El 3 de enero de 1995, el diario El Tiempo publicó el compromiso de Antanas Mockus con la ciudad, recién posesionado como alcalde de Bogotá. Mockus, un candidato independiente, había sido elegido con 492.389 votos sobre Enrique Peñalosa (Partido Liberal, 229.835) y Carlos Moreno de Caro (Partido Conservador, 20.445) y a través de la cultura ciudadana se comprometía a defender el patrimonio colectivo, actuando prioritariamente sobre el espacio público y la calidad ambiental.“[Impulsando] el progreso social y la fertilidad económica de la ciudad, contribuyendo al progreso social (entendido en términos de calidad de vida, de desarrollo humano y de convivencia social) y ayudando a mejorar la productividad urbana (con inversiones de apoyo a la producción). Y a recuperar la legitimidad institucional”. El respaldo del 64% de los votantes por el ex rector de la Universidad Nacional, un filósofo y matemático de origen lituano, graduado del Liceo Francés, era abrumador.          Mockus conformó, en principio, un equipo de académicos en una ciudad que hasta entonces había sido gobernada por políticos de los partidos tradicionales. Una ciudad desolada en la que aún se oía el eco de las bombas del narcoterrorismo de los años ochenta y gracias a las cuales la sociedad aprendió a temerle al espacio público, pero que tenía las arcas llenas debido a la gestión de Jaime Castro.        Para quienes no lo recuerdan, los principios de la cultura ciudadana se basaban en la idea de “Todos ponen”, que quería “privilegiar el patrimonio común y la distribución social de los beneficios logrados mediante la vida económica y cultural de la ciudad”. En aquél entonces, en medio de una polarización política tan cerrera como la que vive hoy Colombia, entre quienes apoyaban el gobierno de Ernesto Samper y quienes le pedían que renunciara por el ingreso de dineros del narcotráfico a su campaña, Bogotá parecía una ciudad de nadie, con un sentido de pertenencia nulo.  ¿Por qué no se logró?El reciente anuncio de la Secretaría de Cultura de Bogotá de incorporar en su presupuesto de 1.8 billones de pesos para este cuatrienio los planes de Corpovisionarios, la organización de Mockus, hacen pensar que la primera iniciativa, a mediados de los noventa, duró lo que el alcalde gobernó pero en realidad no surtió efectos en un cambio de mentalidad de los bogotanos. Quien hoy lea los principios de la cultura ciudadana estará de acuerdo en que eran interesantes y apropiados, pero no pasaron de ser buenas intenciones. Hoy todo el mundo recuerda la hora zanahoria, los mimos en las cebras del tránsito, las tarjetas que premiaban o castigaban a los ciudadanos por sus buenas o malas acciones. Pero, de fondo, muy poco.            Mockus tenía la idea de hablar del bien común y en los dos años de su alcaldía se convirtió en un fenómeno: se hicieron documentales internacionales, la opinión pública comenzó a confiar en el poder de los símbolos. Pero, una vez más, el fondo de sus propuestas, a veinte años de ellas, y bajo la coyuntura de que su equipo trabajará en tal sentido por la ciudad, no parecen haber perdurado. Aquello de una “conciencia individual y colectiva sobre los deberes y derechos que tenemos los ciudadanos por ser propietarios de la ciudad, especialmente los que generan arraigo y acogida”, parece no ser cierto hoy. Y no solo por inoperancia de las pasadas administraciones sino porque, según críticos, se trató de “ademanes pensados desde una gran confusión intelectual”, como lo afirma Manuel Hernández, escritor y experto en la historia de Bogotá. Hernández asegura que la cultura ciudadana dejó de ser importante porque se convirtió en un show. “Es innegable que detrás de la cultura ciudadana había intereses neoliberales, así suene mal. Por eso Mockus se volvió un ídolo de los noticieros”.          En una entrevista concedida a la revista Semana en 2012, Henry Murraín, quien para entonces era director de proyectos de Corpovisionarios, decía que “equivocadamente se creyó que la cultura ciudadana era algo de Antanas Mockus y no se entendió que era un tema trascendental de ciudad”. Según él, a partir de la alcaldía de Luis Eduardo Garzón, 2004-2008, se desmontó el Observatorio de Cultura de Bogotá, que era más que un centro de estudios culturales, un think tank para pensar y medir la ciudad a través de indicadores y mucho de lo propuesto fue arrasado por cuestiones de ego.   Otra de las críticas a la cultura ciudadana, que bajo la alcaldía de Enrique Peñalosa tendrá un enfoque intersectorial en el cual participarán secretarías como la de la mujer, movilidad, ambiente y cultura es que no se puede gobernar “bajo el imperio de la ley”, cuando la ley es percibida como espuria o ilegítima por los cuestionamientos a concejales o senadores. “Logró hitos, pero muchos se disolvieron: era una política gigante con pies de barro que no comprendió las tensiones sociales de una ciudad tan compleja como Bogotá. Fue importante como principio de promover la convivencia, pero se esfumó”, dice alguien que trabajó de cerca en esa primera etapa.Cultura ciudadana modelo 2016Nadie garantiza que esta cultura ciudadana modelo 2016 podrá derrotar la apatía de una ciudad que se queja constantemente de la agresividad y la violencia de sus habitantes. Una ciudad inequitativa como las que más que tiene grandes problemas sociales. Para Andrés Casas, politólogo y quien hace parte de Corpovisionarios, la idea es “profundizar el legado de trabajo de cultura ciudadana que dejó Mockus. Bogotá presenta una posibilidad de ahondar en los temas que introdujo en su alcaldía, recuperar las cosas que han perdido de su labor y revitalizar las que siguen presentes. Con la experiencia que hemos ganado en todo este tiempo, vamos mucho más allá de lo que la gente piensa siempre: mimos, cebras y estrellas negras. La cultura ciudadana es una alternativa para mejorar la vida de la ciudad. Lo que tenemos es un convenio inicial puntual de cinco acciones. De los temas centrales, están definidos tres: la movilidad, la construcción de nuevas masculinidades y las lesiones -no solo de accidentes, sino de riñas-. Los otros dos se están definiendo y todavía se está construyendo la agenda. Estamos enfocados en que, citando a Antanas, “lo importante es Bogotá”.La cultura ciudadana comenzará entonces con acciones concretas, como lo apunta Rodrigo Sandoval, también de Corpovisionarios: “Dentro de las cinco estrategias de cultura ciudadana se van a realizar acciones. La primera que se va a realizar es en las intersecciones, para mejorar el comportamiento, fomentar el respeto a la cebra, desarmar el entrecruzamiento. Todos esos actos tienen un efecto muy profundo sobre la movilidad”.Ojalá estas acciones esta vez se profundicen y vayan más allá de aquellos ademanes simbólicos que fueron muy importantes, pero que necesitan incorporarse y ahondar en los grandes problemas sociales de Bogotá.