OPINIÓN

Álvaro Uribe: del sueño a la pesadilla

Siendo gobernador de Antioquia propuso diálogos regionales con las guerrillas de las Farc y el Eln. Los invitó a concretar sus sueños de revolución social. ¿Por qué ahora se los niega?

Juan Diego Restrepo E., Juan Diego Restrepo E.
11 de noviembre de 2016

En marzo de 1997 el entonces gobernador de Antioquia, Álvaro Uribe Vélez, les propuso a los grupos guerrilleros que operaban en el departamento la posibilidad de adelantar diálogos regionales con el fin de superar las condiciones de violencia y de ofrecerle otros caminos para concretar sus propuestas sociales y políticas.

Basado en las experiencias de desmovilización y reinserción de los combatientes del Ejercito Popular de Liberación (Epl), la Corriente de Renovación Socialista (Crs, disidente del Eln) y de las milicias de la zona nororiental de Medellín, el mandatario local puso a disposición la Comisión Facilitadora de Paz de Antioquia para avanzar con las guerrillas de las Farc y el Eln en la búsqueda de condiciones para iniciar diálogos regionales.

Lo que me llama la atención de esa invitación es el argumento de Uribe Vélez para sustentar su propuesta, que fue publicada el 5 de marzo de 1997 en el diario El Colombiano. Inicialmente dijo: “Quiero decir a la guerrilla que nos sentemos a dialogar. Con lo que es posible conseguir todo lo que ellos han soñado en materia de revolución social. Con la lucha armada hoy, no se consigue nada. Con diálogo y reinserción se consiguen todas las reformas y los pasos de progreso con que la guerrilla pudo haber soñado”.

A renglón seguido agregó: “Necesitamos es que en los grupos violentos surja voluntad de diálogo. De parte del Gobierno la hay toda. Y no sólo eso sino de introducir cuanta reforma social se requiera. De apoyar cuanto programa de reinserción haya que apoyar. Y para que lo nuestro no quede como mera promesa, aquí está lo que se ha hecho en materia de apoyo a los reinsertados”.

Finalmente dijo: “Llamo a la guerrilla para que recapacite, para que desista de la vía violenta, para que piense en ese diálogo, en la seguridad de que aquí podríamos crear un gran ejemplo para avanzar aceleradamente hacia la paz”.

No eran tiempos fáciles en aquellos años para el departamento de Antioquia, ni para el país. Las guerrillas de las Farc y el Eln tenían aceitadas sus máquinas de guerra y la dirigían no solo contra la Fuerza Pública, sino contra la población civil. La toma cruenta de poblaciones, los asesinatos de policías y militares, la utilización de armas no convencionales sin control de sus efectos y el secuestro eran noticia todos los días.

Del lado contrario ya estaba tomando forma la confederación de organizaciones paramilitares que acabaron conformando las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), otra máquina de guerra generadora de daños indescriptibles e irreparables que se empleó a fondo en atacar a la población civil en connivencia con sectores militares, policiales, económicos y políticos, y apoyada por las cooperativas de vigilancia y seguridad privada, conocidas como Convivir, que tanto promovió Uribe Vélez.

Vaya uno a saber qué pasa por la mente de un hombre con una actividad tan febril como la suya, pero en un intento por entender su propuesta de aquella época, tejo explicaciones mentales y llego a una conclusión que no sé si sea novedosa o no, pero se puede constatar con la extradición de los jefes paramilitares de las AUC luego de acordar con ellos su dejación de armas y reintegración a la vida civil: la invitación al diálogo en aquella época era una trampa.

¿Estaban dadas las condiciones para adelantar esos diálogos regionales? La respuesta es no. Varias razones la explican: de un lado, la debilidad del entonces presidente de la República, Ernesto Samper, no permitía cohesionar a distintos sectores políticos, económicos y sociales para impulsar este tipo de iniciativas; de otro lado, estaba en todo su furor la solución contrainsurgente y no parecía viable detenerla justo cuando estaba consolidándose con el apoyo estatal; y por parte de la guerrilla no había la disposición a dialogar por cuanto estaban enredados en defender sus posiciones ante la arremetida paramilitar.

Una razón adicional para sugerir que aquella invitación era una trampa fue la manera cómo impulsó el rechazo a los acuerdos logrados por el gobierno nacional con las Farc en La Habana. De su discurso borró totalmente aquella invitación a concretar los sueños de la revolución social y se concentró en atacarlos de la manera más enconada posible, apelando incluso a las mentiras.

Al leer aquella página de El Colombiano del 5 de marzo de 1997, evoco la imagen del Flautista Mágico, aquel personaje de la fábula alemana que con sus tonadas libró al pueblo de Hamelín de una plaga de ratas, conduciéndolas al río para que se ahogaran, pero también sedujo a unos niños y los internó en las montañas para desaparecer con ellos, convirtiendo la vida de sus padres en una pesadilla.

¿Hacia dónde conducía esa trampa que, intuyo, quiso poner el entonces gobernador de Antioquia? No lo sé, pero la invitación a hacer realidad el sueño de la revolución social no me convence, por eso creo que era más bien una estrategia contra sus más enconados enemigos para que salieran de sus madrigueras, seducidos por sus palabras, y conducirlos a un río, donde desaparecerían, como las ratas de Hamelín.

La iniciativa de dialogar regionalmente no fue aceptada por la insurgencia en armas en aquella época. Lo que vino después fue la negación total de sus pretensiones, con el apoyo de millones de colombianos que se dejaron seducir por este flautista mágico de nuestros tiempos.

En Twitter: jdrestrepoe

(*) Periodista, director de VerdadAbierta.com

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