Tiene claro que en la naturaleza se ve muy poco de lo que se oye, por eso los sonidos son determinantes para estudiar la biodiversidad. Así piensa Mauricio Álvarez, biólogo bogotano que  lleva más de 25 años recorriendo selvas y distintos ecosistemas de Colombia.  Su lugar favorito es el río Duda, afluente del río Guayabero en el departamento del Meta, en donde empezó como encargado de la estación primatológica de La Macarena. “Era adictivo llegar a los sitios de muestreo a las 5 de la mañana, justo antes de que amaneciera. El bosque para ese momento es un lugar lleno de sombras. En la medida en que se va ganando luz, los sonidos empiezan a incrementarse hasta la explosión de un concierto que pocos tenemos el privilegio de apreciar. Es justo en ese momento en que debe empezarse a grabar”, describe Álvarez. Para esa época, la grabadora de este biólogo era casi un maletín con cassette y micrófono unidireccional. Se debía monitorear el estado de la cinta y llevar consigo más de un repuesto. Una hora de grabación puede traducirse en tres de identificación de cada sonido. Le recomendamos: Un experto en biodiversidad que nunca pisó un salón de clases En palabras de Álvarez, los archivos adquieren vida con el paso del tiempo: cada vez que se escuchan es posible identificar nuevos sonidos que en un primer momento pasaron desapercibidos. En su récord personal se cuentan más de 10.000 grabaciones y quizá el 30 % de ese material aún está por ser redescubierto. “Fui el tercer empleado que tuvo el Instituto Humboldt”, recuerda entre risas. Llegó en 1992, año en que se fundó la entidad. Para entonces se requería hacer evaluaciones biológicas rápidas a través de un inventario lo suficientemente fuerte que diera cuenta del estado de conservación de la biodiversidad del país. “No se tenían grabaciones de este tipo en Colombia, de manera que fue como armar un castillo de naipes”, señala. 

La grabadora de este biólogo era casi un maletín con cassette y micrófono unidireccional. Foto: Instituto Humboldt. Para Álvarez lo más estimulante es escuchar un sonido que no se puede identificar y empezar a buscarlo para luego confirmar que se trata de un nuevo registro o una nueva especie endémica para el país. El estudio de los paisajes sonoros permite evaluar el estado de conservación de los distintos ecosistemas y conocer el impacto de la intervención humana, así como monitorear la biodiversidad a largo plazo. Justamente, la caracterización de sonidos ambientales permitió que se alcanzara la ampliación de los Parques Nacionales Naturales de Chingaza y Serranía de Chiribiquete. Le sugerimos: El biólogo que observa aves con exguerrilleros de las FARC A Álvarez no deja de sorprenderle la velocidad del desarrollo tecnológico. “Hoy es posible instalar grabadoras autónomas que se programan para que capten sonidos en determinados intervalos por largos períodos de tiempo, así como la digitalización del material”.

Analizar cada sonido es la pasión de Mauricio Álvarez. Foto: Isntituto Humboldt. “Imagino a un futuro haciendo inventarios globales de muestras sonoras de hábitats como referencias que permitan estudiar el impacto de ciertas actividades humanas. Esta es una técnica muy eficiente que permite proyectar escenarios sin grandes inversiones a la hora de evaluar el estado de conservación”, apunta. Lo cierto es que ha sido tal su legado que hoy la Colección de Sonidos Ambientales del Instituto Humboldt lleva su nombre.Gran colección Actualmente, la colección de sonidos ambientales de esta entidad es la más completa de América Latina, con más de 23.348 archivos de audio. Contiene registros de especies y de paisajes naturales de audio de alrededor de 551 localidades de los principales ecosistemas, donde predominan las regiones Andina, Caribe, Orinoquia y Amazonia, además de 30 departamentos colombianos. En términos taxonómicos, se encuentran representadas alrededor de 1.030 especies: aproximadamente el 69 por ciento del número total de especies de aves nativas registradas para el país, 2 por ciento de los anfibios y 3 por ciento de los mamíferos. El equipo investigativo histórico de la colección ha producido ocho guías sonoras, principalmente con cantos de aves compilados en 14 CDs de audio, con registros principalmente para la zona Andina.