A cien días de mandato, López Obrador pisa fuerte. No solo es el primer presidente de izquierda en la historia de México, sino también el más popular de América según las últimas seis encuestas. La más reciente, del periódico el Universal, estima que ocho de cada diez mexicanos aprueban su gestión y siete de cada diez creen que conducirá al país hacia un mejor destino. Y es que Amlo se hizo elegir con un discurso que muchos tildan de populista, pero que es tremendamente efectivo entre sus votantes. No solo prometió que acabaría con la corrupción política que lo precedió, sino que logró el cariño de la gente con gestos más simbólicos. Se bajó el sueldo en un 40 por ciento, les quitó las pensiones a los expresidentes, dejó de utilizar el avión presidencial para trasladarse en vuelos comerciales y convirtió la residencia presidencial de Los Pinos en un museo. Además, despidió a 140.000 servidores del gobierno federal con el argumento de que eran innecesarios. Le puede interesar: AMLO y Bolsonaro la encrucijada de 2019 Según Amlo, estas medidas de austeridad le ahorran al gobierno 35.934 millones de dólares que se pueden utilizar en políticas sociales, seguridad e infraestructura. Pero sus opositores insisten en que ninguna de ellas alivia los problemas reales de México. La revista británica The Economist afirma que incluso muchas le cuestan más al Estado, como la de no utilizar el avión presidencial, ya que el gobierno deberá seguirle pagando a Boeing una renta hasta que el avión se venda, así no lo use. Con todo y críticas, hay aciertos innegables respaldados por cifras. El más sonado de ellos es la estrategia contra el robo de combustible de la empresa pública de petróleos Pemex. Se estima que el año pasado el huachicol –una modalidad de robo en la que particulares perforan los oleoductos para distribuir gasolina ilegal por el país– hizo perder cerca de 56.000 barriles de petróleo al día al Estado mexicano. A tres meses del nuevo gobierno, la cifra se redujo a 8.000 barriles, con el corte de suministro (un acto polémico porque generó desabastecimiento las primeras semanas en casi todo el país) y el aumento de seguridad en los puntos más críticos. Así mismo, destapó la red de más de cien gasolineras que compraban Diesel bajo cuerda y reveló los nombres de los directivos de Pemex que cooperaban con los “huachicoleros” para obtener ganancias personales. Otro punto más a favor para AMLO fue la creación de la Comisión de la verdad para resolver el proceso de los cuarenta y tres estudiantes desaparecidos en 2014 en la Escuela Normal de Ayotzinapa. Un caso importante para los Derechos Humanos de México ya que los familiares insisten en que la policía, respaldada por el entonces presidente Enrique Peña Nieto, desapareció a los menores. Hasta ahora, la Comisión reunió a varios testigos y adelanta investigaciones que podrían incriminar a sujetos que permanecieron impunes durante el gobierno de Peña Nieto. López Obrador ganó su popularidad con otros dos proyectos: El de la contrucción del Tren Maya, que cruzará cinco estados del sur del país y que se construirá con inversión público-privada para aumentar el turismo, y el de duplicar el salario mínimo a quienes viven en la frontera con Estados Unidos. Bloomberg calificó esta última jugada como “astuta y positiva” para combatir el problema fronterizo, desincentivar la migración ilegal y evitar mayores tensiones con Trump. Los fracasos de un difícil conciliar César Moreno, asesor del Consejo Electoral de México, le dijo a SEMANA que los actos que más votos le dan al presidente no dejan de ser simbólicos y los que cambiarían estructuralmente al país, como el del Tren, son difíciles de ejecutar si se tiene en cuenta que López Obrador no ha mencionado de dónde sacará el dinero para llevarlos a cabo. Le sugerimos: Ya no hay guerra contra el narco la declaración de AMLO que desata polémica en México Según Moreno, “Amlo construyó una fachada en la que pasa como un presidente social, porque sabe que eso le consigue votos entre los más pobres, pero en la que no pelea con las clases acomodadas y clientelistas para no afectar sus finanzas. Por eso, cuando dice que va a atacar la corrupción no se refiere a empresas como las que maneja el señor Carlos Slim, ni a otras que lo acompañaron todo este tiempo, sino a aquellas que lo critican por su forma de gobernar”. Moreno resume al presidente como “un hacedor de discursos socialistas con tintes autoritarios y un ejecutor de políticas públicas neoliberales”. Para muchos esta fórmula, aunque parezca contradictoria, es la clave de su popularidad. Sin