En casi todos los hostales de Medellín, dice el periodista y profesor Mauricio Builes, se ofrecen tours sobre Pablo Escobar: recorridos por los edificios donde vivió, viajes a la hacienda Nápoles, visitas al cementerio donde yace su cuerpo e incluso la posibilidad de conocer a su único hermano vivo, Roberto, alias el Osito. Desde hace por lo menos una década, estas jornadas apologéticos se han encargado de enaltecer la figura de un hombre que, a 24 años de su muerte, muchos todavía consideran una celebridad. El fenómeno no ha pasado desapercibido en los medios de comunicación. Hace unos meses la aerolínea Air Panama protagonizó un escándalo por ofrecer un narco tour de 488 dólares por persona que incluía “Boleto de avión + 3 noches de hotel + Tour a Finca Napoles (Pablo Escobar) + Night Tour y entrada a discoteca” (sic). El portal pabloescobartour.com.co, por su lado, hace recorridos de hasta 750 dólares por persona, y también vende camisetas con la cara del narcotraficante, que promociona así: “Diseños exclusivos, envios a cualquier parte del mundo. Todo aquel que dice saber mucho de Pablo y admirar al patron, lo debe demostrar y darlo a conocer” (sic).
Todos los videos que aparecen en esta nota son cortesía de Narcotour.“A comienzos de año ayudé a hacer un documental para la televisión rusa sobre Popeye -dice Builes, quien además de profesor universitario ha sido editor de Pacifista! y de VerdadAbierta.com-. Ellos estaban intrigados de por qué la figura de Popeye era tan adorada en Colombia y sobre todo en Medellín. Me pidieron ayuda en la producción y eso me llevó no solo a conocerlo en persona, sino a pasar seis días con él. Además del desgaste emocional que implica estar con él, me hice muchas preguntas de la contraparte, a raíz de la cantidad de historias que escuché sobre los atentados y los sobrevivientes. Entonces, en conversación con un amigo, surgió la idea de hacer un recorrido, un tour, pero del lado B, de lo que no se conoce, de las víctimas”. Cuatro meses después nació el portal Narcotour. Escrito en un 99% por los estudiantes de Builes, contiene tres secciones (‘Medellín y Antioquia’, ‘Bogotá’ y ‘Otras historias’) en las que el público podrá encontrar una serie de crónicas con vídeos en las que varias víctimas de Pablo Escobar relatan sus experiencias, desde una mujer que compartió cautiverio con Diana Turbay hasta la hermana de la primera jueza que ordenó su captura. Si bien a primera vista podría parecer que estas personas están volviendo a contar sus historias, resulta que la mayoría nunca había hablado. En una ventana titulada ‘El proyecto’ se lee: “Pocas veces hemos escuchado a las víctimas de Pablo Escobar. Sólo entre 1989 y 1993 murieron cerca de 5.500 personas en la guerra contra el Cartel de Medellín. Sus viudas y huérfanos siguen en silencio. Nadie les pregunta por su dolor”.
Ahora, ¿por qué este silencio? Según Builes, hay dos razones: “Una de ellas es que muchas víctimas no quieren hablar porque se trata de un tema vigente. Hoy hay más narcotráfico en la ciudad que en ese entonces, hay más traquetos, hay más dinero de la mafia, por eso es un tabú en muchas familias. Una de las niñas del curso llegó un día y me dijo que no sabía si lo podía hacer porque una persona de su casa fue del Cartel de Medellín. Le pedí entonces una reflexión de lo que significaba para ella convivir con un tema tabú en su casa, y ahora su texto se encuentra como una columna de opinión en la sección ‘Otras historias’. La otra razón que justifica este silencio tiene que ver con el Estado: en Colombia no hay una sola organización de víctimas del narcotráfico. Nunca ha habido. Con la Ley de Víctimas de 2011 el gobierno reconoció a las víctimas del conflicto armado, pero no a las del narcotráfico, que son muchísimas. Estas personas nunca han sido reconocidas por la ley, a ellas nunca se les ha ofrecido terapia, talleres, sanación. Cada vez que hablábamos con ellas, era inevitable que lloraran, pues era la primera vez que hablaban”. Y quizás es en esa dimensión en la que se encuentra el alcance real del proyecto, pues puede funcionar como un aliciente para que en un futuro el Estado reconozca a estas víctimas. Por fortuna, su impacto ya se ha empezado a sentir. Varios de los mismos hostales que ofrecen viajes a Nápoles y a la tumba de Escobar han contactado a Builes para promocionar su proyecto, que por el momento permanecerá virtual. “En este momento lo que queremos hacer es una versión móvil, para que cuando los colombianos y los turistas vayan a estos tours puedan saber el otro lado de la historia”. Los vídeos de la página están subtitulados en inglés y pronto todos los textos también estarán disponibles en ese idioma. La experiencia también ha resultado enriquecedora para los estudiantes. Angie Rivera, de 20 años, confiesa que en un comienzo pensó que el proyecto era un poco “cliché, pues ya se ha dicho todo sobre Pablo Escobar”. Sin embargo, después de conocer el enfoque de las víctimas, cambió de idea: “Empecé a hablar con personas que vivieron las bombas de Escobar, hablé con gente cercana a Fidel Cano, y me di cuenta de que muchos de estas víctimas han sido invisibilizadas. Me encontré con personas que sentían mucho temor, que no querían recordar lo que pasó y que todavía no habían recibido respuestas a pesar de todo lo que vivieron. Me gustó poder darles una voz”. Su compañera Luisa María Valencia, de 22 años, agrega: “Escuchando estas historias uno aprende sobre la historia de Medellín y del país, además de los sentimientos que estas personas han tenido guardados durante todos estos años. También aprendí que desde la academia se pueden hacer proyectos para cambiar la vida de personas”.