Cómic

‘Elefantes en el cuarto’: un viaje a la infancia

La novela gráfica de Sindy Elefante, publicada por Cohete Cómics, narra la íntima lucha de una mujer por conocerse a sí misma y porque los demás la acepten como es, todo mientras organiza el cuarto donde creció. Hablamos con ella.

Ángel Castaño Guzmán
27 de septiembre de 2016
Una ilustración de la autora.

Organizar un poco el cuarto –un acto tan simple, tan cotidiano– desencadena, como antes lo hiciera la magdalena remojada en té en la narración de Proust, una serie de recuerdos en la mente y el corazón de Sindy Infante Saavedra –Sindy Elefante– y nos permite a los lectores acercarnos a los hechos que ayudaron en su formación afectiva y sentimental. 

Usted compara el proceso de hacer libros con el de cocinar. ¿Cuáles son los ingredientes de Elefantes en el cuarto y cómo dio con ellos?

Elefantes en el cuarto es el resultado que un largo proceso de cocción en dónde un equipo de trabajo aportó ingredientes de diferentes formas.  

El libro empezó en 2012 como proyecto de grado para la universidad. En ese momento, hubo un ingrediente principal: estaba en medio de una búsqueda de identidad personal en donde exploraba mi vida, quién era, qué me gustaba y para dónde iba.  En medio de ese proceso encontré en la novela gráfica autobiográfica la mejor forma de expresar y entender esa búsqueda. Adicionalmente, para desarrollar ese proyecto también fue importante el aporte de mi directora de tesis, Diana Castellanos, quién siempre creyó en mí y me dio toda la confianza para seguir adelante. Sus consejos, los referentes, las conversaciones y los regaños (de los buenos), fueron vitales para ir preparando la receta e ir mezclando ingredientes para el proyecto que en ese momento se llamaba El trasteo.

Posteriormente, durante la Feria del libro de Bogotá de 2013, conocí a Laguna Libros, y fue en esa oportunidad cuando les presenté El trasteo. Ellos se interesaron en el proyecto y con ese interés vendría todo un proceso de edición vital al momento de cocinar. Fue un trabajo en equipo en dónde todos aportaron, opinaron, se generaron debates, propuestas, se revisó el libro, se le añadió, se le quitó, se corrigió, se leyó una, dos, tres y muchísimas veces más. Luego, se volvió a leer y así se fue probando hasta lograr el sabor deseado. 

De esta forma, los ingredientes  se cocinaron para posteriormente publicar lo que hoy es Elefantes en el cuarto de Cohete Cómics, sello editorial de Laguna Libros, que tiene la sazón de todo un equipo de trabajo formado por Felipe González, Pablo Guerra, Laura Navas, Salomé Cohen y Gabriela Fajardo. 

Hay en Elefantes en el cuarto, como usted ya lo dijo, una búsqueda de la identidad que incluye aunque no se limita a la identidad sexual. ¿Cómo hizo para que historia tan personal fuera del interés del público? ¿Qué punto de vista adoptó al repasar algunos momentos de su vida?

Aunque la historia es personal, muchas situaciones se convierten en espacios comunes. Por ejemplo, que el lector como yo hoy piense que esa amiga o amigo que tuvo en la infancia quizás le gustaba, o que se equivocó de carrera y fue un proceso afrontar ese error con su familia, o que en algún momento uno haya escrito un carta de amor no correspondida y se haya deprimido, que alguien también haya tenido un hermano mayor que en la infancia fue un montador, o un sabelotodo, o que fuera raro que siendo mujer le gustara el fútbol y las pistas de carros. Igualmente hay pequeños detalles que pueden generar vínculos con los lectores, como que también haya tenido un yoyo de Cocacola, que en algún momento me haya gustado Alberto Plaza, que haya cantado hasta el cansancio Mis ojos lloran por ti de Big Boy, que heredara ropa de mi hermano o primo, o que me gustara treparme en los árboles. 

El lector se refleja en la vida del otro, asignando un sentido y una validez dentro de la sociedad, que permite entender que aunque todas las personas somos tan diferentes, tenemos muchas cosas en común, y pienso que eso despierta interés en el público. Así, por medio de las imágenes y de mi experiencia personal, quería mostrar que mis intereses, problemas, gustos, errores, triunfos y derrotas pueden ser los mismos o muy parecidos a los de muchas otras personas. De la misma forma quería mostrar que la orientación sexual es una característica de la vida de alguien y no es la más trascendental y que en mi historia puede haber un reflejo de la historia de cada quién, sea gay o no.