embargo, eso también puede ser insostenible en el largo plazo. Por más de que AMLO se lleva bien con un sector importante del empresariado, la economía comienza a contraerse por la incertidumbre que generan sus discursos. A pesar de que el presidente aseguró que “sus detractores se quedarán con las ganas de ver una recesión económica, porque el país crecerá al 4 por ciento durante estos seis años”, el Fondo Monetario Internacional estima que lo máximo a lo que llegará será al 1,6 por ciento. Si se le compara con el 3,4 de Colombia, el panorama económico es oscuro. Otra encuesta del Credit Suisse Group concluye que si bien el 80 por ciento de la población está satisfecha con el presidente, el 69 por ciento de los empresarios piensa que está llevando a México por un mal camino. Como si fuera poco, Amlo se enfrenta a un año crítico en términos comerciales, pues las políticas proteccionistas del presidente Donald Trump afectan directamente a México debido a que Estados Unidos es el principal destino de su exportaciones. Del mismo modo, la doctora en ciencia política de la Universidad Autónoma de México, María Xelhuantzi, piensa que “en la medida en que el presidente privilegie a un sector particular de privados y dependa tanto de Pemex, como históricamente ha hecho México, no habrá un cambio sustancial. Pemex no solo es la petrolera más endeudada del mundo, sino que su monopolio (controla el 80 por ciento del petróleo del país) afecta la posibilidad de pensar en un proyecto de energías renovables como el que Amlo prometió en campaña y que evidentemente ya no está dispuesto a concretar”. De hecho, hace unas semanas el gobierno canceló las rondas de licitaciones planeadas para la Reforma Energética, lo que arriesga el compromiso de México de obtener 30 por ciento de su energía por medio de fuentes renovables para 2024. Un futuro incierto Finalmente, el éxito popular del presidente también está mediado por acciones polémicas. Todavía es muy pronto para saber qué impacto tendrán muchas de ellas en el futuro. Por ejemplo, detener la construcción del aeropuerto Naim, en Texcoco, le costó cerca de 13.300 millones de dólares al Estado y a los inversionistas, según datos oficiales. Sin embargo, es cierto que el precio del aeropuerto se infló a lo largo de los años por la corrupción de los licitadores y que el terreno para su construcción, el Lago Texcoco, es propenso a los hundimientos. Le recomendamos: Cuánto lleva México gastado en el Nuevo Aeropuerto Internacional y qué pasará cuando AMLO lo cancele Amlo aseguró que ampliará otros aeropuertos regionales con los 100.000 millones de pesos mexicanos que le ahorró al gobierno al detener esa obra. Algunos son escépticos ante estas mejoras y ven las acciones del presidente como apresuradas y peligrosas. El país todavía no ha terminado de pagar todo lo que le debe a los empresarios a los que les incumplieron con el contrato. Asimismo, la creación de la Guardia Nacional, un grupo cívico militar que pretende disminuir los homicidios y la violencia, produjo crecimiento en las encuestas pero también cientos de críticas de parte de las Organizaciones de Derechos Humanos. Amlo no solo prometió en campaña que disminuiría la fuerza militar y combatiría de formas alternas al narcotráfico, sino que criticó insistentemente que los militares estuvieran en las calles, debido a las violaciones documentadas que han cometido contra la población civil. Si bien es pronto para saber si la Guardia Nacional será efectiva para disminuir la tasa de 85 muertos diarios, una de las más altas de América, algunos temen que las confrontaciones armadas puedan aumentar. Andrés Manuel López Obrador es un presidente diferente a los anteriores. Se identifica con los movimientos obreros de izquierda latinoamericanos, pero asegura que cree en el libre mercado y en el fortalecimiento de las democracias. Es un mandatario que para muchos, como para el profesor Benjamin Arditi, doctor en Ciencias Políticas de la Universidad de Essex, en el Reino Unido, es una esperanza frente a la corrupción “hegemónica que había impuesto el PRI en el país”. Lo que está por verse es si Amlo será capaz de conciliar el discurso con las acciones, pues hasta ahora ha demostrado que no van por el mismo camino. Solo el tiempo dirá si el dinero que otorgó en pensiones, en salario mínimo, en salud y en proyectos sociales traerá efectos positivos para la población o reventará la economía del país al terminar su sexenio. Amlo prometió en su discurso por los cien días que “me iré siendo el mejor presidente que ha tenido México en su historia”.