Frailejones lesionados y encenillos fracturados por el arrastre de la madera hacen parte del lúgubre paisaje que se ve en las imágenes. Media hectárea de árboles talados. Un espacio lleno de vida se convirtió en un desierto, en un peladero. Poco importó la cuarentena obligatoria y la posibilidad de contagio por coronavirus. Para algunos fue el momento perfecto para afectar un espacio natural.Parece que las penas de Majuy no cesan. Al recordado incendio que duró varios días en 2007 se le suman las constantes talas, que pocas veces tienen culpables. La comunidad del municipio de Cota , en Cundinamarca, denuncia que por lo menos en lo corrido de este año se han presentado tres sucesos en los que los árboles han sido devastados.
“En febrero de este año se evidenció un proceso de tala en el sector de Galilea. Posteriormente, el 19 de marzo, las talas se evidenciaron en la zona de Alto de la Cruz. Y el pasado 6 de abril, en esa misma zona se encontraban dos personas en la misma situación, quienes manifestaron tener el permiso del gobernador de la comunidad indígena muisca del municipio”, manifestó Tatiana Olaya, veedora de Conservación y Protección Animal Cota (CPAC).Le puede interesar: Zoológicos podrán pagar por cuotas los servicios públicos
Bidones de gasolina fueron encontrados abandonados en el lugar.Muchos de los árboles talados son de especies introducidas como las Acacias, pino y eucalipto, árboles que pueden ser de gran altura. Luego de ser fragmentados en partes y acumulados, estos son bajados del cerro. En ese proceso, flora nativa como frailejones, encenillos o sangregados son lesionados o fracturados. El bosque alto andino corre peligro y animales propios de ese ecosistema como búhos, lechuzas y otras aves ya poco se ven. El paisaje ahora lo conforman bidones de gasolina, colillas de cigarrillo y hasta vidrio picado. Todo lo necesario para generar un incendio de grandes proporciones, así sea de forma involuntaria.El cerro Majuy hace parte de la Reserva Forestal Protectora de la Cuenca Alta del río Bogotá. Lo que hace que cualquier intervención de tala, ya sea para reforestación, debe contar con los debidos permisos de la secretaría de ambiente local, así como de la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca CAR. Para obtener esa autorización se debe, entre otros pasos, presentar un proyecto de restauración ecológica, donde se procure la menor afectación de la zona.
Árboles nativos se ven afectados por el arratre y los machetazos al bajar la madera.La deforestación que vivió el cerro Majuy, según los habitantes de Cota, representa un peligro ya que fue hecha en una zona de pendiente donde hay casas más abajo. La zona despejada puede erosionarse o removerse y ese material podría afectar las viviendas.Lo que preocupa además de la tragedia ambiental, es que las personas que realizaron este acto violaron la cuarentena obligatoria y un decreto municipal vigente desde el año pasado que impide el acceso a la zona.
La zona talada está en una pendiente encima de algunas casa lo que puede generar peligro.Ante la posibilidad de que los árboles talados hagan parte de un programa de reforestación por parte de un resguardo indígena muisca, estos igualmente están sujetos a todas las normas vigentes de protección y manejo de recursos. Por lo que deberían contar con los permisos de las autoridades ambientales.Le sugerimos: Indígenas kankuamos recurren al trueque para sobrevivir en la cuarentena“Las personas que realizaron esto no cuentan con los permisos. Por eso pedimos a la CAR y a las autoridades que investiguen el tema y actúen. La comunidad de Cota está preocupada por la situación. Si la tala se hizo en un programa de reforestación por qué no se socializó para que los ciudadanos pudieran involucrarse en estos proyectos. Por qué se hace en cuarentena y por qué especies introducidas como el retamo liso y el retamo espinoso no se extrajeron también”, agregó Olaya.Semana Sostenible intentó comunicarse con la secretaría de ambiente del municipio de Cota, pero hasta el momento de la publicación no obtuvo respuesta. Entre tanto queda la duda de quiénes violaron la cuarentena nacional obligatoria para realizar esta tala, ¿contaban con los permisos?Este es un contenido periodístico de la Alianza Grupo Río Bogotá: un proyecto social y ambiental de la Fundación Coca-Cola, el Banco de Bogotá del Grupo Aval, el consorcio PTAR Salitre y la Fundación SEMANA para posicionar en la agenda nacional la importancia y potencial de la cuenca del río Bogotá y sensibilizar a los ciudadanos en torno a la recuperación y cuidado del río más importante de la sabana.