La NASA confirmó que el telescopio espacial James Webb alcanzó su órbita final, a 1,5 millones de kilómetros de la Tierra, punto desde donde podrá realizar las primeras observaciones y enviar imágenes.

Webb se halla en la zona del espacio llamada punto de Lagrange 2 (L2), donde las fuerzas de atracción de la Tierra y el Sol son contrarrestadas por la fuerza centrífuga del telescopio, lo que permite una trayectoria estable usando menos combustible.

El nuevo telescopio no estará exactamente en el punto L2, sino que oscilará a su alrededor como un “halo” a una distancia similar a la de la Tierra y la Luna, en un ciclo de seis meses.

En el pasado hubo otras misiones espaciales en L2, como el telescopio espacial infrarrojo Herschel desarrollado por la Agencia Espacial Europea o un satélite de la NASA que ya estaba destinado a estudiar el Big Bang.

El posicionamiento de James Webb también le permitirá estar en contacto constante con la Tierra a través de Deep Space Network, una red de tres grandes antenas en Australia, España y California.

La NASA logró a principios de enero desplegar el enorme espejo del telescopio que le permitirá recibir la radiación emitida por las primeras estrellas y galaxias, formadas hace más de 13.400 millones de años, menos de 400 millones de años después del Big Bang.

Con la expansión del Universo, esta luz recorre más camino y al hacerlo “se enrojece”. Al igual que el sonido de un objeto se amortigua cuando se aleja, la onda de luz se estira y pasa de la frecuencia visible a simple vista a la del infrarrojo.

Sin embargo, Webb, a diferencia de Hubble (su antecesor), está equipado para percibir estas señales infrarrojas, lo que le permitirá ver no solo objetos más antiguos, sino también las nubes de polvo interestelar que absorben la luz de las estrellas y las ocultan de la mirada de Hubble.

También ayudará a explorar los exoplanetas que orbitan alrededor de estrellas distintas al Sol. Examinará su atmósfera, buscando condiciones propicias para la aparición de vida.

Ahora que está en su posición definitiva habrá que esperar a que sus instrumentos científicos se enfríen antes de ser calibrados con suma precisión. Sus primeras imágenes se esperan para junio o julio.

Los telescopios que agrandan el cosmos

Situado a un millón y medio de kilómetros de nuestro planeta (cuatro veces la distancia a la Luna), el telescopio James Webb promete observar el origen de las primeras estrellas y las primeras galaxias que se formaron en el universo. En su diseño destacan los instrumentos para captar la luz infrarroja del cosmos, invisible al ojo humano.

El telescopio espacial James Webb (en inglés James Webb Space Telescope (JWST), un proyecto conjunto de la NASA y las agencias espaciales europea (ESA) y canadiense (CSA), desvelará un universo para el que ahora estamos ciegos.

En los años veinte del siglo pasado, el astrónomo estadounidense Edwin Hubble revolucionó la astronomía demostrando que el cosmos era mucho más grande de lo que en aquel momento se pensaba.

¿Por qué enviamos telescopios al espacio?

La atmósfera terrestre es una barrera natural que impide que cierta radiación con información muy valiosa llegue a la superficie terrestre. Para evitar su filtro, hay que enviar observatorios al espacio. El lanzamiento del Telescopio Espacial Hubble el 24 de abril de 1990 fue el punto de partida del programa Grandes Observatorios, impulsado por las agencias espaciales americana (NASA) y Europea (ESA).

Después del Hubble se enviaron al espacio tres grandes instrumentos más: el observatorio de rayos Gamma Compton (en órbita en 1991), el Observatorio de rayos X Chandra (enviado en 1999) y el observatorio espacial infrarrojo Spitzer, lanzado en 2003.

*Con información de la AFP.