El Índice de Precios al Consumidor o IPC es una medida que busca reflejar el comportamiento de los precios de la economía. Para tal fin, parte de una canasta representativa de bienes que busca reflejar el consumo de la mayoría de los hogares en Colombia. Dicha canasta se llama la canasta familiar y es la variación de los precios de sus componentes la que hace mover el índice, pero no todos sus bienes y servicios pesan lo mismo. Por eso, el IPC es, en resumidas cuentas, un promedio ponderado por la importancia de cada uno. Lo anterior implica que el IPC muestra las variaciones originadas por la oferta y la demanda, pero también cualquier tipo de distorsión o rigidez que venga en esos precios, por lo que su análisis debe hacerse cuidadosamente. Lea también: La covid y la economía: nada debe ser como antes Más que del índice, el seguimiento se hace en la variación porcentual de este durante periodos prolongados de tiempo. Si esta se mantiene positiva por un periodo determinado se llama inflación y si es negativa deflación. El gráfico 1 muestra, desde el 2018 hasta junio de 2020, el comportamiento de las tasas mensuales, que compara el índice contra el mes anterior (barras), y las anuales (línea), cuya comparación es contra el mismo mes del año anterior, ya que cada uno de estos datos provee información relevante para el análisis. ¿Qué pasó en junio? La primera conclusión que se puede ver es que la dinámica de los precios, medidos tanto de forma anual como mensual, muestra una reducción desde abril hasta junio, coincidiendo con el periodo de aislamiento. Mientras en los datos anuales los precios continúan en terreno positivo, pasando de 3,51% a 2,19%, en las tasas mensuales completan el segundo mes negativo, con -0,32% y -0,38% en mayo y junio, respectivamente.

Gráfico 1. Crédito: elaboración propia. Fuente: datos del Dane. En términos mensuales se puede ver que el grupo de gasto que más impulsó la caída fue el de “alojamiento, agua, electricidad, gas y otros combustibles”, que, con una caída de -0,53% en junio, aportó 0,17 puntos porcentuales del total de la reducción de 0,38. Para ver con mayor detalle dentro de este grupo, los que más reducción tuvieron fueron suministro de agua con -5,55%, alcantarillado -4,96% y electricidad -1,67%. Estos resultados tienen sentido en medio de las medidas que ha tomado el Gobierno para reducir las tarifas de los servicios públicos, debido a que el precio a pagar por su consumo es establecido por él y no por efecto de las fuerzas de oferta y demanda, es decir, es una rigidez dentro del comportamiento de precios y se ve directamente afectada por las decisiones del Gobierno en materia de sus tarifas. Lea también: ¿Qué es el control de la curva de yield? Adicionalmente, vale la pena revisar el comportamiento del grupo de gasto “alimentos y bebidas no alcohólicas”, al ser el que responde más rápido a cambios en la oferta y la demanda. En términos anuales de junio fue el grupo que más creció con una variación anual de 6,55% frente al mismo mes del año anterior, lo que significó un aporte de 1,01 puntos porcentuales a la variación total de 2,19%. Este dato de 6,55% es menor al de mayo, que tuvo un registro de 7,57%, en línea con la reducción que se ha venido viendo en los precios, esta vez en bienes sujetos a las fuerzas de mercado a diferencia de los servicios públicos. ¿Por qué asusta la deflación? La deflación está determinada como una serie de variaciones negativas en los precios por un periodo prolongado de tiempo (pueden ser 6 meses o más). En términos mensuales, como se ve en el gráfico 1, ya llevamos dos registros, lo que ha puesto un peso importante en el seguimiento de los precios buscando señales de deterioro, la pregunta pertinente, en este caso, sería: ¿por qué asusta la deflación? Para poder responderla, hay que ir a lo básico: recordar que los precios se generan a partir de la interacción entra la oferta (producción) y la demanda (consumo), por lo que una caída de estos de forma prolongada puede mostrar una reducción de la demanda, lo que haría que la producción fuera excesiva. Esto es una señal de que se están afectando las ventas de las empresas, lo que impactaría sus ingresos y, por tanto, pondría en peligro puestos de trabajo. Esta es la razón de que el rango meta de inflación del Banco de la República no solo tenga techo de 4%, sino un piso de 2%, ya que una reducción por debajo de ese nivel debe verse con lupa para tratar de determinar si es por un deterioro del consumo de los hogares o por una rigidez en los precios, como lo que pasó en junio con los servicios públicos. Sin embargo, vale la pena notar que estamos en una tasa anual de 2,19%, lo que nos pone bastante cerca de ese límite y hace que la palabra deflación empiece a oírse cada vez más a menudo; es por eso que cada nuevo dato del IPC debe verse con mucho cuidado, entendiendo muy bien las fuerzas que están afectando su comportamiento.