Posconflicto

¿Dónde está la gente de la paz?

Después de una gran ola de movilización ciudadana tras la victoria del No en plebiscito del 2 de octubre, la gente parece permanecer en silencio frente a los peligros que acechan el acuerdo del Colón. ¿A dónde se fue el entusiasmo que en su momento capturó a buena parte del país? ¿Se siguen haciendo acciones por la paz? Hablan artistas, gestores culturales y periodistas.

RevistaArcadia.com
22 de mayo de 2017
Marcha por la paz en Bogotá, 5 de octubre 2016. Crédito: Julio Barrera.

La respuesta a la victoria de No en el plebiscito del 2 de octubre fue casi inmediata. Apremiados por la urgencia y convencidos de la importancia de exigir la implementación del acuerdo de paz entre el gobierno y las FARC, buena parte de la sociedad civil se levantó en un conmovedor ejercicio democrático para presionar por la firma del documento elaborado en La Habana, Cuba. Apenas tres días después del voto, en una marcha que será recordada en la posteridad, miles de ciudadanos marcharon hacia la Plaza de Bolívar en silencio y con velas en las manos, en un ritual que buscaba recordar la gran marcha de 1948, cuando una larga estela de personas encabezadas por Jorge Eliécer Gaitán denunciaron al gobierno conservador de Mariano Ospina Pérez.

Marcha por la paz en Bogotá, 5 de octubre 2016. Crédito: Julio Barrera.

Las intervenciones civiles a gran escala, presentes en todas las ciudades del país, solo fueron parte de los brotes a favor de la paz que atravesaron y capturaron la imaginación de Colombia en esos días. El entusiasmo también encontró un cauce en las artes. En el transcurso de octubre y noviembre, varios artistas y gestores culturales realizaron intervenciones simbólicas en el centro de Bogotá. La primera estuvo a cargo de Doris Salcedo. Una semana después de la votación, la artista intervino la Plaza de Bolívar junto a más de 1.500 colaboradores, escribiendo con dos toneladas de ceniza de carbón el nombre de 2.300 víctimas del conflicto armado en ese mismo número de telas y explayando el resultado sobre la plaza.

Sumando ausencias de Doris Salcedo. Crédito: Guillermo Torres.

Poco después se consolidó el grupo Acciones por el acuerdo, en cuya primera misiva sus miembros escribieron: “El momento que vive Colombia requiere de acciones urgentes de todos nosotros. No estamos dispuestos a permitir que se esfume la esperanza de la paz, ni mucho menos que vuelva la guerra. Los colombianos se han levantado en los campos y en las ciudades pidiendo un Acuerdo ya. Nosotros también”. A continuación, cada martes durante mes y medio, sus integrantes se tomaron la Plaza de Bolívar realizando propuestas artísticas: la lectura completa y en voz alta de la novela Los ejércitos de Evelio Rosero; la inclusión de varias imágenes del fotógrafo Jesús Abad Colorado en la marcha del 20 de octubre; la elaboración de un jardín dispuesto sobre un entablado que deletreaba la palabra ACUERDO y la proyección de videos elaborados por artistas, entre otros.

Pero quizá el símbolo más emblemático de esas semanas fue el Campamento por la Paz, el conjunto de carpas que se instaló en la Plaza de Bolívar después de la marcha del 5 de octubre y que permaneció allí hasta finales de noviembre, cuando sus habitantes fueron desalojados de manera violenta y en la mitad de la noche por integrantes del ESMAD. Mientras duró, el campamento funcionó como una pequeña república con comités y reglas, e incluso llegó a albergar a más de cien integrantes que se aguantaron las embestidas del clima y la poca salubridad de la plaza convencidos de la importancia de presionar por la firma de la paz.

Ary Capella, encargado de la logística, frente a la entrada del campamento. Crédito: Guillermo Torres.

