De la editorial Anagrama

La gratitud de Oliver Sacks

El neurocientífico que revolucionó el mundo de los libros y que murió el 15 de agosto de 2015, dejó testimonio de su partido en cuatro iluminadores ensayos que ahora se publican en un libro.

Juan David Correa
1 de junio de 2016
Oliver Sacks nació en Londres, en 1933, y falleció en Nueva York, en 2015.

Tal vez valga la pena leer y releer este breve libro para comprender lo que muchas veces se intuye a lo largo del camino: que la vida es conocimiento, relaciones con los demás y búsqueda de una conexión con uno mismo. Lo demás, en este implacable sistema en el que el dinero parece ser el único fin, y el éxito la negación del otro, es subsidiario. A los 84 años, el doctor Oliver Sacks, nacido en Londres, en 1927, había terminado En movimiento, su décimo tercer libro, una extensa y bellísima memoria que daba cuenta de la lucha de un hombre siempre incómodo con las verdades absolutas.

Sus dudas, que habían comenzado desde que le reveló a su padre y a su madre que era homosexual a los 18 años, lo llevaron a partir de Inglaterra en 1960, para recalar en Estados Unidos, país en el cual vivió sus restantes 55 años. Y en Estados Unidos, después de trasegar de Los Ángeles a Nueva York, de especializarse en neurociencia, y de trabajar en varios hospitales, encontró su verdadera vocación: convertirse en un escritor de casos médicos mientras atendía consultas.

Desde Migraña, su primer libro publicado en 1970, pasando por Despertares –que se volvió mundialmente célebre por la película protagonizada por Robin Williams del mismo nombre— y clásicos del periodismo científico como El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, En una sola pierna, El tío Tungsteno, o Un antropólogo en marte el doctor Sacks humanizó la ciencia; tendió puentes para que los demás mortales comprendiéramos y quizá viéramos de otra manera nuestro cuerpo y el de los demás.

En 2014, con la  satisfacción de haber podido afrontar su propia vida como un texto acabado, el doctor Sacks se enteró de que un melanoma ocular que le había sido descubierto nueve años atrás le había hecho metástasis en el hígado. Consciente de que la vida comenzaba  a terminar, afrontó el deterioro de una manera admirable. El resultado es un canto de gratitud y celebración de la vida justo antes de que termine que ahora se reúne en el libro Gratitud. “No considero la vejez una época cada vez más sórdida que uno tiene que soportar e ir trampeando, sino una época de ocio y libertad, en la que te ves emancipado de las artificiosas urgencias de años anteriores, y esa libertad me permite explorar cuanto se me antoja, e integrar los pensamientos y sentimientos de toda una vida”.

Los cuatro ensayos de Sacks, de seguro serán de lectura obligada para quien quiera conocer la emancipación de un hombre que luchó en contra los prejuicios; que fue determinado como ninguno en insistir en una profesión por la que nadie apostaba –la de escritor—y que nos legó más de diez libros que son clásicos de la literatura. En “De mi propia vida”, publicado por el New York Times, dos meses antes de su muerte, se lee: “No voy a fingir que no estoy asustado. Pero mi sentimiento predominante es el de gratitud. He amado y he sido amado; he recibido mucho y he dado algo a cambio; he leído y viajado, he pensado y escrito. He mantenido un diálogo con el mundo, ese diálogo especial que tienen los escritores y los lectores. Por encima de todo, he sido un ser sintiente, un animal pensante en este hermoso planeta, y eso, en sí mismo, ha sido ya un enorme privilegio y una aventura”.

Gratitud, Oliver Sacks, Editorial Anagrama.