El director científico de la Fundación Palmarito es un madrileño que llegó a Colombia después de trabajar en Venezuela. Se quedó en nuestro país por la posibilidad de trabajar en la conservación del caimán llanero, tema de su tesis doctoral. En ambos países, el caimán del Orinoco tiene un doble enemigo: la percepción de los locales de que es un monstruo peligroso y el gran valor de su piel en los mercados internacionales. Como resultado, hoy quedan menos caimanes del Orinoco que osos panda en libertad en el mundo. Antes de 1929, el caimán fue abundante en nuestras aguas, fueron las empresas peleteras de origen norteamericano quienes encontraron en las aguas de Colombia y Venezuela la oportunidad de enriquecerse con las finas pieles de nuestros caimanes o cocodrilos. Abusaron tanto de la cacería que llevaron a la especie al borde de la extinción.En Colombia, Rafael y la Fundación Palmarito se enfrentaron a la burocracia, la falta de acuerdos entre instituciones y los desafíos logísticos. Lograron liberar por primera vez en el país, dentro del Parque Nacional del Tuparro, 21 caimanes que nacieron en cautiverio. El evento marcó un hito no solamente para la especie, sino para la posibilidad de tener protocolos de reintroducción que permitan que el trabajo de muchas organizaciones no estatales participen activamente en la conservación de especies en extinción. Su trabajo sigue y las lecciones de los últimos años seguramente les permitirán tener un liderazgo aún más activo en la cooperación entre entidades públicas y privadas para garantizar la recuperación de esta y otras especies.