Cuando Doris Salcedo supo que por un pequeño margen, los votantes rechazaron el acuerdo de paz con las FARC, sintió, como muchos otros colombianos, una profunda tristeza. Decidió no quedarse quieta. Llamó a María Belén Sáez de Ibarra, curadora del Museo de Arte de la Universidad Nacional, y le dijo: “La única manera de salir de esto es haciendo lo que sabemos hacer. Hay que hacer algo. ¿Me ayudas?”El miércoles por la mañana Salcedo se reunió con Alan Jara, director de la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas, y le pidió una lista indiscriminada de nombres de reclamantes de tierras, falsos positivos, secuestrados, desaparecidos o asesinados por las FARC, por los paramilitares, por el Ejército. Quería una lista desordenada –sin orden alfabético, sin sesgo político, totalmente aleatoria– de víctimas procedentes de las balas que han ido y venido en este conflicto tan largo y que han encontrado en su camino el cuerpo de personas muchísimas veces inocentes.Horas después, los profesores de la universidad enviaron un correo interno explicándoles a los estudiantes la idea de Salcedo y convocándolos a una reunión en el Museo de Arte. Minutos después el mensaje ya circulaba en las redes sociales.El texto decía así: “Se nos propone dibujar, entre todos, en la premura de estos momentos de la crisis del acuerdo de paz, en un lapso de seis días, los nombres de las víctimas del conflicto armado colombiano (…). Necesitamos ser muchos. Estar todos participando para hacerlo posible. Se dibujará cada nombre con cenizas, en un tamaño de 2,50 metros. Estas telas las cortaremos y las llevaremos a la plaza el miércoles 12 de octubre para que en una acción colectiva, entre todos, podamos coser todos los nombres entre sí, con hilo y aguja. El resultado será un gran manto que cubrirá el suelo de la Plaza de Bolívar. Lo haremos a lo largo de todo el día, partir de las 8 de la mañana”.La reunión empezó a las 2:00 p. m. Salcedo explicó con más detalle qué quería hacer y cómo lo harían. Les dijo a los presentes que haría traer, de Medellín y de Bogotá, siete kilómetros de tela blanca y una o dos toneladas de ceniza, para empezar. Y que con esos materiales plasmarían los nombres y apellidos de las 1.900 víctimas incluidas en la lista. Esa pequeña fracción tendría que hablar por todas, desde el piso limitado de la Plaza de Bolívar.A las 4:00 p. m. ya estaban instaladas varias mesas de trabajo y los voluntarios se habían organizado en cuatro grupos: “Hay personas encargadas de cernir la ceniza, de limpiarla. Otro grupo debe construir unas cajas de cartón, los moldes. Otro debe plasmar en cada trozo de tela los nombres, y el último está encargado de fijarlos con barniz”, dice Daniela Santos, arquitecta y estudiante de arte. “Hay cabezas en cada mesa de trabajo. Ahora estamos haciendo pruebas para entender el material. La idea es trabajar intensivamente desde hoy, y todo el fin de semana, en el museo y en la plaza del Che, desde la mañana hasta la noche y hasta el día de la acción, que podría ser el martes 11 o miércoles 12 de octubre desde las 8:00 a. m. Las mismas redes sociales lo confirmarán”.De una columna del museo cuelgan unas listas en las que la gente se puede inscribir. “Necesitamos un horario estricto y gente comprometida”, se le oye decir a Doris Salcedo. Luego se acerca a una de las mesas y dice: “Así. En unas partes más, en otras partes menos. Que dé la sensación de desgaste.La palabra no es completa, la letra no es completa. El proceso de olvido ya empezó. Es eso lo que ha pasado con nuestras víctimas (…). Una parte plana y luego puntos de exceso, como para lograr una sensación de desorden”. Los voluntarios la oyen atentos.Como suele suceder en el trabajo de Doris Salcedo, la escogencia del material no es fortuita. La ceniza, que terminará deprendiéndose un poco de la tela, representa lo volátil, aquello que se va borrando de la memoria, el recuerdo de las víctimas. Pero la ceniza guarda al mismo tiempo la idea de un renacer. Y también de algo que permanece a pesar de la destrucción y que recuerda la ausencia de aquello que era, que existía antes de convertirse en cenizas.Por más de que se fije con el pegante, el material terminará esfumándose. Después las telas se irán apilando para llevarlas a la plaza. Y a partir del monumento de Bolívar se tejerán in situ, en forma –al parecer– circular, de adentro hacia afuera, hasta abarcar con ellas todo el piso de la plaza.“En algunas partes se va a caer, en otra partes va a quedar. También está bien que cuando las empecemos a mover, las telas se unten y se mueva un poco la ceniza. Es ceniza, no pintura (…). No son nombres sólidos, escritos en tinta indeleble, sino nombres escritos en ceniza, que se la lleva el viento, que está a punto de esfumarse (…). Hay partes donde la letra permite su legibilidad. Es importante pensar dónde se puede marcar la legibilidad de cada letra. Y dónde se puede dejar menos ceniza (…). Hay toda una variación. Esto está hecho por diferentes personas y cada fecha de muerte es distinta.Unas víctimas son más antiguas que otras, por lo tanto, puede haber nombres más oscuros que otros, letras más oscuras que otras. Y la memoria ya está actuando. Ya se está borrando (…). Chicos, la memoria ya está actuando, se está borrando. Acuérdense”.