Esa noche de mediados de 2019, María Adelaida Aristizábal, conocida como Malala, quien desde pequeña experimentó un amor profundo por los animales, especialmente por los caninos, sintió que estaba viviendo una “verdadera película de terror”. Se encontraba inmiscuida en los quehaceres de Arca Luminosa, la fundación que creó en 2017 con el fin de ayudar a los perros de la calle que corren el riesgo de ser atropellados, cuando recibió un mensaje que le produjo desazón. “Ese viernes me acuerdo que estaba contestando los mensajes que nos escriben a la fundación por interno, hasta que recibí uno de unas muchachas de Tunjuelito. Ellas estaban muy angustiadas y me dijeron que en la basura estaban escuchando a un perrito llorar”, cuenta Malala. Relacionado: ¿Qué hay detrás de la adopción y el abandono animal en Colombia? Desconcertadas, le pidieron una orientación para proceder. “Lo primero que hicieron fue buscar en las bolsas de basura dónde se encontraba. La perrita estaba muy mal. Ellas jamás esperaron encontrarse con una imagen así. Nos enviaron fotos”, describe Malala. De inmediato, al recibir las fotografías y con lágrimas en los ojos, Aristizábal se puso a buscar, junto con las personas de su fundación, veterinarias relativamente cercanas al punto donde se encontraba la cachorra. Al verla, la espeluznante imagen la dejó sin aliento. “La perrita estaba muy mal. Le habían cercenado una de sus patas delanteras, aunque no por completo. Estaba totalmente despellejada. Tenía la piel del pecho como arrancada, se le veían todos los huesos de la pata. Horrible”, recuerda Malala. La vida de Valkyria, nombre que recibió la cachorra, pendía de un hilo. Para el equipo de veterinarios que la recibió, la situación era ilusoria, pues nunca antes se habían enfrentado a un caso como el que tenían al frente. El sábado, Valkyria se preparaba para enfrentarse a una cirugía, pues el dictamen de los veterinarios demostró que no había mucho que hacer por su extremidad así que debían que amputarla. “Recuerdo su rostro. La estaban preparando para el procedimiento. Ella estaba sedada. Nos miraba, movía su colita. Yo solo pensaba que era una guerrera. Admiré mucho la fuerza de ese animalito, que se aferraba a la vida y que parecía estar alegre a pesar de lo que estaba viviendo. Nos dejaba consentirla”, describe Malala. Le recomendamos: Puercoespín endémico de Colombia, en riesgo de desaparecer por la deforestación El tiempo pasó lento para todos los que esperaban noticias de la cachorra criolla de color negro, de unos pocos meses de edad, “con orejitas medio paraditas y una mandíbula delgadita”. A pesar de sobrevivir a la cirugía, en el postoperatorio todo se complicó. La llamita de esperanza que cautivó a Malala, a las jóvenes que la escucharon llorar en el costal donde fue encontrada y al equipo veterinario, se apagó rápidamente pues Valkyria entró en paro. “Los veterinarios lograron reanimarla. Sin embargo, a las dos horas, volvió a tener un paro y murió”, recuerda Malala, sin dejar de expresar el impacto que la situación todavía le genera. De acuerdo con los veterinarios, el hecho de que Valkyria estuviera en esa condición durante un largo periodo de tiempo al interior de la basura hizo que la infección avanzara rápidamente. Le entregaron su cuerpo a Malala sin su pata delantera, ya cocida. Ella la recibió y en un último acto de amor, la enterraron en Chía entre rosas rojas. Luego de esta situación, Arca Luminosa recibió una donación por todos los gastos que había tenido con el fin de salvar a Valquiria. “Con ese dinero, ese mismo día decidimos crear las Jornadas Valkyria de esterilización. La primera fue con esa donación. Ya hemos completado 1.400 esterilizaciones”, dijo Malala.
Para la directora de Arca Luminosa, la esterilización es la única forma para evitar que otro animal vuelva a ser víctima de algo tan cruel. Por esto mismo es que los procesos de adopción con la fundación son muy completos. Para Malala, Arca Luminosa tiene una responsabilidad enorme, pues debe asegurarse de que los animales terminen en excelentes manos. “La gente cree que los procesos de adopción con las fundaciones son difíciles y engorrosos, pero la realidad es que hacen parte del proceso responsable que llevamos. Para nosotros, adoptar es un compromiso porque es una vida que va a depender de ti. El formulario que les pedimos llenar a las familias es para conocer más de ellos y revisar qué animalito puede ajustarse más a su forma de vida”, explicó Malala. La historia de Valkyria es, sin embargo, un reflejo de la realidad que se vive en la ciudad y en el país en este aspecto. Le sugerimos: Grupo de mujeres en Putumayo creó un colectivo para la defensa del mono churuco De hecho, solo en Bogotá, según datos del Grupo de Enlace de Urgencias Veterinarias y Maltrato Animal del Instituto Distrital de Protección y Bienestar Animal (IDPYBA), el año pasado fueron registrados o creados, a través de la línea de atención a emergencias 123, un total de 29.419 incidentes relacionados con animales. De estos, el maltrato animal es el que tuvo un mayor número de reportes con un total de 10.252 casos. Ante este panorama, de acuerdo con Malala, la ley 1774 que castiga el maltrato animal, es un paso hacia el camino correcto. No obstante, asegura que faltan muchas herramientas para que la ley pueda cumplirse a cabalidad, pues todavía reina la impunidad. “Hay niveles de maltrato. El abandono es maltrato, lo que le pasó a Valkyria es maltrato. A los animalitos que dejan en los balcones, sin protección y aguantando hambre, que también son un empleo de maltrato, es muy difícil cobijarlos bajo esta ley”, afirmó la directora de Arca Luminosa.