Crónica
La Marcha de las Mujeres: "llegó el tiempo de luchar"
Millones de personas participaron el sábado en la marcha más grande en la historia de Estados Unidos para recordarle al presidente Donald Trump que el feminismo y los derechos humanos son esenciales para una democracia sana.
A pesar de que las mujeres nos enfrentamos todos los días a prejuicios basados en nuestra apariencia, disparidad de ingresos en el ámbito laboral y el aborrecido ‘mansplaining‘, también vemos cada vez más mensajes de igualdad inundando las redes sociales, un aumento en la participación femenina en cargos públicos y hasta en series y películas tenemos mujeres fuertes como modelos a seguir en vez de siempre ser presentadas como víctimas.
Qué lindo momento para estar vivas. Los años en los que éramos catalogadas como el sexo débil parecían estar desvaneciéndose por fin ¡Todo indicaba que una mujer iba a ser presidenta de los Estados Unidos! Pero de pronto, como un baldado de agua fría, llegó Donald Trump para mostrarnos que tanta maravilla era demasiado buena para ser cierta.
Trump ganó la nominación al partido republicano y luego la presidencia de Estados Unidos a pesar de su actitud sexista y misógina. No importó que lo acusaran por agresiones sexuales más de cinco veces; que insultara a políticas, actrices y periodistas en vivo; ni siquiera que en uno de sus videos más controversiales asegurara que por ser famoso podía hacer lo que quisiera a cualquier mujer (de ahí salió la famosa frase "Grab them by the pussy").
Al día siguiente de la elección, fue una mujer de Hawaii la que, con un post de Facebook expresando su indignación, planteó la idea de ir a Washington a protestar contra el nuevo presidente. Sin saberlo, Teresa Shook creó un movimiento que uniría a feministas del mundo entero con un argumento en común: en la democracia no hay espacio para el sexismo ni la misoginia.
"La marcha no es contra Trump como tal -aseguró Terry O‘Neill, presidente de la Organización Nacional de Mujeres-. Es más bien por los derechos de las mujeres que están comprometidos por las políticas que el presidente electo quiere implementar".
La cita de la Marcha de la Mujer fue el 21 de enero de 2017 a las diez de la mañana, y a pesar de que las cosas apenas estaban empezando en California, ya desde hace horas estaban marchando en Australia, Europa y varias ciudades de Estados Unidos. Gorros rosados, camisetas con mensajes y familias enteras cargando carteles de todos los tamaños me indicaban que estaba en el tren correcto hacia la marcha.
Una imagen de la Marcha en Washington. Crédito Mario Tama/Getty Images/AFP
Esta no es la primera vez que miles de mujeres se reúnen para reclamar sus derechos en el contexto de una inauguración presidencial. De hecho el nombre de esta "Marcha de la Mujer en Washington D.C" fue tomado de las precursoras del feminismo norteamericano, que el 3 de marzo de 1913 -un día antes de la inauguración de Woodrow Wilson- se reunieron en Washington para luchar por el voto. Entre las cinco mil manifestantes estaban Nellie Bly, la activista Helen Keller y la actriz Margaret Vale.
Pero fue la segunda ola del feminismo -desde los años cincuenta hasta principios de los ochenta- la que trató temas como la sexualidad, los derechos reproductivos, la familia y el lugar de trabajo para las mujeres; basándose en obras como El segundo sexo de Simone de Beauvoir, Sex and the Single Girl de Helen Gurley Brown y Mística de la feminidad de Betty Friedan.
Cuando llegué al punto de salida de la marcha en el centro del Silicon Valley, California, Gloria Steinem, escritora y activista de los derechos de la mujer desde los años sesenta, estaba hablando en el escenario en Washington. Tocó el tema de la empatía, de la conexión que se genera cuando grupos de personas unen su voz por una misma causa; hizo referencia también a Hillary Clinton, que en su discurso en la Cuarta Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la Mujer en Beijing el 5 de septiembre de 1995 pronunció una frase esencial para el movimiento feminista: "Los derechos de las mujeres son derechos humanos". La casi omnipresencia de Clinton era innegable durante toda la manifestación, desde camisetas y pines con su nombre hasta carteles con fragmentos de sus discursos, es evidente que esta mujer se ganó un espacio privilegiado en el movimiento feminista joven gracias a su actitud y profesionalismo durante la campaña presidencial contra Trump.
La marcha comenzó a andar por fin. "Hoy luchamos para proteger los derechos reproductivos que nuestras madres ganaron", decía el cartel blanco en manos de una joven que caminaba delante mío. A su derecha estaba parada una señora de tercera edad, rodeada de personas tomándole fotos, llevaba una cartulina rosada con la frase "No puedo creer que aún tengo que todavía luchar por esto ".
Con la actual administración, los temas relacionados con la sexualidad de la mujer se enfrentan a nuevos desafíos. En un esfuerzo que parece ser prioritario para el partido republicano, y especialmente para el vicepresidente Mike Pence, el recorte de fondos para organizaciones pro-decisión es inminente. El lunes 23 de enero, de hecho, Trump firmó un decreto prohibiendo el financiamiento federal de oenegés que en el extranjero asesoran a mujeres sobre el aborto.
"Mi promesa hoy es que nuestras puertas permanecerán abiertas", aseguró la presidenta de Planned Parenthood, Cecile Richards, durante su discurso en la marcha en Washington. La mala noticia es que la realidad para las mujeres podría cambiar en cuestión de semanas, especialmente para aquellas que se encuentran en zonas ultraconservadoras o pertenecen a comunidades vulnerables. Basta ver la abismal diferencia actual en el número de centros de atención de Planned Parenthood entre estados: California tiene 111, en Wyoming solo hay 1.
Son precisamente las mujeres de las minorías las que adornaban muchos de los carteles en la marcha. Shepard Fairey -más conocido como el artista detrás de los posters de Obama y la palabra ‘Esperanza‘ en el 2009- creó la ilustración de una afroamericana, una latina y una musulmana para el proyecto ‘We the People‘ con el que se centra en los grupos que Trump despreció en su campaña y que pueden sentirse amenazados actualmente. Los carteles se podían imprimir o descargar libremente para la marcha o para uso personal, y fueron costeados por la Fundación Amplifier, que se autodenomina una "máquina del arte para el cambio social".
Algunos de los posters de Fairey en la Marcha en Los Ángeles. Crédito: Emma McIntyre/Getty Images/AFP
Después de un par de horas llegué al final del trayecto. En el escenario hablaba Aileen Casanave, abogada, activista y líder de varias juntas administrativas del condado: "No pierdan la oportunidad de ser campeonas del cambio todos los días. En su trabajo, sean mentoras; en su tiempo libre, sean voluntarias; cuando puedan, apoyen a organizaciones promujer; y nunca, nunca dejen de aprender. No hay tiempo para descansar, llegó el tiempo de luchar".
Solo las protestas en Washington D.C., Chicago, Los Ángeles, y Nueva York juntaron a más de 2 millones de personas -podría ser oficialmente la manifestación más grande de la historia norteamericana- y 670 marchas hermanas tuvieron lugar en todo el mundo. Un día donde la pasión y la ira fueron palpables, genuinas y necesarias; un día donde el mundo hizo catarsis y volvió a usar su voz. La Marcha de Mujeres solo se puede describir con una palabra: impresionante.
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