Marcela Mar y Julián Román conforman el dúo de una Venus en piel, una puesta en escena del guionista norteamericano David Ives, inspirada en su versión original de 1870 escrita por el austriaco Leopold von Sacher-Masoch. Bajo la dirección de Fabio Rubiano, esta obra, que inaugura en la modernidad el concepto de  masoquismo, se estrenó en el país el 13 de Agosto en el Teatro Nacional La Castellana. Se trata de una propuesta discursiva que cuestiona, desde diferentes niveles, los roles de poder entre hombres y mujeres. La obra escrita originalmente en inglés fue traducida al español en Argentina y recientemente fue adaptada por Fabio Rubiano para el público colombiano. El dramaturgo, en conversación con Arcadia, explicó que en su proceso de dirección y escritura, la obra también hacía parte de una re-lectura. “Venus en piel estaba en un lenguaje ajeno para nosotros y en la medida en que se fue montando la obra, fueron necesarias algunas transformaciones en los diálogos. La idea es exactamente la misma pero el lenguaje se adapta a una versión familiar para el público”. La obra se ubica en el estudio de Thomas, un escritor atormentado por encontrar una actriz que interprete el papel protagónico de la adaptación del clásico, Venus im Pelz, del mencionado von Sacher-Masoch. En el auditorio vacío de la sala de audiciones, entra Vanda, una actriz vulgar y desesperada que busca quedarse con el papel principal de la obra. Al principio, la mujer no parece adaptarse en lo absoluto al perfil que busca Thomas y, sin embargo, en el transcurso de la audición, se roba la atención del director y lo seduce con su talento y sensualidad. A través de la obra  se empieza a desdibujar la línea entre el teatro  y la realidad, creando una tensión de dominación y sumisión entre los personajes. Venus en piel es un divertido drama erótico que cuestiona los roles de poder y hace una constante alusión a la mitología y al arte. Rubiano comenta, a propósito de ese juego de roles, que “la obra es en sí misma una cadena. Yo como director estoy dirigiendo una pieza, escrita a su vez por otro dramaturgo que narra la historia de un director y que adapta una obra de otro escritor. Es una serie de capas que se van sumando y establecen una relación de poder entre una actriz y un director que intercalan sus roles durante todo la pieza”.   Los juegos de poder se fortifican y se deconstruyen a lo largo de toda la obra. Cada secuencia está ingeniosamente marcada por una serie de matices que van acentuando la emoción y el dramatismo de la pieza. Los truenos y la música son una herramienta vital en la creación de una atmósfera que va tornándose cada vez más dramática a medida que transcurre la puesta en escena. Rubiano comenta al respecto: “Son puntuaciones. Cada vez que sucede algo, hay un crecimiento en los personajes, hay una transformación que va siendo agravada por los sonidos y por el uso de los elementos dispuestos en la caja escénica”. Cada uno de los objetos situados en el escenario tiene un significado que va cambiando durante cada escena. “Los personajes se van transformando durante toda la pieza y  todos los elementos que aparecen de una manera vuelven a aparecer en otra. Todo está girando constantemente alrededor de la ambigüedad” comenta Rubiano. La ficción se va volviendo la realidad de los personajes. El teatro se construye como una fuerza transformadora y a propósito de esto, Rubiano termina: “Porque hay drama, hay tensión y si hay tensión hay acción y al haber acción, hay movimiento. El ritmo de la obra lleva a los personajes a un acercamiento que pone al límite la tensión entre los protagonistas. El juego más atractivo de la seducción es el poder”.