Para evitar tomar una decisión por impulso, Dexter Dombro, un abogado canadiense con alma de botánico, tuvo que pensar durante varios días si comprar o no La Pedregoza, un predio de sabanas y morichales que encontró en una visita al Vichada; esa “tierra prometida” a la que viajó en 2007 por recomendación de algunos compatriotas. Lo que más lo confundía era si en ese lugar remoto y de difícil acceso —a 60 km del casco urbano de Puerto Carreño— podría “sembrar un bosque en medio de un desierto”. Ese era un sueño “raro” que le surgió cuando tenía 18 años, mientras admiraba el Sahara desde Sudán, uno de los países africanos que comparte este imponente desierto. Le puede interesar: Palmarito: La conservación con efecto dominó “El Vichada —contaba Dexter recientemente en una entrevista— puede considerarse como un desierto por muchas razones, como la falta de material orgánico en el suelo y la cantidad de arena que alberga. Pero al final, las dimensiones del terreno —3000 hectáreas— y la diversidad increíble de la fauna y flora de la región, me convencieron de que podíamos hacer un proyecto forestal y productivo a gran escala. Y entonces, me lancé”.
Desde 1990, Dexter Dombro empezó a pensar en la conservación de los bosques y con el tiempo esta idea se convirtió en su propósito de vida. Foto: Jennifer Sofía del Río. Completados los formalismos de la compra, Dexter y su esposa Kochurani, una mujer india igual de visionaria a él, empezaron a crear la empresa forestal que los soportaría financieramente en Colombia y con la que materializarían su proyecto. En 2009, con la siembra de las primeras acacias, eucaliptos y pinos, comenzó todo. En el proceso tuvieron una revelación: en esa zona previamente azotada por quemas e intervenciones humanas que frenaron el desarrollo de bosques naturales, era necesario apostarle a la siembra de especies nativas como el congrio (Acosmium nitens). Seguir plantando árboles provenientes de países como Australia —pensaban— era un disparate; sobre todo cuando muchas especies propias de la región estaban amenazadas. Le sugerimos: Cuando el milagro del agua se hizo al norte de Ocaña Con esa premisa, llegó otra certeza: la restauración de los ecosistemas naturales tenía que acompañarse con una estrategia de conservación a largo plazo. No tenía sentido trabajar arduamente para lograr metas ambiciosas que no pudieran sostenerse a futuro. De esa manera, en 2011, después de recibir la asesoría de la Fundación Omacha, estos defensores de la biodiversidad de la Orinoquia se unieron a la Red Colombiana de Reservas Naturales de la Sociedad Civil (Resnatur), una decisión que les permitió destinar todas las áreas de bosque y morichales del predio para la conservación.
Las visitas a las playas del río Bita y a los bosques nativos, sumadas las caminatas guiadas para conocer especies animales y procesos ecológicos, son algunas de las posibilidades turísticas en La Pedregoza. Foto: Jennifer Sofía del Río. “Con esta transición, los Dombro iniciaron la siembra de árboles nativos a través del programa Tree Nation, que tenía como objetivo plantar 200.000 árboles. De estos ya hemos completado el 87%, lo que equivale a 416.000 toneladas de CO2 capturado”, explica Jennifer Sofía del Río, directora científica de la Corporación Ambiental La Pedregoza, la ONG que crearon estos extranjeros para hacer un buen manejo de la reserva natural e impulsar distintos proyectos científicos alrededor de la fauna y flora local. La ciencia de La Pedregoza Un estudio sobre el comportamiento nocturno de los primates, uno sobre las poblaciones forestales y su conexión con el incremento de escarabajos, y uno más sobre la comunicación entre tortugas del río Bita, son solo algunos ejemplos de las investigaciones científicas desarrolladas por La Pedregoza. En estas, indica Jennifer, han sido esenciales las contribuciones de estudiantes y biólogos voluntarios que llegan allí cada año provenientes de diferentes zonas de Colombia y de países como Alemania, Canadá y Haití. Le puede interesar: La misión de un llanero que aprendió a escuchar su tierra La investigación sobre las especies de árboles nativos de la Orinoquia, es otro de los aportes que esta reserva le ha hecho a la conservación. El trabajo inició en 2014 —el mismo año en el que recibieron el título de Reserva Natural de la Sociedad Civil por parte de Parques Nacionales Naturales para conservar 1422 hectáreas— y hoy, según dice, es uno de los más completos de este tipo en el país.
