No es exagerado decir que las mascotas fueron héroes anónimos durante la pandemia. Cumplieron misiones como rescatistas, policías, guardas de seguridad, guías para personas en condición de discapacidad y cuidadoras de familias.
También fueron grandes aliados para superar los miedos, las dificultades y la incertidumbre. De hecho, las personas recurrían a ellas para salir de sus casas al menos 20 minutos al día en los momentos más álgidos del confinamiento.
Estos y otros motivos hicieron que entre 2020 y en lo corrido de 2022 fueran adoptadas 1.972 mascotas solo en Bogotá, siendo el primer año de pandemia el de mayor número de adopciones: 1.397 perros y 575 gatos, según el Instituto Distrital de Protección y Bienestar Animal. Las otras ciudades principales del país no tienen datos consolidados.
Más allá de las coyunturas o de las crisis, las mascotas siempre son aliadas de la salud. Con sus más de 300 millones de células olfativas, los perros, por ejemplo, son capaces de percibir el miedo, la tensión, la ansiedad y enfermedades del humano, como cáncer o ataques epilépticos. Los gatos, por su parte, ayudan en ciertas enfermedades.
Un estudio de Frontiers in Veterinary Science señala que las interacciones entre gatos y humanos reducen los estados de ánimo negativos, mientras que otro de Journal of Vascular and Interventional Neurology asegura que sus ronroneos tienen un poder curativo: previenen ataques al corazón o derrames cerebrales.
“Empezamos a hablar de seres sintientes y descubrimos que los animales podían ayudar a reducir los niveles de cortisol y a generar experiencias positivas”, dice Jeisson Botero, ‘el profe de los perros’, que lleva 15 años estudiando la relación del ser humano con las mascotas y los beneficios que ofrecen.
Si bien los animales estrecharon aún más sus lazos de amistad con los humanos durante la emergencia sanitaria, su bienestar se afectó por la carga emocional que recibieron. “Las personas les transmitieron sus emociones a los animales y empezamos a ver perros y gatos ansiosos, temerosos, controladores, agresivos y hasta con estrés”, dice Paloma Prado, coaching de mascotas y fundadora de Millow Pelluditos.
En enero de 2019, Milow dictaba, una vez al mes, talleres virtuales a personas con mascotas. Durante la pandemia la frecuencia aumentó a tres por mes y, actualmente, dicta alrededor de cinco mensuales, tanto presenciales como virtuales, para atender trastornos emocionales de los animales y devolverles el bienestar a ellos y sus dueños.
Y así como hay mascotas afortunadas que están en tratamientos postpandemia, otras fueron abandonadas por sus dueños cuando regresaron a estudiar o a trabajar. Los perros y los gatos no estaban listos para quedarse solos en la casa. Sufrieron ansiedad por la separación y algunos causaron daños o ladraron tan fuerte que alarmaron a los vecinos.
Tanto que muchos se convirtieron en un verdadero problema para sus dueños y fueron regalados, sacados a la calle o devueltos a las fundaciones donde los adoptaron. Según un cálculo hecho en Bogotá, Medellín, Cali y Bucaramanga, casi 2.000 animales, entre perros y gatos, están en fundaciones e instituciones públicas a la espera de ser amparados, varios de ellos llegaron después de la pandemia.
“Cada vez es mayor la tasa de abandono, especialmente de animales en etapa de adultez”, dice Tatiana Barrera, líder de adopciones del Instituto Distrital de Protección y Bienestar Animal.
‘El profe de los perros’ asegura que muchos millennials y centennials que adoptaron o compraron mascotas en la pandemia decidieron irse a vivir a otros países y tuvieron que dejarlas. Por eso, fundaciones como La Perla, en Medellín; Rescatar, en Bogotá, y el Instituto Distrital de Protección y Bienestar Animal están llenas de mininos y perros que buscan una nueva familia. En estos sitios los cuidan, los educan y evitan que vaguen por las calles.
Ante este panorama, las entidades ambientales, los animalistas y los especialistas en salud hacen un llamado a la tenencia responsable, recordando que las mascotas no son objetos que se desechan. Hacen parte de las familias y deben ser retribuidos con las mismas atenciones y el cariño que brindaron durante la crisis sanitaria.