Ahora, repasar los momentos clave de mi vida no fue un ejercicio fácil. Uno puede sentarse a escribir y desviarse en detalles que no son relevantes para la historia sin darse cuenta. O dar por hecho muchas cosas porque es la vida de uno, y así pasar por alto que habrá un lector que necesitará más detalles para entender lo que uno quiere transmitir. En ese sentido, me parecía importante mostrar con honestidad los diferentes eventos que fueron clave para darle forma a la persona que soy.

Primero, las experiencias que viví con mi familia, crecer con mi hermano, al que quería imitar en todo sin que importara que él fuera hombre y yo mujer o que los dos éramos y somos muy diferentes. Me parecía importante mostrar de dónde y quiénes eran mis papás, señalar que mi mamá siempre fue la regañona y mi papá el alcahueta, pero que los dos son y serán parte fundamental en mi vida. En cuanto a la infancia, como la de muchas niñas, jugaba en el conjunto, saltaba, no me importaba ensuciarme, despeinarme, me relacionaba con los niños y niñas en circunstancias cotidianas, pero siempre tratando de ser muy sincera. Fue un proceso muy parecido en la Universidad y al momento de salir de closet con mi familia; quise mostrar cómo habían sido las experiencias. Y es que uno es quién es con sus decisiones, sus errores, defectos y virtudes... mejor dicho: todo incluido, y pienso que haber sido honesta representando esos momentos de mi vida también fue muy importante. 

Elefantes en el cuarto es su primera novela gráfica publicada. Antes de hablar de ella, ¿qué opinión tiene de los historietistas colombianos vigentes? ¿Qué tanto su trabajo dialoga con el de ellos?

Yo soy una novata en el ámbito de los historietistas colombianos, pues mi fijación por los cómics desde que era pequeña pasaba más bien por Olafo, Gardfield, Justo y Franco, Mafalda, Snoopy, Calvin y Hobbes, Las aventuras de Hugo Paco y Luis, entre otros. También, y aunque muchas veces no entendía, me gustaba de Quino su sección en las lecturas dominicales de El Tiempo. Igualmente me gustaba leer la revista Dini en donde seguía a Lola la vaca rosa, dibujada por Ivar da Col y otros personajes que allí aparecían, pero que ahora no recuerdo muy bien. 

Así que, uno de los primeros historietistas colombianos vigentes que conocí fue a Felipe Camargo, con quién estudié en la universidad. Desde el inicio de la carrera él se destacó en los diferentes campos que requerían creación de personajes, escenarios e historias. ¡Su trabajo es increíble! Casualmente, los dos utilizamos la narrativa gráfica para desarrollar nuestros proyectos de tesis, pero cada uno con un lenguaje de expresión muy diferente. Sin embargo, en los proyectos personales de Felipe, tanto como en los míos, siempre hay una exploración autobiográfica. 

El trabajo de Power Paola fue en un referente inmediato al momento de hacer mi tesis. La primera vez que vi su trabajo autobiográfico me sorprendió su honestidad, la forma en que representaba y contaba sus historias: sin dar muchas vueltas. Adicionalmente, me gusta mucho su trazo y la cantidad de detalles que hay en cada una de sus viñetas e ilustraciones. Pienso que nuestros trabajos dialogan en la medida en que los dos hacen una exploración de la vida de cada una por medio de la narrativa gráfica, explorando las inquietudes que a cada quién le conciernen, y exponiendo las características de un grupo de personas en un contexto específico. 

Después de un tiempo, tuve la oportunidad de trabajar en le Feria del Libro de Bogotá del 2013 con algunas editoriales independientes. Fue en ese momento cuando el espectro de historietistas colombianos que empecé a conocer fue aumentando... y hasta hoy, sigue en aumento. Vi por ejemplo, el trabajo de Mónica Naranjo, específicamente La distancia entre extraños, en donde transmite por medio de sus dibujos lo que yo interpreto como la soledad aun estando rodeada de tantas personas y cada uno con su propio afán, mientras ella resalta detalles que suelen pasar desapercibidos. 

Finalmente,  al trabajar con Cohete Cómics, la lista aumentó aún más... tengo el honor de trabajar con Pablo Guerra quién me ha dado su confianza para seguir trabajando, produciendo y proponiendo y darle más fuerza a mi voz con mi dibujo. Al mismo tiempo he tenido la oportunidad de conocer el trabajo de Henry Díaz, Camilo Aguirre, Gusanillo de Tierra, Jim Pluk, quienes ya llevan varios años consolidados y trabajando, mientras yo, cuando estoy cerca, los veo y aprendo lo que más puedo.