Quizá la fuerza más poderosa del arte es que los cambios no ocurren en el sitio donde éste está, sino en nosotros Christo y Jeanne-Claude Una ciudad es un territorio mutante, cambiante, en constante movimiento cuya fisionomía se transforma de acuerdo al paso del tiempo. En ciudades como Bogotá, eso es mucho más evidente que en otras ciudades latinoamericanas pues la conservación no ha estado dentro de los planes de nadie tras ser destruida en buena parte tras El Bogotazo, el 9 de abril de 1948. Quizá también le interese ¿Cómo es el arte urbano en Bogotá? Aunque en ese momento no se afectó el conjunto de la ciudad, muchos inversionistas aprovecharon la confusión para derrumbar buena parte del centro para darle paso a proyectos desarrollistas que no tenían una perspectiva clara. En ese contexto, preguntarse por el arte público en Bogotá, es también hacerlo por los proyectos de ciudad que tienen sus habitantes. Lea como fue el cuarto debate sobre la idea de la paz en Colombia. En los últimos cinco años, por ejemplo, floreció un movimiento de arte callejero que comenzó a pintar la ciudad de una manera ordenada –aunque siempre hay actos vandálicos estos no obedecen a los principios de los grafiteros/artistas— que trajo consigo una discusión sobre la legitimidad de dar espacios públicos a una estética que “no es compartida por todos”. Pero cabe preguntarse cuál estética lo es: ¿la de los monumentos creados a partir de un proyecto de país de finales del siglo XIX que buscaba crear una identidad nacional a partir de los próceres?, ¿La de los grupos religiosos que deciden crear símbolos con figuras de santos?, ¿La de la modernidad y sus proyectos de intervención del espacio público desde la libertad de la creación? Esta es la triste condición en la cual se encuantran los monumentos de Bogotá. Bogotá cuenta actualmente con mas o menos 500 monumentos en el espacio público y en los últimos cinco años se ha hecho conocida como un escenario privilegiado en la escena mundial del arte callejero. Sus miles de murales y grafitis, que ornan las paredes en casi todos los barrios de la capital, se han vuelto un referente obligado para turistas extranjeros, por lo menos en el centro histórico. Como en muchas ciudades del mundo, el fomento y la implementación de las obras de arte en el espacio público obedecen a normas precisas que han venido evolucionando con el tiempo. En la mayoría de los casos, la invitación a realizar una obra en el espacio público viene de un actor oficial —en Bogotá, la Alcaldía de la ciudad a través de Idartes y la Secretaría de Cultura— y se dirige a un artista de reconocida trayectoria. Pero la convocatoria puede hacerse también mediante un concurso nacional o internacional. Desde 2002, el Comité Distrital del Espacio Público es el encargado de emitir concepto sobre la pertinencia, la calidad y la ubicación de las propuestas de expresiones artísticas de carácter permanente en el espacio público del Distrito Capital. Este órgano está conformado por representantes del mundo de las Artes, de la Academia y del Distrito. En lo que va del año, al menos cincos procesos de comanda pública han sido lanzados en Bogotá: desde el Primer Concurso Internacional Museo a Cielo Abierto Ciudad de Bogotá para el espacio público del sector de Las Aguas, que premió la obra sonora del artista cartagenero Oswaldo Maciá, hasta un mural en Ciudad Bolívar. Del lado del arte callejero, que tanto ha cambiado en la capital colombiana esos últimos años, la Alcaldía permite pintar en ciertos muros de la ciudad. Hasta 2011, esta actividad era ilegal, pero después de la muerte del joven grafitero Diego Felipe Becerra por el disparo de un policía cuando se encontraba pintando en la localidad de Suba, las autoridades decidieron apostar por una nueva norma que regula la actividad. En 2013 se firmó el decreto 75, que pretende promover grafitis responsables. Desde este año, en Bogotá el grafiti fue declarado bien de interés cultural y las sanciones por hacer pinturas en espacios no autorizados son sobretodo pedagógicas: van desde una advertencia, prestar servicio comunitario o, a lo sumo, pagar una multa. A veces es la Alcaldía de Bogotá la que pide la intervención artística, como para el enorme mural sobre la Carrera décima con Avenida Jiménez realizado en homenaje al premio nobel de literatura Gabriel García Márquez, para conmemorar un año de su muerte. Para debatir sobre este tema trascendental para el desarrollo de las ciudades del siglo XXI, los invitados serán: -Óscar González 'Guache', muralista, ilustrador y diseñador gráfico que ha recorrido gran parte de Latinoamérica plasmando mensajes en muros con técnicas que van desde el ‘stencil’ hasta el muralismo contemporáneo. -Óscar Ardila Luna, curador, artista e historiador del arte cuyo trabajo se concentra en el estudio de las representaciones artísticas en el espacio público. Maestro en Bellas Artes en la Universidad Nacional de Colombia, magíster en Teoría e Historia del Arte, la Arquitectura y la Ciudad de la misma universidad y Master of Fines Arts del Institut for Art in Context de la Universidad de Artes de Berlín. -Wilson Díaz Polanco, diseñador y artista plástico de la Universidad Nacional. Su trabajo incorpora diversos estilos a través de los cuales expresa los problemas sociales y culturales que afectan a Colombia. -María Eugenia Martínez, arquitecta de la Universidad nacional, actual directora del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural (IDPC) de Bogotá.