Cuando el sonido de los primeros bombardeos de octubre llenó con furia cada rincón de su apartamento en el barrio Al Zahra, en pleno corazón de la Franja de Gaza, la preocupación de Saeed Al Err por la seguridad de su familia fue más grande que nunca. Aunque su esposa y sus nueve hijos estaban a salvo tras los ataques israelíes, al igual que los casi 400 animales que ha rescatado a través de su organización Sulala Animal Rescue, Saeed comenzó a idear un plan para poner a todos en lugares más seguros.
Nada nuevo en este palestino de 51 años que desde hace 17 se ha dedicado con su familia a salvar animales de la calle –gatos y perros en su mayoría– para buscarles un hogar o para adoptarlos y hacerlos parte de su familia. Todo empezó en 2006 cuando Hamás tomó el control de Gaza y Saeed abandonó el sector público. Luego tomó un curso de adiestramiento canino de nueve meses en Rusia y fundó Sulala.
Desde entonces nunca había sentido tanto miedo por la guerra como en octubre pasado. En uno de los primeros bombardeos de aquel mes perdió a uno de sus voluntarios (Loay, 19 años). El plan para darles mayor protección a su familia y a sus animales era urgente.
Primero pensó en los animales que carecen de alguna extremidad y que se mueven gracias a sillas de ruedas que Sulala improvisa con arnés unidos a ruedas de bicicletas infantiles o carros de juguete. Aunque los 20 perros discapacitados estaban en su refugio de dos hectáreas en Nuseirat, junto con casi 300 perros sin problemas de movilidad y lejos de las zonas donde se registran más ataques, Saeed los quería más cerca suyo para atenderlos en caso de alguna urgencia o de una eventual recaída en sus enfermedades.
Condujo hasta el refugio y los llevó a todos en su van azul: a Sasha, a Dungul, a Billie con su prótesis metálica que suple la ausencia de su pata delantera izquierda, y también a Ringo, al que curó de sarna tras encontrarlo casi desahuciado en abril de 2021. A ellos y a varios más los trasladó a la casa de uno de sus hijos en el sur de Wadi Gaza. Allí, hogar de más gatos y perros rescatados por Sulala, aún se podían oír las explosiones, pero había más ilusión de sobrevivir.
La angustia volvió cuando supo que docenas de perros que se habían quedado en el refugio de Nuseirat rompieron las cercas por el terror a los estruendos de la guerra y escaparon. A muchos los había salvado del abandono, la desnutrición, de enfermedades, del maltrato humano o de lesiones tras ser atropellados por algún carro. Ahora los imaginaba en peligro una vez más.
Adel, voluntario encargado del refugio, corrió ese mismo día a buscarlos con los mismos silbidos que utiliza para anunciar que es la hora de la comida. Recorrió las calles y los fue encontrando uno por uno. Sin dejar de silbar, los guio de vuelta, como un pastor a sus ovejas. Estaban otra vez completos. Y cuando Saeed se enteró, en un momento en que la señal del teléfono revivió, le volvió el alma al cuerpo. Incluso la familia había crecido. “Ahora hay más perros en el refugio que antes de la guerra. Vienen por iniciativa propia. Tal vez saben que serán atendidos”, publicó Saeed en su cuenta de Instagram (sulalaanimalrescue), en la que también informa la manera en que se puede donar dinero para salvar más animales en Gaza.
A pesar de la zozobra por la falta de agua potable, gas, electricidad y víveres en su barrio, Saeed recuperó algo de paz. Los suyos estaban a salvo otra vez. Entonces salió en busca de más necesitados. Durante unos días se dedicó a alimentar hasta burros y caballos en la calle; y también a ayudar a personas a encontrar a sus animales de compañía entre escombros de edificaciones bombardeadas.
Sin embargo, casi una semana después de la reanudación del conflicto, se dio cuenta de que ahora era él quien estaba en peligro. Se decía que el barrio en el que vivía con su esposa Sally y sus hijas sería bombardeado en cualquier momento por el ejército israelí, así que preparó sus propias maletas, así como guacales y cajas para transportar a sus casi 40 gatos. “Dejarlos no es una opción”, dijo. En la van azul realizó los recorridos y acomodó todo en la misma casa de uno de sus hijos en el sur de Wadi Gaza, junto con los 20 perros discapacitados.
Fue la mejor decisión. Una semana después de la mudanza, a mediados de octubre, su barrio fue devastado por un ataque aéreo de casi 12 horas. El apartamento quedó reducido a escombros. Si bien el dolor por las pérdidas materiales pudo haberlo doblegado, el alivio por haber salvado a su familia, a sus animales y a sí mismo prevaleció y lo llenó de fuerza.
No obstante, es difícil mantener la esperanza en medio de tanto caos. La recuperó saliendo a las calles de su nuevo barrio a ayudar junto con su familia, incluida Dudu, su hija de 7 años, y un grupo de voluntarios. Aun cuando la amenaza de bomba limitó a unas pocas calles las zonas transitables, casi todos los días han encontrado a quién auxiliar. “A cualquiera que necesite alimento para sus mascotas se lo daré”, aseguró en otro de sus posts.
También han dado con animales desorientados y hambrientos. Sulala los alimenta e incluso algunos los siguen de vuelta al refugio, como una pequeña gatica blanca con manchas oscuras que hace poco sobrevivió al bombardeo de la torre en la que vivía. Gracias a Sulala encontró un nuevo hogar, y mucha compañía.
El refugio en el sur de Wadi Gaza tiene cada vez más habitantes de cuatro patas. Incluso han llegado varios perros más del refugio de Nuseirat, guiados por el voluntario Adel y sus silbidos. Y para todos ha habido agua, comida y medicinas, gracias a las donaciones que han aumentado desde el recrudecimiento de la guerra.
La ayuda de Sulala promete seguir siendo incondicional. Aunque las amenazas de bomba se han extendido, y el sur de Wadi Gaza dejó de ser seguro desde hace unos días, Saeed no duda en llevarse consigo a todos sus animales a donde sea necesario ante una eventual evacuación. “Se moverán con nosotros, porque nos siguen a todas partes”. Verlos vivos y a su lado también es un bálsamo ante el miedo y la incertidumbre.