Solo el 10% de la reserva está dedicada a actividades ecoturísticas. También, se promueve el turismo científico. Foto: Corporación Ambiental La Pedregoza. Con estos esfuerzos buscan que especies como el congrio (Acosmium nitens), el aceite (Copaifera pubiflora) y el saladillo rojo (Caraipa llanorum), sean incluidas dentro del Certificado de Incentivo Forestal (CIF) del Ministerio de Agricultura, lo que contribuiría a que los proyectos de siembra y restauración de bosques del país tengan cada vez menos especies introducidas y más locales. Una buena forma de lograr esta meta es mediante el desarrollo de semillas nativas con altos estándares genéticos; otra idea revolucionaria que tuvo Dexter desde La Pedregoza. Estas semillas, además de ser utilizadas para restaurar los bosques de la misma reserva, se le entregan a los propietarios de predios que firman acuerdos de conservación con la Corporación Ambiental, es decir, documentos en los que se comprometen a tomar acciones sostenibles y a gran escala como no apoyar la tala, caza y pastoreo intensivo en sus propiedades. Madrina de otras reservas Desde 2015, por resolución de Parques Nacionales, La Pedregoza es también una Organización Articuladora, lo que significa que puede acompañar a terceros en la constitución de nuevas Reservas Naturales de la Sociedad Civil (RNSC). “Esto, sumado a un convenio que tenemos con WWF para el registro de nuevas áreas en el Vichada y la elaboración de planes de manejo para las reservas, ha hecho que tengamos una voz más activa en el Sistema Regional de Áreas Protegidas. Y ha sido muy importante para incrementar los esfuerzos de conservación en la Orinoquia”, explica la directora científica.
Decenas de estudiantes y profesores de distintos países han pasado por La Pedregoza para aportar en procesos investigativos. Foto: Corporación Ambiental La Pedregoza. Al respecto, Hilayalit Rodríguez, gestora de Orinoquia de WWF, cuenta que a través del proyecto GEF/SINAP —para la consolidación del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SINAP)—, la organización acompaña a los dueños de las RNSC en la creación de planes de manejo con un enfoque adaptativo frente al cambio climático, teniendo en cuenta que estos predios, al estar destinados a la preservación, restauración y uso sostenible de la biodiversidad, evitan las emisiones de gases de efecto invernadero, mantienen los beneficios de la naturaleza de los que depende el hombre y contribuyen a la resiliencia en toda la región. Sobre La Pedregoza, Rodríguez destaca que más allá de lo técnico, la reserva ha logrado construir un tejido social invaluable con los dueños de otros predios. “Gracias a los aportes que hizo Dexter y que ahora continúan haciendo las personas de su equipo, las personas han entendido que poner sus fincas al servicio de la conservación no significa perder la propiedad sobre ellas. Además, han aprendido que este tipo de iniciativas generan bienestar para las comunidades, especies y ecosistemas nativos”. Un aporte invaluable El 90% de la reserva está dedicada a actividades para la conservación de los ecosistemas. Gracias a esto, se han podido restaurar las funciones ecológicas del bosque, entre ellas, la de provisión de alimento y sombra para especies como dantas, zorros, monos aulladores y chigüiros. También, se han logrado recuperar las zonas adyacentes al Bita, ese río que se alimenta de lagunas, morichales y más de 5.000 quebradas y pequeños cauces, y que es determinante para el bienestar de tortugas, caimanes y nutrias, entre otros. Le puede interesar: Reservas de la Sociedad Civil: áreas protegidas en casa El 10% restante está dispuesto para distintas actividades ecoturísticas que, sobre todo en épocas de verano, atraen a decenas de visitantes. Nadar, pescar, hacer kayak, observar delfines rosados por el Bita y sus caños y hacer avistamiento de aves —La Pedregoza tiene 194 especies de aves registradas en la plataforma mundial eBird—, son algunas de las actividades más atractivas en la reserva.
La protección de los polinizadores a través de la utilización de abonos orgánicos es una prioridad para la reserva. Foto: Jennifer Sofía del Río. En la suma de estos porcentajes, siempre estuvo Dexter, quien miraba en retrospectiva todo lo que había logrado en el Vichada y confirmaba que esa “tierra prometida” era, después de más de una década desde su llegada, un lugar de bosques sembrados, especies protegidas y ecosistemas restaurados que lo motivaban a seguir expandiendo sus acciones. “Yo no tengo bosques tropicales en mi país, por eso estoy aquí. Quiero que estos tengan muchos más amigos como yo. Mi intuición me dice que si no hay muchas más personas haciendo el trabajo que nosotros estamos haciendo, vamos a tener un problema grandísimo de sobrevivencia. Esta es una de las causas más cercanas a mi corazón”, decía con convicción. Con su muerte inesperada a inicios de agosto, este canadiense del Vichada no solo dejó un legado inmenso para los conservacionistas, sino la prueba irrefutable de que es posible sembrar un bosque en un desierto.
La Pedregoza pertenece a la Red de Tortugas Continentales y Marinas de Colombia. Foto: Jennifer Sofía del Río. La importancia de las Reservas de la Sociedad Civil Muchos colombianos se preguntan cómo aportar a la lucha contra el cambio climático y a la pérdida de la biodiversidad, dos amenazas que, de no enfrentarse, en pocos años pondrán en vilo la supervivencia de la humanidad. Sin embargo, pocos saben que pueden destinar un predio o un área de este para la conservación y que, al hacerlo, harán parte de la transformación que el Planeta necesita. Aunque desde los años 70 ya había personas que le habían apostado a la conservación en sus predios, las Reservas Naturales de la Sociedad Civil (RNSC) surgieron como una figura de protección privada oficialmente reconocida en 1993. Y, hasta el momento, a través de ellas, casi mil colombianos han podido preservar parte de la biodiversidad del país en 192.698 hectáreas. Estos espacios juegan un papel clave en la conservación a escala local y regional, en regiones donde los ecosistemas no están suficientemente representados o están más degradados y fragmentados, y hacen parte fundamental del Sistema Nacional de Áreas Protegidas.