Entrevista

“Los lectores de Impedimenta son adictos del libro”

En el marco de Entreviñetas, hablamos con uno de los invitados estrellas: el editor español Enrique Redel, quien fundó en 2007 Impedimenta, una editorial que, gracias a una excelente curaduría tanto en su catálogo como en su diseño, se ha consagrado como un ejemplo a seguir en España y América Latina

Mateo Navia Hoyos
28 de septiembre de 2016
Redel fundó Impedimenta hace 9 años con 30.000 euros.

En un día blanco, de aquellos en que la nubosidad impide contemplar el sol, entrevisté al editor español Enrique Redel en Medellín. Era un día, como suelen decir, cálido. Y cálido fue el saludo de Redel, después de que interrumpí su trabajo en su MacBook. Erguido, con la cabeza abrazada por unos auriculares Sennheiser, me dijo que prefería comenzar de inmediato con la entrevista.

Empecé por preguntarle cómo llamarlo: ¿“Rédel” o “Redél?, dije acentuando una u otra “e”. Como si tuviese preparada la respuesta, Enrique me contó la investigación del abuelo que reconstruyó la historia familiar desde finales del siglo XVIII. El apellido se remonta a antepasados austríacos que debieron llamarse “Riedel”, músicos y artesanos que se instalaron en Córdoba (España) para construir el órgano de la catedral. Emparentados con el músico Gioachino Rossini, se dedicaron a la platería llegando a ganar mucho dinero, y luego el bisabuelo perdió el patrimonio familiar jugando a las cartas durante la guerra en la que Cuba se independizó de España, en 1898. En este punto, Enrique recalcó sonriente: “no solamente España pierde Cuba, sino que mi bisabuelo perdió el patrimonio familiar”.

Así es Enrique. Prolijo al hablar. Apasionado. Sus palabras le salen por la boca y las manos que mueve sin cesar. Los ojos ovalados y grisáceos están enmarcados por cejas anchas y pobladas, y sus labios pequeños apenas se ven entre una barba rojiza cuidadosamente pulida.

Enrique parece ser el descendiente Redel llamado a remediar la quiebra económica de su bisabuelo, me digo cuando recuerdo que en 2007 fundó la editorial Impedimenta, con 30.000 euros, en su natal Madrid, y que en tan solo 3 años logró consolidarla en el panorama editorial. A la fecha, Impedimenta está creciendo 20% cada año. En 2010 publicaron La hija de Robert Poste de Stella Gibbons, Soy un gato de Natsume Soseki y La librería de Penelope Fitzgerald, de los cuales vendieron 50.000, 20.000 y 14.000 ejemplares, respectivamente. De ese modo, Impedimenta entró en el mainstream, pues solo con la venta de 1.200 números cubrían los costos de producción.

El proyecto empresarial y cultural Impedimenta ha logrado sobrevolar la llamada crisis económica española, porque, como Enrique ha repetido en varias entrevistas, sus lectores son más militantes. Los clientes no son lectores de aluvión que compran ‘best sellers’ para regalar. Los compradores de Impedimenta son “adictos” del libro, seres humanos “hambrientos de lectura de calidad”.

Para Enrique, el editor de la época actual no solo se encarga de financiar los proyectos editoriales en los cuales incluye su gusto literario, sino que debe ser también un comunicador de contenidos y de ideas, capaz de transmitir la pasión por los libros. En Impedimenta, continúa explicando, “las portadas son bonitas, los libros están bien hechos, la comunicación es elegante y sencilla, y se resalta la imagen de los editores. Porque todo va al mismo punto: tenemos que estar a la altura de la gente a la que estamos publicando. Y como la gente que estamos publicando son gente muy buena, lo mínimo que podemos hacer es dejarnos la piel por ellos”. Con una frase contundente completa su explicación: “Nuestro talento como editores se deriva de una especie de enfermiza responsabilidad respecto al talento de nuestros colaboradores”.  

Los libros de Impedimenta son de bolsillo, pero de lujo. Libros singulares de una editorial singular que menciona las personas involucradas en el proceso editorial: el diseñador, los correctores, el maquetista, los comunicadores, administradores y, aspecto sorprendente, el traductor asumido como autor, cuyo nombre suele aparecer en la portada, junto al escritor. Más aún, la editorial promueve establecer un vínculo personalizado con el lector, sin que ello signifique ventas minoritarias. Enrique cuenta: “tú le dices al lector casi de tú a tú: oye, este libro lo tenés que leer. No es que seamos minoritarios, es que somos intimistas, que es diferente. Asociar independencia con venta minoritaria es enfermizo. Yo niego que seamos minoritarios. Tenemos una medida de ventas muy razonable, y en la que llegamos a un público que nos tiene como sus editoriales de referencia, y con ello me conformo”.

Mientras conversa, Enrique cita constantemente a editores prestigiosos, de quienes mantiene vivos sus consejos y reflexiones: Jorge Herralde y Silvia Sesé –el primero, fundador y editor de Anagrama, y la segunda, la sucesora de Herralde–, Jaume Vallcorba –fundador de Acantilado, quien falleció recientemente–, Jaime Salinas –impulsor del libro de bolsillo en Alianza–, y Beatriz de Moura –fundadora de Tusquets–, son algunos de ellos. Sobre el eBook, Enrique explica que se trata de “un fenómeno alimentado por las grandes corporaciones mediáticas, que cuando te vas a las ventas… son decepcionantes, mínimas”. Y del portal Amazon, Enrique asegura que se trata de un gran invento: “comprar en un clic”, que sin embargo, como monopolio, amenaza sobre todo la existencia de las librerías. Ante ello, Enrique aconseja y adelanta una campaña para encarar a Amazon, promoviendo el trabajo colaborativo entre editores y libreros, en una aplicación web en la cual los compradores de libros pudiesen acceder para comprar con un clic.

Hacia el final de nuestra conversación, Enrique me contó que el escritor rumano Mircea Cartarescu, quien ha sido mencionado entre los candidatos al Premio Nobel de Literatura, vendrá a la Feria del libro de Bogotá en 2018. Con esa primicia salí del recinto donde habíamos realizado la entrevista. El sol ya calentaba, y yo había quedado con la tarea de comprar tres libros de la editorial. ¡Qué buen vendedor!, pensé. O más bien, corregí: ¡qué gran conversador: uno de aquellos que logra convencer a los lectores con las lecturas que sugiere! Sí. Conmigo, Enrique Redel logró cumplir la que parece ser su sentencia: “La labor de un editor es saber comunicar una pasión”.