Aunque el presidente Gustavo Petro dice que hacer un metro elevado es un esperpento, en Medellín hace 27 años funciona ese sistema. Es considerado la joya de la corona de la ciudad, ha despertado el sentido de pertenencia de los ciudadanos y, aunque no es perfecto, más de un millón de personas lo usa a diario para llegar a sus trabajos o a sus casas.
El llamado que hizo el periodista Juan Diego Alvira es a dejar a un lado las vanidades políticas y construir sobre lo construido. Que lo que ya ocurrió, es decir, echar a la caneca unos estudios y unos diseños, no vuelva a ocurrir por caprichos de los gobernantes.
En la visita del comunicador a Medellín, se dio cuenta de que es una de las cosas que mejor funciona en la ciudad. Que alguien se cuele en el sistema es extraño, encontrar algún vagón con dibujos o grafitis es improbable y hallar basuras es fuera de lo común. Evidentemente, ese trabajo es de los ciudadanos que acogieron la cultura metro y que consideran que el sistema ayudó a desarrollar la ciudad. Actualmente, el metro, en sus dos líneas, tiene 11,9 kilómetros elevados y 22,1 kilómetros al nivel del suelo.
Uno de los argumentos del presidente Gustavo Petro para pedir que un tramo del metro por la Caracas sea subterráneo tiene que ver con asuntos urbanísticos. Considera que en las zonas donde los trenes pasarán por las alturas, como es el caso de la avenida Caracas, se generará una segregación de la población que quedará al nivel de la vía y que incluso los pilotes se convertirán en lugares donde se concentrarán los habitantes de la calle y los vicios.
Pues Juan Diego Alvira se dio a la tarea de recorrer las calles del centro de Medellín por donde el metro es elevado. Si bien hay lugares donde el comercio no se afectó y la zona luce con cierta armonía con los rieles, también es cierto que en sectores como la carrera Bolívar, cerca al emblemático hotel Nutibara, las calles se llenaron de vicio, de prostitución, de habitantes de calle y de venta de drogas.
¿Habría sido diferente si el metro en esa zona fuera subterráneo? Difícil saberlo, pero actualmente hay tramos en los que el presidente Petro y los urbanistas tienen razón, aunque hay otros en los que no necesariamente. El ruido, que es otra queja frecuente de quienes atacan el metro elevado, en Medellín no es un asunto problemático. A decir verdad, Alvira se encontró con un metro bastante silencioso.
El periodista recordó que desde la mitad del siglo pasado, en Bogotá han estado pensándolo, diseñándolo, imaginándolo. El alcalde convicto, Samuel Moreno, metió el metro en su campaña, ganó la Alcaldía y después se dio un festín de robos con las obras y la plata de los ciudadanos.
“Al alcalde Gustavo Petro, el presidente Juan Manuel Santos le hizo conejo, le giró un cheque chimbo. Se pagó una millonada por unos estudios para el metro subterráneo que hoy están en la caneca de la basura.”, dijo Juan Diego en su video columna para SEMANA.
Volvió la época electoral, y el entonces candidato Enrique Peñalosa no quería metro, pero como daba votos, propuso construir uno pero elevado, porque era más económico y más fácil de hacer. Llegó a la Alcaldía, no usó los estudios preliminares que había dejado Gustavo Petro, sino que hizo unos nuevos con el metro elevado.
Después llegó la alcaldesa Claudia López, que desde el principio dejó claro que no le gustaba la idea de construir un metro elevado, pero prometió poner en marcha el proyecto que había heredado para no darle más largas al asunto y fue en su alcaldía que recibió el cheque del gobierno de Iván Duque, con la diferencia de que este sí tenía fondos.
Ahora que ya está en marcha el proyecto, que ya están los constructores chinos haciéndolo, el ahora presidente Gustavo Petro está empeñado en que un tramo de ese metro sea subterráneo, sin importar que ya exista un contrato firmado y que habría importantes sobrecostos que el Gobierno asumiría, a pesar de que ese dinero podría servir para aliviar otras necesidades, como el hambre.
“¿Por qué en Medellín sí se pudo? Porque antepuso los intereses de la ciudad, a la conveniencia política, ideología y egos, porque los alcaldes que han llegado a Bogotá no han querido ser alcaldes, sino presidentes”, expone Juan Diego Alvira.
Como reflexión, Alvira mencionó que un gran ejemplo de cómo construir sobre lo construido fue el TransMicable, del extremo sur de la ciudad, que ideó la alcaldía de Petro y que después construyó con éxito la de Enrique Peñalosa. Queda demostrado que cuando se piensa en la ciudad, la cosa sí funciona.