“Es lo más aterrador que he escuchado en mi vida”, dijo en 2007 Werner Herzog. El director alemán, famoso por sus películas de ficción y por sus documentales, se refería al audio de la muerte de Timothy Treadwell, un ecologista y cineasta amateur que falleció junto a su novia a finales de 2003 en el parque nacional Katmai, en Alaska, después de que un oso grizzly los atacara de noche. Para ese entonces, Treadwell, un férreo vocero de los derechos de los osos en Estados Unidos, había convivido con ellos por temporadas durante 14 años. Su fallecimiento generó todo tipo de reacciones en la prensa. Mientras que unos reprocharon al ecologista por su ingenuidad, otros elogiaron su visión romántica de la naturaleza. Pero el mejor análisis de sus motivos y de su constitución psicológica surgió dos años después de su muerte: el documental Grizzly Man de Herzog. Estrenada en 2005, la película examina la vida -y muerte- de Treadwell a partir de entrevistas y de las casi cien horas de video que el el ecologista grabó durante sus estadías en el parque Katmai. Con maestría, Herzog dibuja el retrato de un hombre inquieto, maníaco, guiado por un idealismo que escondía entre sus pliegues una inestabilidad para algunos incluso patológica. El alemán de hecho apunta a esa inestabilidad en el título de la película (en inglés la palabra grizzly hace referencia a ese tipo de oso, pero también a algo grisáceo, a medio formar, indefinido) y en la misma cinta, sobre todo cuando muestra la última grabación de Treadwell, en la que este permanece frente a la cámara oscilante, como si presintiera que fuera a morir. Grizzly Man se proyectará hoy lunes 27 de marzo a las seis de la tarde en la librería bogotana Casa Tomada.