Literatura y género

Vuelve y juega: solo escritores hombres son invitados en representación de Colombia a una feria del libro

Ya había pasado en noviembre 2017 cuando el ministerio de Cultura anunció que el evento que inauguraría el año Colombia-Francia contaría con la participación únicamente de escritores hombres. Ahora sucede con la feria del libro de Xalapa, en la que Colombia es el país invitado.

Gloria Susana Esquivel*
21 de marzo de 2019
Detalle del afiche promocional de la Fiesta Internacional del Libro de Xalapa, en la que Colombia es el país invitado. En el cartel aparecen los escritores colombianos invitados, todos hombres.

Sabíamos que iba a pasar, pero no pensamos que fuera a pasar tan pronto. Y acá estamos otra vez, haciendo posts en Facebook, desempolvando el hashtag y escribiendo columnas de opinión porque nuevamente se presentó lo impresentable. Ya había pasado en noviembre 2017 cuando el ministerio de Cultura anunció que el “magno evento” que inauguraría las jornadas literarias del año Colombia- Francia contaría con la participación únicamente de escritores hombres y prendimos las alarmas. Nos organizamos, protestamos y reclamamos. Dijimos de todas las maneras posibles, en cualquier lugar en donde encontramos el espacio, que Colombia tiene escritoras y hasta creamos un catálogo en línea para hacerles más fácil la tarea de encontrarnos. Porque parecía infame que en épocas en que la búsqueda por la igualdad de los derechos de las mujeres se ha convertido en tema de conversación y de agenda de políticas públicas, se siguiera insistiendo en la idea de que los únicos que pueden tener el espacio para conversar sobre el quehacer literario en Colombia fueran los hombres.

Pero pasó de nuevo. Y pasó muy pronto.

El 20 de marzo comenzó a circular en redes sociales el cartel de escritores invitados como parte de la delegación colombiana a la Feria Internacional del Libro Universitario, que se lleva a cabo en la ciudad de Xalapa, Veracruz. Este año el país invitado es Colombia y parecería que los encargados de la curaduría hubieran buscado conformar un grupo de escritores que abarcara diferentes géneros literarios –desde la poesía hasta la literatura infantil– para componer una muestra diversa. Sin embargo, la ejecución de la idea fracasó, y con ganas, al revelarse que los ocho escritores invitados eran todos hombres.

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¿Cómo podría explicarse esto? Me aventuraré primero con hipótesis benévolas. Tal vez los organizadores, conscientes de la importancia de llevar escritoras mujeres a este tipo de eventos contactaron a las numerosas escritoras colombianas —de las cuales tanto en los géneros de poesía, narrativa y literatura infantil podría hacerse una extensa lista de nombres— y, al recibir cientos de negativas –todo gestor sabe que siempre hay que anticipar problemas de agenda, conflictos de horario o alguna visa– tuvieron que apañárselas con una delegación conformada enteramente por hombres.

Sin embargo, al revisar los comentarios en la publicación de Facebook en donde aparece el afiche que anuncia orgulloso la delegación, con el pecho henchido de mariposas amarillas como las que revolotean por los rostros de los hombres invitados, encontramos que uno de los organizadores confiesa que intentó contactar a dos (¡dos!, DOS) escritoras que nunca le respondieron y que por eso no hay mujeres invitadas.

Al revisar la página web del evento, encontramos la siguiente descripción del estado del arte de la literatura del país: “La literatura colombiana se ha destacado en el ámbito hispano desde el siglo XIX y hoy sigue siendo referente en materia de excelencia en obras y el reconocimiento de sus escritores. Entre los numerosos escritores colombianos se pueden mencionar a Gabriel García Márquez, Candelario Obeso, Rafael Pombo, José Eustasio Rivera, Jorge Isaacs. Santiago Gamboa, William Ospina, Triunfo Arciniegas, Jairo Buitrago, Laura Restrepo, Daniel Ferreira, Felipe Restrepo Pombo y Darío Jaramillo”.

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Una vez más, la ausencia magnifica el sesgo. Los organizadores de esta Feria solamente pudieron encontrar a una (una, ¡una!, UNA) escritora para incluir en ese canon improvisado que pretende abarcar todos los periodos de la literatura nacional.

Y es entonces cuando se me acaban las hipótesis benévolas. Cualquier lector curioso –o gestor apurado y necesitado de un rápido listado hecho por Wikipedia– sabe que cada autor que se nombra, que se lee y que se admira, comparte unas temáticas y unas inquietudes con sus contemporáneos y con sus coetáneos. Y que no es difícil trazar una línea entre Gabriel García Márquez y Marvel Moreno, como tampoco lo es entre Jorge Isaacs y Soledad Acosta de Samper, Candelario Obeso y Teresa Martínez de Varela, Triunfo Arciniegas y Yolanda Reyes, Darío Jaramillo y Piedad Bonnett; mucho menos entre Daniel Ferreira y Felipe Restrepo Pombo y Margarita García Robayo y Pilar Quintana.

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En las redes sociales aparece la suspicacia de agudos lectores hombres que argumentan que si a esas mujeres no las nombran o no las invitan debe “ser por algo”. Tal vez porque no son tan buenas como sus contrapartes masculinas, o tal vez porque estos eventos evidencian un sistema cultural que parecería manejarse como un salón de billar en donde tienen prohibida la entrada las mujeres.

¿Acaso el trabajo de organizar un evento literario no debería venir acompañado con la curiosidad por conocer voces diferentes a las masculinas heterosexuales, para así armar un relato mucho más diverso de la literatura colombiana? ¿Será que estos gestores se han tomado el trabajo de leer la obra de alguna escritora colombiana para valorar su trabajo y considerarla como parte de una delegación internacional? Y si los compañeros organizadores no lo han hecho, ¿se habrán preguntado por qué la obra de escritoras colombianas no se reedita y distribuye, lo que hace que la labor de visibilizarlas dentro del canon nacional sea mucho más difícil?

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Si queremos reflexionar de una manera seria sobre la literatura colombiana es necesario que los gestores entiendan que sobre ellos recae la responsabilidad de armar una curaduría justa y diversa que permita componer la pluralidad de voces que narran Colombia. Habría también que pensar y repensar las mariposas amarillas como única solución gráfica para representar la literatura colombiana, pero creo que ese problema se resolverá mucho antes que ese punto ciego de quienes no se inquietan cuando ven un cartel conformado por solo escritores hombres. ¿Se habrán preguntado por la idea parcializada de país que puede resultar de una conversación entre ocho hombres, o es que acaso creen que solamente ellos merecen tener la palabra?

*Escritora. Autora de Animales del fin del mundo (Alfaguara, 2017)