¿Ha oído hablar del “síndrome de la hija mayor”? Se trata de la carga emocional que las primogénitas tienden a asumir (por obligación o por voluntad propia) en muchas familias desde una edad temprana.

Desde cuidar de los hermanos pequeños, ayudar en las tareas cotidianas o cuidar de los padres enfermos, hasta controlar los pedidos de la compra o las entregas por internet, las hijas mayores suelen soportar una pesada pero invisible carga de responsabilidad doméstica.

Supongo que algunos se preguntarán, ¿cuál es el problema? ¿Qué hay de malo en ello? ¿No deben ser los hijos mayores, que se supone que son más maduros, los que ayuden y cuiden de sus hermanos pequeños? ¿No son las niñas “naturalmente” mejores cuidadoras? Estas suposiciones populares están tan arraigadas que pueden convertirse en un obstáculo para ver el problema.

Pero el #SíndromeDeLaHijaMayor es ahora tendencia en TikTok, donde las adolescentes hablan de la cantidad injusta de trabajo no remunerado (y no valorado) que realizan en sus familias, así como de sus efectos adversos en sus vidas, su salud y su bienestar. Por supuesto, el “síndrome” existe desde hace siglos en muchas partes del mundo. Entonces, ¿por qué se habla ahora de este problema?

Las niñas de entre cinco y catorce años dedican un 40 % más de tiempo al trabajo doméstico

A pesar del aumento de las mujeres en educación y empleo, siguen cargando con la mayor parte de las tareas domésticas. De hecho, los avances hacia la igualdad de género en el lugar de trabajo no se han traducido en igualdad de género en el hogar. Y el síndrome de la hija mayor puede explicar en parte esta situación.

Los estudios demuestran que los niños contribuyen de forma notable, aunque a menudo pasada por alto, al trabajo doméstico. Reflejando la división de género entre los adultos, las niñas de entre cinco y catorce años dedican un 40 % más de tiempo al trabajo doméstico que los niños.

Siguiendo un orden jerárquico patriarcal, la hija mayor suele soportar la mayor carga entre sus hermanos. Como han expresado muchas personas en TikTok, el síndrome puede perjudicar el bienestar de las hijas mayores y “robarles” su infancia, ya que se ven obligadas a asumir una cantidad desproporcionada de responsabilidades adultas, lo que también se conoce como parentificación. Al hacerlo, reproduce la desigualdad de género en el trabajo doméstico de una generación a otra.

Cocinar y limpiar la casa, ¿es cosa de “niñas”?

El síndrome de la hija mayor se basa en al menos tres teorías del comportamiento, que a menudo actúan simultáneamente y se refuerzan mutuamente. En primer lugar, la teoría del modelado de roles, que sugiere que las hijas mayores suelen seguir a su madre como modelo para aprender a “hacer” el género. En segundo lugar, la teoría de la tipificación por sexos propone que los padres suelen asignar a las niñas y a los niños tareas diferentes en función del género.

La tipificación del género se basa a menudo en la idea que tienen los padres del trabajo doméstico como algo asociado a la feminidad. En el caso de los padres que se esfuerzan conscientemente por inculcar la igualdad de género a sus hijos, la tipificación por sexos puede seguir produciéndose cuando las hijas mayores inconscientemente se unen a sus madres en actividades sexistas como cocinar, limpiar la casa y hacer la compra.

El problema de la sustitución laboral de las madres trabajadoras

Y, en tercer lugar, la teoría de la sustitución laboral sugiere que cuando las madres trabajadoras tienen poco tiempo disponible para las tareas domésticas, las hijas mayores suelen actuar como “sustitutas”. Como resultado, acaban dedicando más tiempo a la prestación de cuidados y a las tareas domésticas. Y el progreso de las madres hacia la igualdad de género en el trabajo puede producirse a costa de que sus hijas mayores se hagan cargo de las tareas domésticas a una edad temprana.

Si miramos más allá, la cuestión del síndrome de la hija mayor tiene implicaciones de gran alcance para la desigualdad de género global y la crisis mundial de los cuidados.

En Filipinas, por ejemplo, muchas madres emigran a Estados Unidos, Oriente Medio y Europa para trabajar como empleadas domésticas. Su trabajo ayuda a liberar en cierta medida a sus clientes de la desigualdad doméstica de género mediante la externalización doméstica. Pero a cambio, las hijas mayores de estas mujeres de Filipinas a menudo tienen que asumir el papel de “madres sustitutas” y llevar las riendas del hogar.

En este proceso, el síndrome de la hija mayor reproduce la desigualdad doméstica de género a través de las generaciones y descarga dicha desigualdad de una parte del mundo a otra.

Redistribuir responsabilidades domésticas

La “cura” podría parecer sencilla: necesitamos que las familias reconozcan la carga injusta que puede haber recaído sobre la hija mayor y redistribuyan las responsabilidades domésticas de forma más equitativa.

Sin embargo, hacerlo no es nada sencillo. Requiere, en particular, que los miembros masculinos de la familia aumenten su contribución al trabajo doméstico. A su vez, implica que “borremos” siglos de pensamiento sobre las tareas domésticas y los cuidados como algo ligado al género “femenino”.

Para lograrlo, primero tenemos que reconocer el problema de que el trabajo doméstico, en particular el realizado por los niños y las hijas mayores, pasa en gran medida desapercibido, además de ser no remunerado e infravalorado.

No podemos cambiar algo que no vemos. Por eso, ser más conscientes de la existencia de este síndrome, no solo como una lucha individual, sino también como un problema de desigualdad de género, es un buen comienzo.

Por: Yang Hu

Professor, Department of Sociology, Lancaster University

Este artículo fue publicado originalmente en inglés en The Conversation