ARCADIA reproduce las palabras que el padre Francisco de Roux, presidente de la Comisión de la Verdad, pronunció durante “Una noche por el futuro”, una iniciativa de ARCADIA y la Comisión de la Verdad, en alianza con ICTJ, la Embajada del Reino Unido en Colombia, la OIM y Banco de la República, y con el apoyo de la Embajada de España, AECID y la Cooperación Española, y Chivas. Una noche por el futuro Cartagena, febrero 1 de 2020 Buenas noches a todos y todas en esta noche por el futuro que estamos viviendo, que nos hace pensar, que celebra nuestra posibilidad de pensar en futuro común desde nuestras diferencias y nos permite detenernos en el camino para preguntarnos por nosotros mismos. Hagamos esta pausa en medio de la fiesta para reflexionar lo que nos llevamos de aquí, del Hay Festival, porque lo vivido en estos días no es solo una fiesta de sociedad, sino, además, una toma de conciencia de lo que valemos y de lo que podemos ganar hacia adelante, de cuáles son las cosas que nos hacen crecer como seres humanos y las que nos desbaratan, cuáles las actitudes y comportamientos que nos enaltecen y las que nos destruyen, cuáles las verdades que nos dan claridad y las mentiras que nos oscurecen. Estos son momentos para tomar la vida en nuestras propias manos, para reflexionar sobre el destino del tren en que venimos confiados sin darnos cuenta de que la locomotora social, política o ética va posiblemente a toda máquina hacia un lugar que nosotros no queremos. Son, también, momentos para reflexionar a dónde queremos llegar o qué destino estamos decidiendo aquí para los nietos de ustedes que vendrán dentro de cincuenta años y de quienes ustedes son los ancestros. “Nos da miedo estar en la misma orilla del río”: Ignacio Piedrahíta El festival nos ha entregado muchos elementos de arte, de ciencia, de cultura para el discernimiento de nosotros mismos. En su discurso, Joseph Stiglitz nos repetía una frase de Robert Kennedy: “El producto interno bruto (PIB) lo mide todo, pero nunca mide las cosas que hacen que valga la pena la vida”. Eso me llevó a hacer una pequeña reflexión. Nos sentimos orgullosos del crecimiento de Colombia del 4% anual durante décadas ante los países de América Latina. Pero aunque es cierto que ha disminuido la pobreza en este país y que ha aumentado la clase media, las inequidades regionales son inmensas; la concentración de los ingresos en la parte más rica de la sociedad es descomunal. Y ahí están el Chocó, el sur de Bolívar, la costa caucana, el Catatumbo, el abandono de los pueblos afros e indígenas. A eso hay que añadirle el lugar que juega entre nosotros la cocaína criminal en ese producto interno bruto, que no solamente eleva la producción entre nosotros sino que es uno de los grandes multiplicadores de la demanda de consumo. Crecemos económicamente envenenando al mundo y matándonos con el narcotráfico que penetra la sociedad y las instituciones, que dispara la violencia. Y no hemos tenido el coraje de pararlo. Hemos también escuchado a Dilma Rousseff advirtiéndonos que el crecimiento de la desigualdad vulnera a las democracias y que hay que mirar primero a los que no tienen nada si queremos garantizar el futuro que soñamos. Juan Esteban Constaín nos trajo su libro sobre Álvaro Gómez Hurtado. En primer lugar, nos muestra al Álvaro conservador cuando promocionó el bombardeo a lo que él llamaba "las repúblicas independientes". Nosotros en la Comisión hemos ido a esos territorios y sabemos que eran simplemente organizaciones campesinas que tenían armas, las armas que venían de la violencia partidista. Pero después Álvaro, como lo presenta Constaín, es el hombre que comprendió lo que éramos al salir de un secuestro horrible y nos invitó a cambiar las cosas en Colombia, que teníamos que pensar juntos en un pacto sobre los fundamental y había que ir por el cambio de régimen. Otros de ustedes pudieron oír a Christophe Galfard, alumno de Hawking, quien nos habló aquí sobre los misterios del universo y nos invitó a pensar sobre el misterio de cada uno de nosotros en estas realidades. Wade Davis, que inspiró El sendero de la anaconda, nos mostró también una cosa que es muy interesante, como el territorio más protegido de la Amazonía es justamente el colombiano, y la paradoja que fue el más protegido porque ahí estaba la guerrilla, que cometió en esa zona los más terribles secuestros, y como ahora, al irse la guerrilla de ahí, las motosierras están acabando con la selva. Pudimos escuchar también sobre los ríos, sobre el Cauca y el Magdalena en esa invitación a que defendiéramos nuestra identidad y nuestra nación que nos hizo Ignacio Piedrahíta. “Los retos de la democracia nunca han sido tan duros”: Boaventura de Sousa Luego la exploración interior en transparencia y sinceridad que nos entregaron Margaret Atwood con Alberto Manguel. Margarita García Robayo en su Primera persona, Evelio Rosero y Karina Pacheco y como siempre William Ospina con sus intuiciones penetrantes sobre nosotros mismos. Y el sabor de dignidad de Algún día, la novela de Ángela Becerra y la fuerza para afrontar la realidad desde la fantasía fuerte de la mujer en Cometierra de Dolores Reyes. Y Leonardo Padura, mintiéndonos en la expresión y la celebración de la fuerza y la riqueza que se da en los rostros de la salsa y el lugar de los niños puestos en primera escena por Octavio Escobar y la gracia creativa de los jóvenes en música y creación de la era digital. Podríamos seguir trayendo los aportes que nos ha dado el Hay Festival, pero lo importante ahora, por este momento, es recoger la profundidad de lo que aquí hemos recogido. Hoy el tiempo apremia con el calentamiento global, los jóvenes creadores de nuevas tecnologías empujan a una comunidad global en uniones continentales por encima de los Estados-nación, mientras lo nacionalismos extremos van en otro sentido. Ya los economistas respetables señalan los caminos del cambio de modelo. Sabemos mucho de nuestra impresionante pequeñez en el universo de nuestras galaxias de billones de planetas. Y en este contexto espectacular, la experiencia en el silencio del sentido de nosotros mismos y la conciencia de la importancia ineludible, invulnerable, de cada ser humano y la responsabilidad frente al misterio de cada uno de nosotros y nosotras. El lunes estaremos todos de nuevo en la realidad de Colombia, regresamos con la experiencia vivida de estos días. De que, en lo más hondo, somos iguales. Llegamos después de saber que podemos acercarnos juntos a los problemas y a la vida y que este acercamiento juntos nos hace más lúcidos. Que somos capaces de hacerlo en el diálogo y en el respeto mutuo. Llegamos a Colombia, llamada este año a encarar las verdades que dieron origen a la tragedia de millones de víctimas. Una tragedia que se originó en una mezcla de exclusiones e injusticias, secuestros y masacres, robos de tierra y falsos positivos. De polarizaciones, desconfianzas y señalamientos. Llegamos a encarar todo esto para que nos se repita más. Hemos aprendido en esta fiesta de la vida a confiar, a compartir, sabiendo que somos diferentes. Y nada nos da más seguridad que esta confianza colectiva que podemos celebrar porque creemos los unos en los otros. Y juntos estamos decididos a no tolerar más lo intolerable. Como dicen las mujeres afro del Cauca en su lucha contra las retroexcavadoras de la minería criminal: “Yo soy un eslabón de esa cadena y la cadena no se rompe aquí”. Si lo hacemos con ustedes, estamos seguros de que habrá un futuro para los niños de Colombia.
“La cultura debe emerger del silencio”: Francisco de Roux