Aunque muchas personas tienen la firme intención de ahorrar o al menos de no vivir al debe, pocos logran hacerlo con regularidad, más que por falta de recursos, por falta de organización, pues no establecen con anterioridad cuánto dinero pueden gastar y cuánto pueden guardar en su cuenta de ahorros, sin desfinanciar sus compromisos o sin quedarse con la posibilidad de darse un gusto como ir a cine o salir a comer a un restaurante. Para determinar qué tanto se puede ahorrar, muchos expertos han dicho que se debe destinar 10% del ingreso, pero otros consideran que lo primero que se debe hacer es un buen presupuesto de ingresos y gastos, para así poder saber lo que se destina al ahorro. Una de las teorías que está de moda en este frente es la de la candidata presidencial por el partido demócrata de Estados Unidos, Elizabeth Warren, quien antes de dedicarse a la política tenía una prolífica carrera como profesora de Harvard y coautora de libros sobre finanzas personales. Justamente en uno de esos libros, que escribió junto con su hija, desarrolló el concepto de presupuestar bajo la regla 50/30/20.
Su propuesta es que para hacer un buen presupuesto de finanzas personales no hay que incurrir en muchos detalles, sino centrarse en esta fórmula de tres números: gastar 50% de los ingresos en necesidades como vivienda y comida; 30% en cosas divertidas opcionales y antojos y ahorrar el 20% restante. "La mayoría de las sugerencias para hacer un buen presupuesto recomiendan ‘recortar aquí‘ o ‘recortar allá‘, similar a las dietas que piden ‘corta las galletas‘ y ‘tomar café sin azúcar‘. Este enfoque puede funcionar con pequeñas modificaciones sin necesidad de hacer cambios radicales en el ritmo de gasto, tampoco es un plan integral de vida. Así, recortar algunos gastos mientras gasta de más en otros podría ser más llevadero que abandonar los dulces y las harinas al mismo tiempo”, explica Warren en su libro All Your Worth: The Ultimate Lifetime Money Plan (Todo lo que vales: el mejor plan para manejar el dinero de por vida). La primera reacción de muchos ante la regla 50/30/20 es que no es factible aplicarla ante los elevados precios de la vivienda, la educación y la salud, pero Warren ha dicho que si bien cumplir esas metas puede sonar imposible, se puede al menos acercarse a esas proporciones. “Eso no solo es factible, sino que es realmente liberador”, resalta en su libro. Ventajas Para aplicar esta regla lo primero que se debe determinar es cuáles son los gastos imprescindibles que deben ocupar el 50%. Con eso claro, si la persona tiene problemas como un despido, un accidente o incluso una oportunidad profesional que reducirá temporalmente sus ingresos, tendrá más espacio para maniobrar. "Un límite de gasto puede sonar muy triste, lleno de privaciones. Pero este límite tiene que ver con la liberación, no con la privación", recalca el libro. Uno de los consejos que dan para acercarse a esos porcentajes ideales consiste en deshacerse del pensamiento de todo o nada, al tiempo que resistir los encantos del crédito demasiado fácil. También es clave diferenciar entre los gastos que son "necesidades" y los que son "deseos". Básicamente, cualquier pago al que se pueda renunciar con inconvenientes menores es un deseo, pero aquel que al cortarlo afecte gravemente la calidad de vida, como la electricidad y los medicamentos recetados, claramente es una necesidad.
Así mismo, un pago mínimo en una tarjeta de crédito, puede considerarse una "necesidad", porque al no hacerlo no solo se generan intereses de mora, sino que se daña el historial crediticio. Lo que se cancele por encima del pago mínimo va a la cuenta del ahorro (20%), pues es un prepago de deuda, que a futuro implica tener que sacar menos dinero para estar al día en la tarjeta. En la categoría de deseos (30%) están las cenas y películas, ese nuevo bolso, entradas para eventos deportivos y conciertos; vacaciones, el último dispositivo electrónico e internet de ultra alta velocidad. También están las decisiones de actualización o upgrade, como por ejemplo elegir un bistec más costoso en lugar de una hamburguesa más barata, comprar un carro de alta gama, que le brinda el mismo servicio que el de gama media o pagar canales de cable extras solo por un programa. Básicamente, los deseos son todos esos pequeños extras en los que se gasta dinero, que hacen que la vida sea más agradable y entretenida, pero que en exceso son los que ponen en riesgo las finanzas personales.