Un respiro de alivio en la familia imperial japonesa ha significado el nacimiento del nuevo heredero del trono del Crisantemo, el tercero en la línea de sucesión. El bebé real, hijo de la princesa Kiko y el príncipe Akishino, es el primer varón nacido en 41 años y el llamado a desactivar, por lo menos por ahora, la grave crisis en la sucesión de los varones en el tradicional sistema imperial de Japón. Volantes de última hora impresos por los más importantes diarios japoneses, copas de champaña en las tiendas más exclusivas, incansables transmisiones de las cadenas de televisión que mostraban una y otra vez un mapa del interior del hospital que ilustraba no sólo el lugar donde se realizaba la cesárea de la princesa, sino la sala donde supuestamente esperaba la noticia el padre de la criatura, marcaron el inicio de la jornada. Entre tanto, cientos de personas reunidas en los alrededores del Palacio Imperial en Tokio daban inicio al alborozo que seguramente se notará por algún tiempo en todo Japón. Sin embargo, para muchos queda un sabor agridulce y marca la diferencia de opiniones en relación con la igualdad de géneros que por lo menos en letra existe en la constitución japonesa. En los meses anteriores, los más importantes magazines han dedicado una buena parte de sus páginas al análisis de los sentimientos de la opinión pública generados principalmente por el drama que ha vivido la princesa Masako, esposa del príncipe Naruhito, primero en la línea de sucesión, debido a la insoportable presión que ha sufrido por no haber dado a luz un hijo varón para el trono. En el limbo quedaron las buenas intenciones de un proyecto de ley presentado por el primer ministro, Junichiro Koizumi, que pretendía revisar la ley de sucesión imperial que permitiría a las mujeres ascender al trono. La propuesta, que gozaba de una amplísima aceptación en la sociedad japonesa, en parte por la gran simpatía que genera la pequeña Aiko, hija de la célebre princesa Masako, fue retirada de las deliberaciones inmediatamente después de que el nuevo embarazo real de la esposa del príncipe Akishino fue anunciado. Para muchos, el nacimiento del heredero es un triunfo de los conservadores y un tema muy sensible para ser tratado en público. Esta semana, el ministro de Justicia de Japón, Seiken Sugiura, fue duramente criticado por comentar ante la prensa que esperaba que el nuevo miembro de la familia real fuera un varón. Para los analistas, la frase del Ministro pretendía expresar su opinión favorable hacia la permanencia de la línea de sucesión al trono que sólo permite que los varones por parte del padre puedan sustentar el título de emperador. Los tradicionalistas han sostenido en varias oportunidades que el nombramiento de una emperatriz destruiría más de 1.000 años de cultura japonesa y argumentan que el cromosoma Y del emperador es el que contiene la esencia de la familia real que debe ser preservada a toda costa. Muchos otros han sugerido el restablecimiento de las concubinas para asegurar la raza de los potenciales emperadores. El debate pareciera no terminar y es un tema de conversación diario entre las mujeres universitarias y profesionales. “No entiendo por qué si somos un país modernizado y con tecnología de punta, no podemos ser tan avanzados como España, por ejemplo, que ha aceptado sin problema a su nueva heredera al trono. Incluso están cambiando la ley. A veces parece que nuestro avance es simplemente cosmético”, comenta desconsolada Makiko Takeshima en su blog universitario. El destino del heredero El camino del nuevo heredero empezará por la difícil tarea de escoger su nombre dentro de los próximos siete días. Un proceso relativamente complicado si se tiene en cuenta que son cerca de 3.000 caracteres chinos que, combinados entre ellos, pueden dar lugar a miles de posibilidades con diferente significado y matiz, dependiendo del kanji que se utilice y de su posición en la palabra. Según los expertos y de acuerdo con los nombres de las hermanas del recién nacido, Mako y Kako, el nombre del nuevo heredero estaría compuesto también de dos caracteres chinos, de los cuales el último sería “hito” cuyo significado es “el más alto estándar moral”. A diferencia de los varones, los nombres de las mujeres reales deben terminar en “ko”, que significa “mujer noble”. El padre del nuevo heredero consultará con expertos en caracteres tradicionales chinos, para que el nombre elegido no haya sido utilizado por ningún otro miembro de la realeza japonesa, y los trazos que constituyan el mismo sean de buen augurio. Los ritos, de acuerdo con la Agencia Imperial de Japón, iniciarán con el obsequio de la “espada de la protección”, un regalo del Emperador, que se supone protegerá al príncipe de las desgracias. La espada ha sido tallada por un maestro considerado como “Tesoro Nacional Vivo” de Japón. A los escasos dos meses de nacido, el bebé real deberá visitar tres templos Shinto diferentes en el Palacio Imperial. Luego, cuando sus dientes empiecen a salir, realizarán un nuevo ritual para desearle buena salud. Llevará, como todos los sucesores al trono, una educación estricta, aunque se espera que sea mucho más relajada que la de su tío, el príncipe Naruhito, que en muchas ocasiones habla con nostalgia de su niñez.