Este contenido surge de una alianza entre ARCADIA y The Nature Conservancy Colombia Para mí no hay forma de arte más bella, compleja y siempre innovadora que la naturaleza. Durante milenios ha sido fuente de inspiración de expresiones creativas y ejemplo de una permanente complejidad cromática que distintas formas de arte han querido imitar. Esa naturaleza exuberante y diversa en países como Colombia se convierte en una riqueza que también se traduce, entre otras, en innumerables manifestaciones culturales, artísticas, gastronómicas y textiles. Y es esa misma riqueza natural la que abre espacio a la diversidad cultural como forma de entender y adaptarse al entorno. Unesco declaró en 2001 la diversidad cultural como Patrimonio de la Humanidad, como “una de las fuentes del desarrollo, entendido no solamente en términos de crecimiento económico, sino también como medio de acceso a una existencia intelectual, afectiva, moral y espiritual satisfactoria”. No obstante, por ciertos modelos de globalización, que homogeneizan nuestros modos de vida, viviendas, costumbres, tradiciones, hábitos y patrones, los colombianos hemos tendido a perder esa creatividad que nos inunda. Un mundo que no ve la importancia de la naturaleza y la cultura en su propio bienestar y desconoce su riqueza también puede desdibujar la importancia y la potencia innovadora de nuestros territorios. En ese contexto, la conservación de la naturaleza requiere diferentes estrategias que deben permanecer en el tiempo. Para ello, The Nature Conservancy Colombia y sus aliados han desarrollado tres esquemas de trabajo que muestran resultados esperanzadores cuando se entiende el valor del arte y la cultura como herramientas para ayudar a que la gente y la naturaleza prosperen juntas. 1. El reconocimiento de los saberes locales dentro de las estrategias y acciones de conservación
La Unesco determinó que “los países deben reconocer la contribución de los conocimientos tradicionales, en particular por lo que respecta a la protección del medio ambiente y a la gestión de los recursos naturales, y favorecer las sinergias entre la ciencia moderna y los conocimientos locales”. Un ejemplo claro de la importancia de este reconocimiento son los Lineamientos y recomendaciones por parte de los pueblos indígenas de la Amazonia para la defensa del territorio y freno a la deforestación del Caquetá, que estamos construyendo con la OPIAC y los pueblos indígenas del municipio de Solano. Esta construcción nos permitió entender la gestión del territorio como el tejido de un canasto, “un tejido tradicional que se ha elaborado desde el origen mismo de los pueblos, validado por ensayo y error y que corresponde a la interpretación del territorio a partir del tejido del conocimiento”. Otros ejemplos son la recuperación de especies nativas para la implementación de esquemas de árboles en tierras agropecuarias, donde la recolección de semillas y el conocimiento de las propiedades de unas especies arbóreas en la alimentación del ganado vacuno ha sido trabajado con centros de investigación como CIPAV e intercambiando saberes con campesinos y pequeños agricultores que están recuperando las enseñanzas de sus abuelos. También está el manejo de inundaciones para reducir los riesgos climáticos y la recuperación de ciertas artes de pesca tradicionales que aseguran provisión de alimento permanente durante el año; todo con los pequeños pescadores en las planicies inundables del Magdalena. Mucho de este conocimiento brota de saberes tradicionales consignados en tradiciones orales o en otras expresiones artísticas, que están aportando no solo soluciones al mejor manejo de sus propios territorios, sino insumos críticos para el diseño de políticas públicas, réplica de acciones y lineamientos de uso eficiente de recursos naturales, adaptación al cambio climático y mejoras en la calidad de vida. Estas acciones nos ayudarán a enfrentar una crisis ambiental de dimensiones cada vez de mayores. 2. El arte como herramienta de apropiación de las soluciones naturales y del desarrollo sostenible
Unir la construcción artística desde la comunidad y cualquier forma de recuperación del legado cultural con procesos de educación ambiental y nuevas formas de ocupación y usos del territorio, que nos reconecte con una visión de paisaje, asegura las tasas más altas de apropiación de las soluciones basadas en la naturaleza. Un ejemplo de esto es el diseño e implementación de “La escuela del Cuido”, que se implementó en la ciénaga de Zapatosa, con la Fundación Alma. Sus estrategias incluyen la creación y divulgación de expresiones artísticas como cine comunitario, muestras fotográficas, murales y esténcil y el acompañamiento a eventos culturales propios de cada territorio. También la creación de eventos culturales y el diseño e implementación de la Casa de la Cultura de Sempegua. Esta aproximación acercó a la comunidad, disminuyó conflictos, empoderó a los líderes, permitió a los habitantes recuperar prácticas ancestrales que tenían perdidas, así como emplear nuevas buenas prácticas en el manejo de sus recursos naturales. Todo esto reduce su vulnerabilidad frente al cambio climático. 3. La recuperación cultural, visión de territorio y la construcción de colectivos o alianzas
En nuestro trabajo de conservación, muchas veces definimos el éxito asociándolo a lograr una efectiva interacción de manera armónica con territorios y la mayoría de las veces logramos procesos exitosos a través del arte y la cultura. No hay nada que aproxime más a los individuos o comunidades con su visión de territorio que identificarlos con su cultura o construir con ellos su visión de territorio a través del arte. Adicionalmente, al reforzar acuerdos comunitarios desde diversos puntos de vista podemos lograr transformaciones que no solo reversen pérdidas de nuestros recursos naturales, sino que permitan implementar nuevas formas de relacionarnos con la naturaleza que nos rodea. Fortalecer a los gobiernos indígenas locales como estrategia frente a la deforestación es una de las principales estrategias que implementamos en Caquetá, modelo que muchas otras organizaciones han implementado en Colombia, y replicado en el Amazonas. Sin embargo, podemos y debemos integrar la aproximación de diversidad cultural para lograr una transformación que vaya más allá de los territorios indígenas y nos lleve a construir una visión de paisaje con otros actores de los territorios, con alianzas comunitarias entre las diversas culturas que cohabitan. Este enfoque ha demostrado muchas fortalezas como la promoción de una aproximación conjunta de culturas diversas que pueden tener un objetivo común para mejorar las condiciones de su territorio. Ha favorecido el intercambio de conocimientos fortaleciendo el pluralismo cultural que facilita la integración y la participación de personas y grupos que procedan de horizontes culturales variados, reduciendo conflictos. Enfrentar los desafíos del cambio climático, asegurar la seguridad hídrica que incluya las soluciones basadas en la naturaleza y asegurar una provisión de alimentos de fuentes sostenibles requiere que los seres humanos transformemos nuestros sistemas de relacionamiento y de la forma como tomamos nuestras decisiones. Diversas referencias han encontrado evidencia suficiente para demostrar que el arte y la cultura son potentes agentes de transformación, no solo en las alianzas con enfoque territorial. Existen muchas otras aproximaciones en una dinámica siempre compleja y cambiante que reúne arte, cultura y naturaleza. Aunque tienen en común la poca atención que reciben, reflejado en ser el grupo con menores inversiones gubernamentales nacionales y locales, a los artistas, gestores comunitarios, líderes sociales, líderes ambientales y transformadores del territorio nos une también la pasión y las ganas de seguir construyendo sociedades más responsables, incluyentes, saludables y felices que permitan un desarrollo cultural libre y diverso.
*Subdirectora de The Nature Conservancy Colombia y Ecuador