En 1960 las relaciones diplomáticas entre Israel y Argentina pasaron por un momento crítico. El origen de la tensión fue la captura clandestina en Buenos Aires de Adolf Eichmann, uno de los mayores criminales nazis, por parte del servicio de inteligencia israelí, Mossad. El alemán era considerado el coordinador de la llamada ‘Solución final’, cuya meta había sido exterminar la población judía de Europa. De los 11 millones que hacían parte de ésta, logró acabar con seis millones, cifra de la que solía jactarse. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Eichmann logró huir y cambió su identidad por la de Ricardo Klement. En 1950, se fue con su familia a Buenos Aires, donde se ganaba la vida como electricista para una fábrica de la Mercedes-Benz. Gracias a datos de algunos informantes, Simon Wiesenthal, conocido como el ‘cazador de nazis’, empezó a sospechar que Klement era Eichmann. Con base en estas pistas, el gobierno israelí envió un equipo secreto a Argentina para verificar si se trataba del antiguo camarada del Führer y, en tal caso, secuestrarlo y llevarlo a Jerusalén, donde sería juzgado. Debido a que el Estado de Israel había sido creado como consecuencia del Holocausto y que prácticamente todos sus habitantes habían perdido familiares en esa tragedia, el gobierno de David Ben Gurion no estaba dispuesto a hacer un pedido de extradición recurriendo a los canales diplomáticos tradicionales. Existía el riesgo de que ese pez gordo se escapara o de que Argentina negara la solicitud. Además, había antecedentes de simpatía del gobierno argentino hacia jerarcas nazis, pues durante la presidencia de Juan Perón, quien no había ocultado su admiración por las potencias fascistas del eje, muchos se habían refugiado allí. Las investigaciones llevaron a los miembros del Mossad a una humilde casa ubicada en la calle Garibaldi, donde vivía Klement. Sin embargo, habían transcurrido 15 años desde la última imagen conocida del nazi, y no querían cometer ninguna equivocación. Por eso empezaron a seguir cada uno de sus pasos desde carros alquilados que cambiaban diariamente para no ponerlo sobre aviso. En una oportunidad, el sospechoso entró a una floristería. Cuando salió, uno de los espías le preguntó a la vendedora a qué había ido ese hombre y esta le respondió que era un cliente que había encargado un arreglo de flores para su esposa que ese día estaba de cumpleaños. La siguiente tarea fue confirmar si coincidía con la fecha de nacimiento de la mujer de Eichmann. Y así fue. El 11 de mayo, cuando acababa de bajarse de un bus, el ex nazi fue capturado por cuatro agentes del Mossad. Durante nueve días, Eichmann, quien confesó ser el que buscaban, permaneció oculto en una locación secreta. El problema entonces era cómo sacarlo de Argentina sin alertar a las autoridades del país. La oportunidad se les presentó el 20 de ese mes, día en que un avión de la aerolínea israelí El Al despegaba del aeropuerto de Ezeiza con una delegación de Israel que había llegado al país gaucho para participar en la celebración del aniversario 150 de la independencia argentina. Los agentes obligaron a Eichmann a firmar un documento en el que constaba que salía del país por su propia voluntad y lo camuflaron entre los pasajeros del vuelo, después de doparlo. El día 23, el gobierno israelí anunció lo que se convertiría en la noticia más importante de la época: el arquitecto del Holocausto había sido aprehendido por el pueblo al que había masacrado. La cancillería no dio mayores detalles y en un principio sugirió que la captura había ocurrido en un país árabe. Sin embargo, varios medios argentinos se encargaron de revelar cómo habían sucedido los hechos. El presidente argentino, Arturo Frondizi, protestó enérgicamente por considerar que se trataba de una violación flagrante a la soberanía de su país. Exigió perentoriamente la devolución del prisionero y. bajo una fuerte presión de los nacionalistas. llevó el caso a la ONU, que condenó a Israel. Una posible ruptura de las relaciones estaba en el ambiente, por lo cual el gobierno israelí negó su participación en los hechos y aseguró que el operativo había sido realizado por voluntarios judíos por iniciativa propia. Ben Gurion tuvo que expresar su “sincero pesar” por la violación de “las leyes de su país”, para que la situación se empezara a calmar. La verdad es que la protesta argentina obedeció más a una formalidad que a una indignación real, pues dado lo que representaba Eichmann en la historia de Israel, pocos le negaban a ese Estado el derecho a juzgarlo en su territorio. El juicio de Eichmann duró varios meses y fue seguido por el mundo entero. Finalmente fue condenado a la horca. Sólo 45 años después, el gobierno de Israel reconoció oficialmente su responsabilidad en la operación.