El 21 de agosto de 1911, el obrero italiano Vicenzo Peruggia pasó a la historia por cometer uno de los crímenes más conocidos en el mundo del arte: el robo de la Mona Lisa. Perguggia, un inmigrante italiano de clase media, se escabulló dentro del Louvre mientras estaba cerrado y tomó el cuadro de da Vinci sin dejar rastro. Tras la notificación del robo dos días más tarde, el museo permaneció cerrado por una semana mientras la policía buscaba pistas que ayudaran a esclarecer el asunto. ‘La Gioconda’ (1503-1506) duró perdida por más de dos años hasta que, el 10 de diciembre de 1913, Peruggia fue atrapado mientras le entregaba la pintura a un anticuario en Florencia. Después del incidente, la pieza se catapultó a la fama. Desde entonces, a diario cientos de turistas confluyen en el pequeño cuarto del Louvre donde, detrás de una barrera y una gruesa caja de vidrio, el retrato de Lisa Gherardini, esposa de Francesco Bartolomeo de Giocondo, les sonríe con picardía. Hoy, 500 años después de haber sido pintada, un grupo de científicos afirma haber descubierto el secreto detrás de su sonrisa. Tras el análisis de ‘La Bella Principessa’ (1495), otra pieza de da Vinci, los investigadores británicos encontraron una serie de pistas sobre cómo el pintor capturó la tímida sonrisa que aparece cuando el espectador observa el cuadro desde un ángulo y desaparece estando frente a él. El equipo cree que, tanto en la Mona Lisa con la Principessa, el efecto fue creado gracias a una técnica llamada sfumato (suave o pálido en español) en la que, a través de un juego de sombras y colores, se crea una ilusión óptica. De este modo, si el espectador observa el sujeto en conjunto, los labios parecen tener una curvatura, pero si se miran por separado, parecen rectos. De forma astuta y sutil, el artista juega en ambas piezas con la visión periférica y directa del espectador, algo que para la época era un adelanto y que da Vinci solía hacer con facilidad.
'La Bella Principessa' El italiano, quien no solo se desempeñó como artista, sino también como científico e inventor, adquirió reconocimiento por utilizar trucos y acertijos en todo lo que hacía. Desde la escritura al revés de sus cuadernos para que no se descubrieran sus secretos hasta los detalles escondidos en cuadros como ‘La última cena’ (1495-1497), da Vinci era un verdadero maestro del engaño. Ahora, con el estudio de estos cuadros, uno de los enigmas que rodearon al hombre durante muchos años finalmente sale a la luz. Para corroborar el experimento, el equipo organizó una serie de pruebas en las que les pedían a un grupo de personas que observaran la Mona Lisa y ‘La Bella Principessa’ desde distintos ángulos y distancias. En otro experimento, los mismos participantes eran presentados con copias digitales de los cuadros que habían sido manipuladas para parecer más borrosas, efecto que asemeja a lo que sucede cuando una persona utiliza la visión periférica. Así, el equipo llegó a la conclusión de que entre más borrosa estuviera la imagen, los sujetos del cuadro parecían más sonrientes. “La boca en La Bella Principessa parece cambiar su curvatura dependiendo tanto de la distancia desde la que se observa como del nivel de nitidez que tiene la versión digital del retrato”, afirmó uno de los integrantes en un artículo publicado por la revista Vision Research. Además, los participantes también afirmaron que ambas mujeres parecían sonreír cuando aumentaba la distancia entre el observador y el cuadro.