Camilo Fonseca es uno de los ciclistas que se sienten vulnerados por Airbnb; hace cuatro meses reservaron una casa en el kilómetro 4 de La Tebaida, Quindío. Se prepararon con esfuerzo durante todo el año para participar en el Gran Fondo del Quindío, una competencia amateur que se realizó el pasado puente festivo. Llegaron la noche del viernes 12 de agosto, en total 12 deportistas rentaron la casa por la aplicación. Esa misma noche dejaron las bicicletas en el primer piso de la casa y se fueron a dormir, amaneció y faltaban cuatro bicicletas, las más costosas.

“Se podría decir que el que se las llevó sabía de ciclas y además tenía llaves”, dice Fonseca, mientras describe a SEMANA el paso a paso de lo que hicieron tan pronto se percataron el robo. Inicialmente, no salían del asombro porque en Airbnb tienen buenos protocolos de seguridad no solo para los huéspedes, sino también para los dueños de casa. Incluso, entre los servicios que ofreció la casa a la hora de competir con otras en la plataforma y que atrajo la atención de Camilo y sus compañeros fue las seis cámaras que supuestamente tenía, lo cual le daba puntos en temas de seguridad, más aún cuando ellos sabían que llevaban elementos costosos.

Sin embargo, cuando pidieron explicaciones por el robo, nadie respondió. El hombre que cuidaba la casa dijo no escuchar nada y el dueño del predio se acercó a revisar las cámaras; en ese momento se dieron cuanta de que al parecer 30 días atrás habían sido desconectadas y la única que funcionaba no daba a la puerta por la que tuvieron que haber sacado las bicicletas.

Los huéspedes aseguran que una vez ellos recibieron las llaves, cerraron ventanas, puertas e incluso la reja de afuera que tenía un candado, pero nada de eso se veía violentado. Pero al lado de la casa hay un vivero, y la reja que divide las dos propiedades estaba rota; la posibilidad de que hubiera salido por ahí fue descartada rápidamente, pues lo primero que notaron es que esa cerca estaba rota desde hace varios días por el óxido que se veía y aparte porque el espacio es muy estrecho para sacar las pertenencias, sin contar que pese a que fue una noche lluviosa, no se evidenciaban huellas ni de pies ni de llantas.

Al percatarse de la situación, Camilo y sus compañeros contactaron a Airbnb para denunciar la situación y porque ya habían pagado varias noches y no se sentían seguros quedándose en el mismo lugar de donde la noche anterior se desaparecieron sus bicicletas.

“‘Ayúdenos, nos sentimos vulnerables’, les dijimos, y ellos no nos dieron respuesta: los vamos a cambiar”, indica Camilo que nunca pasó nada pese a que de las instalaciones que ellos ofertan no tenían la seguridad y “por lo visto no existe ningún tipo de garantía para los huéspedes”, argumenta. Incluso decidieron la segunda noche dormir todos en un mismo cuarto con las bicicletas que quedaron al lado. “Fue una noche terrible. Nunca nos cambiaron y le pedimos a la Policía que nos dieran ronda”, describe.

Camilo asegura que el hecho de tener bicicletas tan costosas no denota que son personas adineradas, solo que son amantes de un deporte por el que se han esforzado durante mucho tiempo; él, por ejemplo, que es administrador de empresas, duró pagando la suya durante tres años, pero hay compañeros que llevan seis años equipando su bicicleta, realizando rifas y privándose de algunos gastos. Ese robo es un retroceso en sus vidas. La Policía de Quindío está a cargo de la investigación.

Camilo advierte que la plataforma de hospedaje tiene responsabilidad contractual “porque tiene que hacer el control, para la protección al huésped, una solución al huésped, la otra responsabilidad el dueño de casa”. Advirtió que iniciarán un proceso solicitando respuestas mediante derecho de petición y luego acudirán a la Superintendencia de Industria y Comercio. Mientras tanto, esperan que las autoridades logren dar con los responsables del robo y recuperar sus bicicletas.