“¿Por qué las mujeres siempre tienen que hacer las cosas tan difíciles?” dice un personaje a la protagonista de esta historia de venganza, en la que lo plausible se intercambia por el desbordamiento de la violencia y la agresión ad absurdum. La historia de Venganza siniestra, la ópera prima de Coralie Fargeat, es la de una mujer que es violada y, tras sobrevivir un intento de asesinato, decide volver para vengarse de sus agresores. Es la clásica trama del subgénero de las películas de explotación pero con un bonus: no tiene nada de factura barata o de bajo presupuesto, sino un regocijo de estilización y efectos especiales.

Jen encarna el letal estereotipo que algunos hombres, también fatalmente estereotípicos, creen que resume a las mujeres: brutas, débiles y muy “matables”. Ella representa este ideal masculino, así como ellos representan ese machismo irracional pero real. Todo es explícitamente estereotipado, pero no pareciera ser gratuito. Quizá no hace falta que lo que se vea en pantalla sea verosímil, porque además de enmarcarse en los códigos propios del subgénero, el subtexto (o por lo menos a lo que parece apuntar) está criticando una barbaridad real: un mundo en donde los hombres tratan a las mujeres como objetos desechables.El viaje de Jen es también el viaje hacia lo prehistórico. Su despertar ocurre en una cueva. Para sobrevivir, ella debe no solo sacarse, literalmente, el objeto fálico que la ha penetrado a la fuerza y herido de gravedad, sino también conectarse con sus instintos más primitivos. Ella resurge de las cenizas como un ave fénix –símbolo obvio en la película– va en busca de los cazadores cavernícolas que la han arrojado a tal estado troglodita para matarlos antes de que ellos la vuelvan a matar a ella. Se podría pensar que es solo al estar al nivel de bajeza de estos hombres, que la protagonista puede desquitarse con las mismas herramientas con que ellos la han hostigado a ella. Sin la involución, sin la regresión al no-lenguaje, a la depredación, a los sentidos animales y la sin-razón, sus victimarios jamás entenderían su crimen y mucho menos su propia derrota final.  Le puede interesar: Barbies, bigotes y mujeres salvajesNo es que las mujeres hagan las cosas difíciles, parece decir Venganza Siniestra. Sencillamente quieren que no las violen. Y luego que no las maten. Y más al fondo, quieren liberarse de la arcaica discriminación de género que el desértico imaginario patriarcal ha reforzado y mantenido las rupestres representaciones de lo que ellas tienen que ser, como si ellas tuvieran que ser algo. El estereotipo involucra una falta de evolución, de infertilidad, de estancamiento en lo que alguna vez se acostumbró y nunca se superó. Volver a esa desnuda brutalidad es la única manera de alcanzar una venganza tan siniestra como la agresión primaria, y por ende liberarse del peligro de muerte. Pero tener que volver a la caverna pone en evidencia una vez más que hay quienes nunca salieron de ella. Permanecer en la caverna es hacer perdurar un rústico enfrentamiento a palos y piedras. Y si hay que enfrentar, pues se enfrentará. Pero la necesidad de un progreso es imperativa. Entonces, salir de la caverna no solo será aceptar que se estuvo en una caverna, sino también entender de una vez por todas que el mundo y la realidad no se componen de esas sombras que vimos reflejadas durante tanto tiempo y que creíamos verdaderas.Le puede interesar: Venganza y justicia: ‘En la penumbra‘ de Fatih Akin