Un solo momento
Hanif Kureishi
Una vez, en París, donde yo estaba pasando una temporada, fui a un restaurante con uno de los hermanos mayores de mi padre. Era uno de mis tíos preferidos, famoso por sus juergas pero también por su carácter violento. Después de un par de tragos le admití que había venido a París para escribir, para aprender a ser escritor. Me sometió a una andanada furiosa. ¿Quién te crees que eres –dijo–, Balzac? Eres un tonto, continuó, y tu padre es un tonto también, por darte ánimos. Es pretencioso, idiota. Afortunadamente, yo era demasiado joven para que algo así me descorazonara; sabía cómo cuidar de mis propias ilusiones. Pero sí me sorprendió entender lo que mi padre había tenido que soportar por parte de su familia. Uno no podía aspirar a algo más, no se podía soñar demasiado salvajemente.
Fragmento tomado de Algo dado: reflexiones sobre el arte de escribir, escogido por el autor para esta publicación.