Hoy, ocho meses después del plebiscito, ese entusiasmo que contagió a miles de colombianos parece haber desvanecido. Es, claro, entendible. Como dice el documentalista y antropólogo Gerrit Stollbrock, uno de los firmantes de Acciones por el acuerdo, “la victoria del No, como muchas coyunturas, fue una circunstancia muy particular que logró catalizar procesos que más adelante volvieron a su ritmo cotidiano y normal, por así decirlo. Si eso volviera a pasar, si de nuevo sintiéramos esa urgencia, creo que ocurriría algo similar”. Según afirma Juan David Correa, director de esta revista, y también miembro de ese colectivo, “después de la primera ola, que terminó los últimos días de noviembre con un concierto en la Plaza de Bolívar -en el que participaron Mucho Indio, Toño Arnedo, las Cantaoras de Bojayá y La 33- el grupo amplio se deshizo: era natural pues se trató de responder a un momento urgente que, digamos, encontró una solución en el acuerdo del Colón”.

La pregunta hoy es, justamente, si en este momento es necesario que aquellos que impulsaron el Sí se vuelvan a tomar las calles. En el congreso, el proceso de paz parece por momentos condenado a una dilatación que, de seguir así, solo permitiría su implementación después de las elecciones presidenciales del próximo año. Si su estabilidad no está garantizada, ¿no amerita entonces que la sociedad civil se vuelva a levantar y a recorrer las calles, a intervenir murales y a participar en marchas? En otras palabras, ¿dónde está la gente de la paz?

Marcha por la paz en Medellín, 7 de octubre 2016. Crédito: Emanuel Echeverri.

Como dice Correa: “la verdad es que uno sí siente que ha faltado desde la centralidad del estado un discurso que inspire, que deje de lado las trapisondas políticas y que se haga cargo, también, de decirle a la gente que esto no ha terminado, que esto hasta ahora comienza”. Cuando habla de “trapisondas”, Correa se refiere a lo que podría venirsele encima al fast track en el Congreso, por cuenta de una sentencia de la Corte Constitucional que, aún sin revelarse, ha abierto la posibilidad de volver a discutir lo pactado. Al decir de Humberto de la Calle, exjefe negociador con las Farc, en una entrevista concedida el pasado domingo 21 de mayo a El Tiempo: “Hemos visto experiencias muy amargas por incumplimientos del Estado a acuerdos con quienes se alzaron en armas. A ese cuadro agrego la actitud de un movimiento político, el Centro Democrático, que se autodenomina movimiento de derecha y que va a volver trizas el acuerdo; “ese maldito acuerdo” es la frase textual. Esto genera un grado alto de incertidumbre y un paso bastante peligroso al propiciar una situación de inseguridad para todos. El acuerdo de paz se pone en jaque y el riesgo de marchar atrás en un tema tan delicado es extraordinariamente grave”.

A pesar de las advertencias de de la Calle, muchos consideran que la implementación del acuerdo sí se llevará a cabo. Para el sociólogo Hernán Darío Correa, miembro del colectivo Paz/Haremos, alojado en Teusaquillo, “el proceso va, pero va de la peor manera desde el comienzo, desde La Habana. Es muy triste, una cosa tan importante y tan trascendental y siempre ha caminado por el lado del mínimo y el avance es de esa naturaleza. Es muy difícil que lo echen para atrás ya, pero seguirá la resistencia, en el caso de la reforma agraria por ejemplo. Tiene que ver con los niveles de incumplimiento del establecimiento político. Falta responsabilidad de los partidos, que no atienden los problemas de fondo sino trabajan en la inmediatez y no quieren hacer cambios”.

Si en esta coyuntura el acuerdo de paz se puede “poner en jaque”, si se evidencian “niveles de incumplimiento generalizados", como dice Hernán Darío Correa, ¿acaso no necesitamos hoy con mayor urgencia la participación activa de esa misma sociedad civil que marchó e hizo parte de las acciones artísticas a finales del año pasado?

El jardín por la paz en la Plaza de Bolívar. Crédito: Julio Barrera.

De todas formas, cabe destacar que si bien la efervescencia por la paz se ha desarticulado con el paso de los meses, varios colectivos y medios le han seguido apostando con rigor. A continuación, algunos ejemplos.

¡Pacifista!

