El aporte de Alfredo Molano Bravo a Colombia fue muy valioso: le ayudó a conocerse a sí misma. El país violento de la segunda parte del siglo XX, el del comienzo del XXI, la mentalidad de los colombianos y las características del país rural –tan desconocido en su contraparte urbana– han desfilado por las aulas universitarias y por las principales bibliotecas de la mano de sus escritos. En la obra de Molano, que es extensa, pueden reconocerse tres autores –el historiador, el sociólogo y el periodista–, que se complementan y forman parte de una visión integral que reúne todos los campos en los que innovó y ejerció un reconocido liderazgo. Ese Molano completo fue quien, en distintas épocas y diversos géneros, hizo una contribución fundamental a la construcción de una visión profunda de la realidad nacional.? Molano, entonces, fue un innovador. Fue un historiador que dejó el lenguaje adornado y formal que casi siempre había caracterizado a sus antecesores. Sus relatos sobre La Violencia son de fácil lectura. Algunos parecen de ficción, pero en realidad son una explicación detallada de los móviles que condujeron a los enfrentamientos entre liberales y conservadores. Y todos comparten una característica que acompañó al autor a lo largo de su vida: una sensibilidad especial por lo rural. Sus permanentes recorridos por el campo lo convirtieron en una especie de vocero de las realidades del territorio que no habían sido objeto de gran interés en las capitales. A Molano lo fascinó siempre la historia del “otro” país: el campo, los campesinos e, inevitablemente, la violencia. Las grandes historias de las que se ocupó no fueron los relatos citadinos que atrajeron siempre a sus colegas de la academia, ni el destino de los líderes más poderosos. Se sentía más a gusto con las historias de la gente común. ?El segundo Molano fue el sociólogo. El autor riguroso y profundo, que conoció a fondo la realidad nacional y la difundió en sus clases y textos. El profesor que pasó por las principales aulas de Colombia y de otros países –sobre todo de Francia– en busca de mejores conocimientos en sus disciplinas académicas. Como académico no renunció a imitar estilos de otros colegas; tampoco a encontrar un camino propio para analizar los hechos y construir sus relatos. Por su labor en ese campo, en 2014 recibió un doctorado honoris causa en la Universidad Nacional de Colombia. ?Y hubo un tercer Molano: el periodista. En 2016 recibió el Premio Simón Bolívar a la vida y obra, el reconocimiento más importante al oficio en Colombia. Su trabajo fue amplio y profundo. En especial, se destacó como cronista y como columnista por sus textos dominicales publicados en El Espectador. El Molano columnista fue un complemento al que se movió por los campos de la sociología y la historia, que le apuntó, sin embargo, siempre a los mismos objetivos: a que la sociedad colombiana pudiera conocer mejor su propia realidad y a transmitir un mensaje sobre la necesidad –y la posibilidad– de terminar el conflicto armado y reemplazarlo por la política.? En ejercicio de su profesión, siempre estuvo cerca de los procesos de diálogo y negociación entre grupos armados y diversos Gobiernos. Molano fue un entusiasta partidario de buscar la paz mediante el diálogo, y su aporte a un mejor entendimiento de estos fenómenos se dio por medio de una característica propia y determinante de su trabajo: su familiaridad con el país rural y, a la vez, su conocimiento académico sobre la realidad nacional. También fue un valiente estudiante del paramilitarismo y sus tenebrosos avances en los Llanos Orientales. ?Como innovador, académico y periodista, Molano conoció a fondo el país rural de una forma que no hace la mayoría de sus colegas. Y perteneció a esa escuela de académicos que no considera su trabajo una simple forma de reconstruir el pasado o narrar lo sucedido. Molano vio en lo que hacía un motor para conducir a la sociedad hacia objetivos deseables; en especial, hacia la búsqueda de la paz y el fin de la lucha armada. Este fue, en últimas, el fin que persiguió hasta su muerte.? En su última etapa, Molano entró a formar parte de la Comisión de la Verdad, creada a raíz de los acuerdos de paz firmados entre el Gobierno de Juan Manuel Santos y las Farc, y allí estaba a cargo de zonas por las que había caminado exhaustivamente en sus tareas de investigación y reportería. El pasado 31 de octubre murió de un paro cardiaco y dejó cerca de treinta obras, en su gran mayoría sobre la guerra y la paz en el país, además de columnas y el trabajo que había iniciado en la Comisión. Molano conoció a fondo las realidades del país rural, de los grupos armados y de las situaciones de conflicto, porque consideraba que era indispensable para lograr su objetivo final: explicar el fondo del conflicto para estimular su terminación. A eso le dedicó su vida: a explicar que la guerra no tiene sentido. *Director editorial de la revista Semana