Italia
Ischia: un paraíso literario en el Mediterráneo
A una hora de Nápoles en barco se encuentra una isla que ha recibido a escritores como Pablo Neruda, Truman Capote, y más recientemente, Elena Ferrante.
La isla era antes uno de los secretos mejor guardados de la costa mediterránea, con un pequeño puerto rodeado de mercados de fruta y bares, donde los locales se sentaban a tomar jugo de una naranja roja con hielo. Ahora, gracias a sus relieves cubiertos de bosque verde esmeralda –que contrastan con el azul profundo del mar y la diferencian de otras atractivas destinaciones de la zona– pululan los turistas que van de tienda en tienda, buscando souvenirs o alquilando motos para llegar a las termas.
Este pequeño paraíso, de apenas 46,4 kilómetros cuadrados, está dividido en seis municipios: desde franjas de arena rodeadas de acantilados, hasta tupidos relieves boscosos donde corona el Monte Epomeo. Pero el encanto de sus costas rocosas y famosas termas contrasta con un peligro inminente: la isla se encuentra sobre pequeños volcanes terrestres y marítimos.
Eso no impidió, sin embargo, que Elena Ferrante, principal exponente contemporánea de la novela napolitana y autora de la saga Dos amigas, escogiera Ischia como lugar privilegiado los sus primeros volúmenes de la tetralogía, La amiga estupenda y Un mal nombre. Fue más bien la isla donde Elena Greco, protagonista y narradora de la historia, encuentra un espacio liberador, y logra alejarse de las desventuras y miseria de su barrio natal en Nápoles durante un verano de los años 50: "Cuando el barco zarpó del muelle me sentí aterrada y feliz a un tiempo. Por primera vez salía de mi casa, hacía un viaje, un viaje por mar. El cuerpo ancho de mi madre, junto con el barrio y la historia de Lila se alejaron cada vez más hasta perderse de vista."
Después de unos días, Elena no solo logra sacudirse el halo de infelicidad que la acompaña desde el otro lado del mar, también vive un despertar romántico y sexual que encuentra su escenario ideal en las playas de Maronti y Citara, y las estrechas calles de Barano, Forio y Sant‘Angelo, ciudades a lo largo de la costa. Años después, también Lila, su íntima amiga y personaje central del relato, se encuentra envuelta en un romance tormentoso en la isla.
Ischia, con sus cimientos sísmicos y piscinas bañadas de agua volcánica, termina inyectando un espíritu de vitalidad. "Hablaba de amor y lo hacía de un modo sorprendente. Decía que desde el día de su boda hasta aquellas vacaciones en Ischia, sin darse cuenta, había estado a punto de morir. Describía con detalle una sensación de muerte inminente: merma de energías, somnolencia. Nino había cambiado ese estado, la había arrancado de la muerte."
El encanto de la isla no se limita a las páginas de Ferrante; durante años, autores, directores y artistas han hecho de Ischia un santuario de donde brota la inspiración. En 1949, Truman Capote estuvo en Forio durante varios meses. En una carta a su editor Robert Linscott escribió: "Querido Bob, qué extraño y extrañamente encantador es este lugar: una encantada Mediterranea [sic.]. Una isla en la costa de Nápoles, muy primitiva, poblada mayormente por viticultores, pastores, W.H. Auden y la familia Mussolini. Me hospedo en una amplia habitación con vista al mar: es maravilloso trabajar aquí y estoy haciendo bastante."
A principios de los años 50, el poeta chileno Pablo Neruda y su esposa Matilde pasaron varios meses en Sant‘Angelo, disfrutando de la vida sencilla y observando fascinados de la vida de los pescadores. En Sant‘Angelo Neruda aprendió a nadar, como recordaría más tarde su esposa, y en la plaza central aún está la placa con su imagen.
Pero tal vez la historia de amor más famosa fue la de Elizabeth Taylor y Richard Burton, que durante el verano de 1962 estuvieron en la isla rodando Cleopatra. Aquí fue donde su secreto y "escandaloso" romance se volvió público, y la imagen de los amantes abrazados caminando por Ischia Ponte es recordada por los locales hasta el día de hoy.
Así es como este paraíso en medio del mar ha visto pasar desamores, sueños rotos y deseos perdidos; y entre las azules aguas que lo bañan, la suave brisa y olor a bosque, se vuelve un santuario donde a sus visitantes se les llena de nuevo el corazón, y se imprime en su piel para no borrarse más. Tal como lo siente Elena Greco al partir de la isla después del verano: "En una palabra, en los últimos diez días de julio sentí un bienestar hasta entonces desconocido. Experimenté una sensación que después se repetiría más veces en mi vida: la alegría de lo nuevo."