Uno de los cuatro portales de Vice Colombia, ha hecho un ejercicio juicioso para entender las complejidades de la implementación del acuerdo de paz en el país. “Nos hemos concentrado en tres frentes -dice Camilo Jiménez Santofimio, director editorial de ese medio-: el primero es la implementación en sí. Ahí el desafío no es tanto poder analizar u opinar, sino algo más básico: poder informar. Otro frente es el de ir a las regiones: hay que salir de las capitales con la mente abierta y, sobre todo, listos a entender la multiplicidad de procesos políticos y sociales que están teniendo lugar en el país. Finalmente, estamos dedicados a entender la paz como algo mucho más amplio que el acuerdo y la implementación. Ahí se encuentran nuestros proyectos más ambiciosos del momento: el Proyecto Coca, para cubrir la problemática actual lejos de los estereotipos, y #NiUnMuertoMas, que forma parte de una estrategia latinoamericana llamada Instinto de Vida, que tiene la meta de reducir las tasas de homicidios en siete naciones de la región, incluida Colombia. Si en el país siguen muriendo violentamente 37 personas cada día, por razones no políticas, la paz permanecerá muy lejos”. Hace casi un mes, ¡Pacificsta! realizó junto al colectivo de arte urbano Toxicómano un mural en la carrera séptima con calle 67, que registra el número de líderes sociales asesinados recientemente en el país.

Dejusticia

Además de hacerle un seguimiento detallado a la implementación del proceso en su página web, el centro de estudios políticos y jurídicos ha desarrollado una serie de herramientas para divulgar esa información en las veredas y en los corregimientos con poco acceso a la información. “Hemos creado unos talleres-encuentros para discutir en las regiones en qué va el proceso de paz -dice la abogada Irina Junieles-, así como un podcast que se llama 3 minutos para la paz. La idea es poder circular los episodios por WhatsApp, y que sus archivos no sean muy pesados. En ellos contamos los aspectos centrales del acuerdo, pero también los avances. En este momento ya tenemos tres grabados, pero queremos completar 10 que abarquen el momento en el que estamos. Todavía no se han difundido, pero muy seguramente este miércoles empecemos a hacerlo”.

Cartas para la Paz

Juana Oberlaender es una de las organizadoras de Cartas para la Paz, una iniciativa que manda cartas desde todos los rincones de Colombia a los guerrilleros de las Farc, poniéndolos en contacto con un país que los quiere recibir. “Nosotros seguimos por varias razones: porque tiene mérito propio, porque la guerrilla se entusiasmó y contestó las cartas, y porque es necesario mantenerlo vigente aunque entendemos que es otro momento y dimensión. Ya no me llegan 500 cartas a la semana, pero todavía estamos conectando gente. El proyecto tiene el objetivo de generar diálogo entre dos Colombias distintas, es una manera no conflictiva de tratar de entender al otro. Nos damos cuenta lo necesario que es en las respuestas que recibimos, muestran lo lejos que estamos. Queremos usar las cartas como herramientas para cerrar esas brechas y generar empatía”, explica Oberlaender. A futuro buscan organizar eventos de encuentro a partir de las misivas, tanto en el campo como en la ciudad.  

Más voces

Como ocurrió en su momento con Acciones por el acuerdo, la iniciativa civil Más voces nació de un grupo de artistas, escritores y gestores culturales, en esta ocasión preocupados por la amenaza a líderes sociales en el marco del conflicto armado. Con alrededor de 400 miembros, una página en Facebook y un Tumblr recién abierto, el colectivo busca generar conocimiento creando diálogos y recopilando la información más relevante que aparece en distintos medios de comunicación. Para la artista Bárbara Santos, una de sus organizadoras, en este momento la iniciativa atraviesa una primera etapa de intercambio de ideas: “Generar contenido no es tan fácil. Hay mucha desinformación, muchas veces desde la ciudades no sabemos aportar a la región, no sabemos si cuando colaboramos vamos en contra de casos particulares. Nos hemos dado cuenta que se necesita mucha calma frente a lo que estamos haciendo”. Por el momento, Más voces se ha dedicado a trabajar con personas directamente, con la idea de más adelante generar acciones específicas a partir de un mayor entendimiento de lo ocurrido.