* Este es un contenido periodístico de la Alianza Grupo Río Bogotá: un proyecto social y ambiental de la Fundación Coca-Cola, el Banco de Bogotá del Grupo Aval, el consorcio PTAR Salitre y la Fundación SEMANA para posicionar en la agenda nacional la importancia y potencial de la cuenca del río Bogotá y  sensibilizar a los ciudadanos en torno a la recuperación y cuidado del río más importante de la sabana. Este es uno de los primeros estudios a gran escala que involucra tanto variables humanas como ambientales de los páramos. Su novedad radica en su enfoque dirigido a la vulnerabilidad climática ya que otros trabajos realizados están orientados en la riqueza y biodiversidad de estos ecosistemas. Le sugerimos: Conozca el extraordinario nacimiento del río Bogotá Para crear este índice de capacidad de adaptación, se tomaron en cuenta tres variables relacionadas con el ser humano: minería, agricultura y densidad poblacional, así como tres ambientales: diversidad, áreas protegidas y bosques.Dentro de la lista de los páramos más vulnerables en una proyección a 30 años están Rabanal (entre Cundinamarca y Boyacá), Guantiva - La Rusia (entre Boyacá y Santander) e Iguaqué - Merchán (Boyacá), ya que se encuentran en zonas que han sido fuertemente intervenidas por la agricultura y minería y a la vez cuentan con muy baja diversidad de frailejones. En cambio los que se proyectan como los menos vulnerables son el Tatamá (entre Chocó, Valle del Cauca y Risaralda), Farallones (Cali) y Las Hermosas (Tolima). Estos tienen una mayor capacidad de adaptación ya que se encuentran en áreas protegidas y poco intervenidas. Le puede interesar: Buscan blindar los 36 páramos de Colombia de la explotación minera La investigación fue liderada por Brayan Valencia, ingeniero agrícola de la Universidad Nacional sede Palmira y contó con la participación de los expertos en páramos de la Universidad de los Andes Santiago Madriñán y Andrés Cortés, quien afirmó a la agencia Unimedios que en el escenario más pesimista “si las especies de Espeletia (Frailejones) y páramos se perdieran para siempre, la ciencia perdería un laboratorio poco explorado para estudiar la evolución que se produce a velocidades increíbles; esto sería equivalente a que desaparecieran las islas Galápagos”. Según los expertos, los páramos son una de las zonas más ricas en biodiversidad, de más rápida evolución en la Tierra y a su vez de las más amenazadas. “Los páramos también son el principal proveedor de agua de los ecosistemas de humedales y las zonas densamente pobladas, por lo que, si no se tiene en cuenta su futuro, se puede poner en peligro la seguridad alimentaria y el agua en el norte de los Andes”, explicó Madriñán a Unimedios. La diversidad valorada en frailejones

El estudio de los frailejones sirvió como indicador de riqueza. Foto Nicolás Acevedo Ortiz En la investigación se evaluaron los frailejones (Espeletia) en los 36 páramos del país, los cuales sirvieron como un indicador de diversidad. Esta planta es nativa de Colombia, Venezuela y Ecuador. En total se analizaron 28 tipos de frailejones, con los que se realizó un mapa de riqueza basado en su distribución en los páramos. Para esto se usó un modelo de distribución denominado Maxent, que toma como referencia los puntos de presencia de la especie y variables climáticas para establecer potenciales probabilidades de existencia de frailejones a futuro. Para este estudio el año 2050. Le sugerimos: Río Bogotá: un guerrero ancestral que espera su renacer Para el Ingeniero Brayan Valencia “con esas 28 modelaciones la idea era establecer un indicador de diversidad porque esto también muestra la capacidad de adaptación frente a los efectos del clima”. Una vez realizado este mapa se analizaron las diferencias para saber qué zonas perderían, ganarían o conservarían la aptitud climática en otro mapa, este de pérdidas y ganancias con el cual se proyectan los páramos que tendrían cambios para esas especies. Posteriormente tomaron los indicadores ambientales y los antrópicos y se relacionaron con otro indicador, la capacidad de adaptación, que refleja qué tan bien o mal pueden responder estos ecosistemas frente a factores climáticos o los producidos por la interacción humana. Los resultados se evalúan en un mapa de sensibilidad que compara las pérdidas o ganancias versus la capacidad de adaptación y esto permite establecer el nivel de vulnerabilidad. El investigador Valencia concluye que lo importante de este trabajo radica en que se pueden identificar zonas potencialmente críticas que requieren acciones de conservación tempranas, sin que esto genere algún tipo de alerta. Aquí puede encontrar la publicación de la revista Frontiers.*Con información de Unimedios.