El orden en el que comúnmente se leen las oraciones es de la siguiente manera: oración para todos los días, consideraciones del día, oración a la Santísima Virgen, oración a San José, gozos o aspiraciones para la venida del Niño Jesús, oración al Niño Jesús y, por último, se canta algún villancico.

SEMANA comparte las oraciones, los cantos y la forma en que se debe rezar para en este cuarto día:

Oración de todos los días

Benignísimo Dios de infinita caridad, que tanto amasteis a los hombres, que les disteis en vuestro hijo la prenda de vuestro amor, para que hecho hombre en las entrañas de una Virgen naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio; yo, en nombre de todos los mortales, os doy infinitas gracias por tan soberano beneficio.

En retorno de él os ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de vuestro hijo humanado, suplicándoos por sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongáis nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido, con tal desprecio de todo lo terreno, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén.

Al finalizar, se rezan tres ‘Gloria al Padre’ de la siguiente manera:

  • La persona que leyó la oración, dice: gloria al Padre, gloria al Hijo y gloria al Espíritu Santo.
  • El resto de participantes en la novena responden: como era un principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.

Consideraciones

Desde el seno de su madre comenzó el niño Jesús a poner en práctica su eterna sumisión a Dios, que continuó sin la menor interrupción durante toda su vida. Adoraba a su eterno padre, le amaba, se sometía a su voluntad; aceptaba con resignación el estado en el que se hallaba, conociendo toda su debilidad toda su humillación, todas sus incomodidades. ¿Quién de nosotros quisiera retroceder a un estado semejante en el pleno goce de la razón y de la reflexión? Por ahí entró el divino niño en su dolorosa y humillante carrera; así empezó a anonadarse delante de su padre, a enseñarnos lo que Dios merece por parte de su criatura, a expiar nuestro orgullo, origen de todos nuestros pecados.

¿Deseamos una verdadera oración? Empecemos por formarnos de ella una exacta idea, contemplando al niño en el seno de su madre. El divino niño ora y ora del modo más excelente. No habla, no medita, ni se deshace en tiernos afectos. Su mismo estado, los acepta con la intención de honrar a Dios, en su oración y en ese estado expresa altamente todo lo que Dios merece, y de qué modo quiere ser adorado por nosotros.

Unámonos a las adoraciones del niño Dios en el seno de María, unámonos a su profundo abatimiento, y sea este el primer efecto de nuestro sacrificio a Dios. Desaparezcamos a nuestros propios ojos y que a Dios sea todo para nosotros.

Después, se realiza en la novena la oración a la Santísima Virgen:

Oración a la Santísima Virgen:

Soberana María que por vuestras grandes virtudes y especialmente por vuestra humildad, merecisteis que todo un Dios os escogiese por madre suya, os suplico que vos misma preparéis y dispongáis mi alma y la de todos los que en este tiempo hiciesen esta novena, para el nacimiento espiritual de vuestro adorado hijo. ¡Oh dulcísima madre!, comunicadme algo del profundo recogimiento y divina ternura con que lo aguardasteis vos, para que nos hagáis menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.

Al finalizar, se rezan tres Avemaría de la siguiente manera:

  • La persona que leyó la oración, dice: Dios te salve María, llena eres de gracia. El señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito sea el fruto de tu vientre Jesús.
  • El resto de participantes en la novena responden: Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

El siguiente paso es el rezo de la oración a José, padre de Jesús en la Tierra:

Oración a José:

¡Oh santísimo José, esposo de María y padre adoptivo de Jesús! Infinitas gracias doy a Dios porque os escogió para tan soberanos misterios y os adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Os ruego, por el amor que tuvisteis al Divino Niño, me abracéis en fervoroso deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su divina esencia le veo y le gozo en el cielo. Amén.

Al finalizar, se reza un Padre nuestro, un Avemaría y un Gloria.

Gozos

El quinto paso para leer la novena en el segundo día son los gozos, las familias sacan sus panderetas y maracas para acompañar el tradicional canto que anticipa el nacimiento del Niño Jesús durante los nueve días previos a la Nochebuena.

