”. Fue en YouTube, hace año y medio, donde salió del closet. “Es de lo más impresionante que he vivido. Decir que era gay, eso era lo de menos: quería ser la voz de quienes no son capaces de decirlo y que ni siquiera se aceptan a ellos mismos. Cuando viajo hay gente que me abraza sin saber mi nombre y me dice: ‘gracias a ti hablé con mis papás”.
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Llega la hora del show. Un cordón de policía se acomoda a la entrada. Los aullidos alcanzan decibeles inquietantes. Algunas niñas lloran, otras se jalan el pelo. Cada una de las estrellas, aduladas, se encarama en el escenario. Y lo que hasta el momento había sido una charla amena con periodistas, toma un nuevo giro. Los youtubers se quitan los guantes: es hora de defender su importancia.
Sebastian Villalobos, autor de Youtuber School
No queremos ser famosos con los libros y no son para intelectuales. La gente que anda diciendo que nuestros videos no sirven de nada, pues que se lo digan a los chicos que nos abrieron sus puertas porque se dieron cuenta de que este fenómeno es real. ¿Hace cuánto ustedes no tenían un libro en sus manos que no haya sido puesto por el colegio o por la universidad? Nuestros libros puede que no cambien la vida, pero pueden ser una puerta para que ustedes lleguen a otro libro que sí se las cambie.
Carolina Jaramillo, autora de El ruido de mis lápices
Nosotros dejamos de contar con intermediarios. Creamos una comunidad a partir del contacto directo. ¿Cuántas veces han tenido contacto con un actor de cine que admiran? No se puede. Si solo se espera que se lean libros para adultos durante los años de formación de los adolescentes, libros que no entienden, pues así no se puede avanzar. Leer uno de estos libros a los 13 años y luego más adelante me leo Rayuela de Cortázar o uno de Ernesto Sábato.
Juana Martínez, autora de La armonía del caos
Todo es cuestión de gustos. La gente generaliza sobre nosotros, pero hablan sin conocimiento de causa. No tienen el conocimiento para decir qué se debería ver o leer a cierta edad. Lo que nosotros hacemos es libertad de expresión. Tenemos éxito y ustedes, nuestro público, también. Cada uno de nosotros.
Juan Pablo Jaramillo, autor de La edad de la verdad
A la gente que lee y que está en contra de nosotros no la entiendo. Deberían fomentar que las personas lean. Un libro lo puede escribir cualquiera, solo que nosotros sí lo hicimos. ¿Por qué? Porque queremos comunicar. Esta generación es interesante. A nadie se le obliga a leer nuestros libros, pero igual qué bueno que ayudemos a que más personas lean.
Raiza Revelles, coautora de Zelic
A mí me gusta leer mucho. Cuando lees el cerebro está trabajando, con cualquier tipo de lectura. Además, los libros te sacan sentimientos, he llorado muchísimas veces con personajes. El que lee puede tener muchas vidas. Y tal vez nuestros libros no tengan la misma trascendencia global que un Harry Potter, pero en vez de decir ‘wow’, que bueno que sean jóvenes y saquen novelas o libros, nos encasillan por no ser literatos. Podemos ayudar a que Sudamérica no esté tan atrasada.