Con la frase “Bienvenidos al último show de la historia. Todos vamos a morir”, el comediante estadounidense Jim Gaffigan abrió su espectáculo la noche del miércoles 11 de marzo en un bar de Bogotá. Esta provocó risa por la exageración, porque la dijo muy poco después de que la Alcaldía emitiera las restricciones a los eventos, y, claro, porque así sacó a pasear al elefante blanco en la sala. Mientras tanto, en Cartagena, el desafiante Ficci empezó a desarrollar su edición 60 con el elefante blanco a bordo y medidas de prevención que el tiempo probará, o no, suficientes. En la mañana del jueves, la Gobernación de Cundinamarca hizo sus propios anuncios y grabó en piedra que, tanto en Bogotá como en el departamento, no habría espectáculos masivos. Durante dos meses no habrá congregación, espectáculo (ni protesta, ni nada) que reúna a más de 1.000 personas. Con el paso de las horas, el país entero quedó cobijado por medidas similares, según dijo el presidente, hasta el 30 de mayo. Esa ventana de tiempo parece optimista pero hay que verla por lo que es: un marco inicial frente a una situación de incertidumbre. La prioridad absoluta es la salud pública, controlar una pandemia y evitar su propagación. Pero no es exagerado decir que a una industria como la del entretenimiento el golpe le llegó en el peor momento. Entre hoy y el fin de semana fueron aplazados los conciertos de Alejandro Sanz (tocaba el 12), Juanes y Maroon 5 (se presentaban el 14). Y en el corto plazo quedó en el limbo la nutrida y atractiva agenda de marzo, abril y mayo, quizás la de mayor peso en el año. En esta estaban pactados festivales de tres días como Estéreo Picnic, festivales de dos días como Jamming Fest y de uno, Megaland; había conciertos de Kiss, Chayanne, Raphael, Perales y Richard Clayderman, eventos culturales neurálgicos como la Feria del Libro de Bogotá, y charlas tan esperadas como la de Michelle Obama. Revista Semana estima que, en el caso de Bogotá, debido a "la suspensión de eventos de aquí a junio, cerca de 20, la ciudad dejaría de recibir USD 200 millones, por cuenta de pérdida en boletería, alquiler de espacios, hotelería y turismo, sin contar los empleos". El festival musical privado más grande de Colombia, su feria cultural más grande, y muchos más eventos a lo largo y ancho del país (como el Festival de la Leyenda Vallenata en Valleduper y el Festival Nacional de la Música Colombiana en Ibagué), aplazados hasta nueva orden. Todo mientras, a nivel mundial, la empresa Live Nation (monstruo global de los conciertos) acaba de anunciar que pausó todas sus giras; así como lo hará Broadway con sus obras; así como lo han hecho industrias de miles de millones de dólares como la NBA. Por alerta de coronavirus, se aplaza la edición 2020 del Festival Estéreo Picnic Se aplaza la Feria del Libro de Bogotá por alerta de coronavirus ¿Cancelado o aplazado? El empresario Ricardo Leyva asegura que “Obviamente, los conciertos no se van a cancelar. Esto es fuerza mayor, y reprogramaremos las nuevas fechas de los conciertos que tengamos, basados en la agenda del artista, y basados en la disponibilidad de los escenarios”. Alfredo Villaveces, de Move Concerts, ratifica la idea de que, en este punto, “pretendemos hablar de aplazamientos, no de cancelaciones. Pero para llegar allá se necesitan ventanas”. Para Villaveces, volver a armar el rompecabezas complejo de un festival como el Estéreo Picnic implica tener en cuenta factores que trascienden las fronteras del país, pues “los artistas no vienen por un show aquí; Lollapalooza tiene tres conciertos en Sudamérica (ese festival tiene lugar en Brasil, Chile y Argentina). Entonces se trata de buscar la manera de que esta gente pueda volver a hacer el show”. El público colombiano, resignado a no ver los espectáculos en las fechas estipuladas, se preocupa por su salud pero también por su dinero. En ese orden de ideas, Leyva asegura que mientras haya ventana para reprogramar no se debe devolver el dinero, “pero si hay una cancelación definitiva habría que estudiar el caso con todos los afectados”. El empresario añade que “el artista no va a devolver la plata porque no es culpa de él. Y ni las aerolíneas, ni el hotel, ni nadie nos van a decir "le devuelvo su plata"”. Hasta el momento, solo la organización del Jamming se la jugó por determinar nuevas fechas: 14 y 15 de noviembre. La organización del Megaland anunció por su parte que cancelaba su evento y dio instrucciones de gestionar la devolución. La dimensión del meteorito Ricardo Leyva describe esta circunstancia como “un golpe durísimo para la industria del entretenimiento y para todos los colegas que nos dedicamos a esto”; Villaveces por su parte lo considera “absolutamente devastador”. El empresario dijo a ARCADIA que la situación ha llevado al gremio a juntarse en busca de maneras para lidiar con la zozobra. “Estamos mirando a ver qué hacer. Yo tenía a Kiss en este momento: un aforo de 9.000 millones de pesos que está en juego”. El destino le viene jugando pasadas a Villaveces, quien añade cómo “ya con Norah Jones perdimos, por el paro, un artista que costaba 100.000 dólares”. Difícil ponerle una cifra, cada cual maneja sus presupuestos, pero en juego están decenas de millones de dólares y el vigor de la punta de lanza de la economía naranja: los espectáculos en vivo. Leyva repara en casos especialmente críticos como los de Alejandro Sanz, Juanes, Raphael o Maroon 5, que tenían conciertos este fin de semana, pues hay gastos que, en el mejor de los casos, el de una reprogramación que aún es difícil cuadrar, se van a duplicar: “Ya los artistas se encuentran en Colombia. Ya la producción y la parte técnica estaba montada. Y si vuelven para una nueva fecha entonces hay que volver a pagar la comisión, los tiquetes aéreos, las visas, hoteles, viáticos, seguridad, transporte, publicidad, hay que volver a sacar permisos, pólizas... la cantidad de cosas que hay que pagar es una barbaridad. Puedo seguir enumerando veinte mil cosas”, sentenció. Villaveces manifiesta la angustia de toda una cadena de personas que se ve comprometida: “Por ahora, estamos mirando temas de contratos de trabajo. Todos tenemos una nómina gigante que pagar. Estéreo Picnic tiene más de cien empleados y como le digo, queda suspendido todo. Estamos evaluando qué hacer, qué gente dejar y no dejar, porque es frenarnos el trabajo de todos. Y de ahí para abajo, todo lo que la cadena de prensa, los aviones, hoteles. Todo se va al carajo”. Por último, frente a un escenario así de duro en una industria que se fundamenta en una planeación profunda, lo más fuerte es no saber cuánto va a durar: "Tenemos seis eventos que estábamos por hacer. Y estamos esperando a ver qué ayuda nos puede dar el Gobierno nacional con los parafiscales. Básicamente, hay una reserva que nos podría ayudar ahí. Esto es devastador y no sabemos qué camino tomar". El Gobierno lanza un salvavidas a las empresas de espectáculos públicos