Los gozos se inician con la siguiente frase cantada:

  • “Dulce Jesús mío, mi niño adorado, ven a nuestra almas, ven no tardes tan. Ven no tardes tanto”

Luego, se canta la estrofa de canción que se repite al terminar la lectura de cada gozo:

  • “Ven, ven, ven... ven a nuestras almas, Jesús, ven, ven, ven, ven... ven a nuestras almas, Jesús, ven, ven a nuestras almas. No tardes tanto, no tardes tanto, Jesús, ven, ven, ven, ven”.

Estos son cada uno de los gozos y se leen en el siguiente orden:

  • Dulce Jesús mío, mi niño adorado ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
  • ¡Oh, Sapiencia suma del Dios soberano, que a infantil alcance te rebajas sacro! ¡Oh, Divino Niño, ven para enseñarnos la prudencia que hace verdaderos sabios! Ven a nuestras...
  • ¡Oh, Adonai potente que Moisés hablando, de Israel al pueblo diste los mandatos! ¡Ah, ven prontamente para rescatarnos, y que un niño débil muestre fuerte el brazo! Ven a nuestras...
  • ¡Oh, raíz sagrada de José que en lo alto presenta al orbe tu fragante nardo! Dulcísimo Niño que has sido llamado Lirio de los valles, Bella flor del campo. Ven a nuestras...
  • ¡Llave de David que abre al desterrado las cerradas puertas de regio palacio! ¡Sácanos. Oh Niño con tu blanca mano, de la cárcel triste que labró el pecado! Ven a nuestras...
  • ¡Oh, lumbre de Oriente, sol de eternos rayos, que entre las tinieblas tu esplendor veamos! Niño tan precioso, dicha del cristiano, luzca la sonrisa de tus dulces labios. Ven a nuestras...
  • ¡Espejo sin mancha, santo de los santos, sin igual imagen del Dios soberano! ¡Borra nuestras culpas, salva al desterrado y en forma de niño, da al mísero amparo! Ven a nuestras...
  • ¡Rey de las naciones, Emmanuel preclaro, De Israel anhelo Pastor del rebaño! ¡Niño que apacientas con suave cayado ya la oveja arisca, ya el cordero manso! Ven a nuestras...
  • ¡Ábranse los cielos y llueva de lo alto bienhechor rocío como riego santo! ¡Ven hermoso Niño, ven Dios humanado! ¡Luce, Dios estrella! ¡Brota, flor del campo! Ven a nuestras...
  • ¡Ven, que ya María previene sus brazos, do su niño vean, en tiempo cercanos! ¡Ven, que ya José, con anhelo sacro, se dispone a hacerse de tu amor sagrario! Ven a nuestras...
  • ¡Del débil auxilio, del doliente amparo, consuelo del triste, luz del desterrado! ¡Vida de mi vida, mi dueño adorado, mi constante amigo, mi divino hermano! Ven a nuestras...
  • ¡Ven ante mis ojos, de ti enamorados! ¡Bese ya tus plantas! ¡Bese ya tus manos! ¡Prosternado en tierra, te tiendo los brazos, y aún más que mis frases, te dice mi llanto! Ven a nuestras...
  • La persona que leyó la oración dice: Ven Salvador nuestro por quien suspiramos y el resto de participantes en la novena responden: Ven a nuestras almas, Ven, no tardes tanto!

Para terminar, se reza la oración al Niño Jesús; es el último paso para finalizar la novena de aguinaldos, para muchos, es la oración más importante:

Oración al Niño Jesús:

Acordaos, ¡oh dulcísimo Niño Jesús!, que dijisteis a la venerable Margarita del santísimo Sacramento, y en persona suya a todos vuestros devotos, estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente: “Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado”. (Usualmente, las personas toman una pausa en este momento para dar sus suplicas y luego continúan). Llenos de confianza en vos, ¡oh Jesús!, que sois la misma verdad, venimos a exponeros toda nuestra miseria. Ayúdanos a llevar una vida santa, para conseguir una eternidad bienaventurada. Concédenos por los méritos infinitos de vuestra infancia, la gracia de la cual necesitamos tanto. Nos entregamos a vos, ¡oh Niño omnipotente!, seguros de que no que dará frustrada nuestra esperanza, y de que en virtud de vuestra divina promesa, acogeréis y despacharéis favorablemente nuestra súplica. Amén.

Luego de esto, se finaliza todo y las personas hacen la bendición (en el nombre del padre, del hijo, y del espíritu santo. Amén).

Villancico para el día