Diversos científicos, astrónomos, astronautas, artistas y personalidades de todo el mundo promueven desde el año 2015 que se lleve a cabo cada 30 de junio el Día Mundial del Asteroide, una conmemoración que incluso ha sido aceptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU), que en 2016 emitió una resolución para aprobar su realización.
Durante esta fecha se organizan acciones en todo el mundo para recoger firmas en favor de la Declaración 100X, con el objetivo de concienciar del peligro que significa el impacto de un asteroide sobre la Tierra, además de la importancia de descubrir, seguir y analizar los miles de objetos potencialmente peligrosos para la vida en nuestro planeta.
Sin embargo, muchas personas en el mundo se preguntan por el motivo que originó el nacimiento de dicha iniciativa. La razón tiene que ver con el aniversario del gran impacto más reciente de una roca espacial en la historia de nuestro mundo.
El impacto ocurrió el 30 de junio del año 1908, en Tunguska, Siberia, en donde un objeto de 80 metros explotó en el aire y devastó un área equivalente a una gran ciudad, como recoge Europa Press.
La explosión fue detectada por numerosas estaciones sismográficas y hasta por una estación barográfica en el Reino Unido debido a las fluctuaciones en la presión atmosférica que produjo. También desencadenó un incendió, derribó árboles en un área aproximada de 2.150 kilómetros cuadrados, rompió ventanas e hizo caer a la gente incluso a 400 kilómetros de distancia.
Desde entonces, los relatos entre las personas que presenciaron el hecho hacen referencia a que durante varios días las noches eran tan brillantes en partes de Rusia y Europa que se podía leer tras la puesta de sol sin necesidad de luz artificial.
En los Estados Unidos, por ejemplo, los observatorios del Monte Wilson y el Astrofísico del Smithsonian identificaron por esa época una reducción en la transparencia atmosférica de varios meses de duración, en lo que se considera el primer indicio de este tipo asociado a explosiones de alta potencia.
Si el asteroide hubiese explotado sobre una zona habitada, se habría producido una masacre de enormes dimensiones, debido a que la energía liberada se ha establecido en aproximadamente 30 megatones. Según testimonios de la población tungus -la etnia local nómada de origen mongol dedicada al pastoreo de renos- que lo vio caer, el objeto “brillaba como el Sol”.
Algunos informes del distrito de Kansk (a 600 kilómetros del impacto) describieron sucesos como barqueros precipitados al agua y caballos derribados por la onda de choque, mientras las casas temblaban y en los estantes los objetos de loza se rompían.
Finalmente, cabe resaltar que ante el posible impacto de un nuevo asteroide en la superficie terrestre, la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (Nasa) ha desarrollado un protocolo de cinco etapas para proteger al planeta Tierra en caso de que un objeto de ese tipo se acerque demasiado. El protocolo consta de las siguientes fases:
- Cuando se detecta un riesgo de impacto se envía un mensaje a un grupo de 12 científicos.
- Ese grupo de expertos debe rastrear la ruta del asteroide hacia la Tierra y determinar si es realmente posible que impacte la superficie terrestre.
- Si los científicos confirman la amenaza, deben determinar el tamaño del objeto y el momento de la colisión.
- Posteriormente, la Nasa debe ponerse en contacto con FEMA (Agencia Federal para el Manejo de Emergencias) de EE. UU. para suministrarle todos los detalles sobre el evento.
- Ambos organismos se encargarán de hacer pública toda esta información y plantear las estrategias de comunicación a todo el mundo.
*Con información de Europa Press