El papa Francisco celebró la misa del miércoles de ceniza que este año, debido a las restricciones por la pandemia, se llevó a cabo en la basílica de San Pedro.
“El viaje de regreso a Dios se dificulta por nuestros apegos malsanos, se frena por los lazos seductores de los vicios, de las falsas seguridades del dinero y del aparentar, del lamento victimista que paraliza. Para caminar es necesario desenmascarar estas ilusiones”, destacó el papa durante su homilía en la misa.
A ella acudieron pocos fieles, separados en los bancos de la basílica de San Pedro, y en la que se ha aplicado el cambio de rito de las cenizas decretado por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos del Vaticano. De hecho, el papa no hizo la tradicional cruz con las cenizas en la frente de los feligreses, sino que las esparció en sus cabezas para evitar el avance del contagio.
El papa señaló que la cuaresma, el periodo de 40 días antes de la pascua, es para los cristianos un tiempo de arrepentimiento, preparación espiritual, ayuno y oración pero, ante todo, “un viaje”. Y ha referido: “Es el tiempo para verificar las sendas que estamos recorriendo, para volver a encontrar el camino de regreso a casa, para redescubrir el vínculo fundamental con Dios, del que depende todo. La cuaresma no es una recolección de florecillas, es discernir hacia dónde está orientado el corazón”.
Por eso ha invitado a preguntarse: “¿Hacia dónde me lleva el navegador de mi vida, hacia Dios o hacia mi yo? ¿Vivo para agradar al Señor, o para ser visto, alabado, preferido, al primer lugar y así sucesivamente...? ¿Tengo un corazón “bailarín”, que da un paso hacia adelante y uno hacia atrás, ama un poco al Señor y un poco al mundo, o un corazón firme en Dios? ¿Me siento a gusto con mis hipocresías, o lucho por liberar el corazón de la doblez y la falsedad que lo encadenan?”.
El papa señaló además que todas las personas tienen “enfermedades espirituales” y ha advertido de que nadie solo puede curarlas. Y ha añadido: “Todos tenemos vicios arraigados, solos no podemos extirparlos; todos tenemos miedos que nos paralizan, solos no podemos vencerlos”.
Finalmente, ha dejado claro que la cuaresma es “un inclinarse de forma humilde” y así “entender que la salvación no es una escalada hacia la gloria, sino un abajamiento por amor”. “Hoy bajamos la cabeza para recibir las cenizas. Cuando acabe la cuaresma nos inclinaremos aún más para lavar los pies de los hermanos. La cuaresma es un abajamiento humilde en nuestro interior y hacia los demás. Es entender que la salvación no es una escalada hacia la gloria, sino un abajamiento por amor. Es hacerse pequeños”.
Para no perder la dirección en este camino, “pongámonos ante la cruz de Jesús”, ante “la cátedra silenciosa de Dios”, animó el papa Francisco. Pues “mirando cada día sus llagas”, reconoceremos “nuestro vacío, nuestras faltas, las heridas del pecado, los golpes que nos han hecho daño”. Ante esa Cruz, vemos “que Dios no nos señala con el dedo”: abre sus brazos de par en par, puntualizó el sumo pontífice.
*Con información de Europa Press