“El universo físico se detuvo. Las armas convergían sobre Hladík, pero los hombres que iban a matarlo estaban inmóviles. El brazo del sargento eternizaba un ademán inconcluso. En una baldosa del patio una abeja proyectaba una sombra fija. El viento había cesado, como en un cuadro”. El milagro secreto. Jorge Luis Borges La contemporaneidad ha tratado de abordar el tiempo construyendo medidas precisas que determinan desde los contratos laborales hasta la definición de eficiencia. Hoy, empresas como Amazon usan dispositivos como el Motorola WT 4000 que mide el número de órdenes recibidas y la eficacia de los trabajadores para despacharlas, enviando notificaciones cuando se están demorando más de lo que deben. Pero, ¿qué sabemos con certeza del tiempo? Once artistas buscan responder esa pregunta desde sus experiencias personales. El tiempo se define aquí a través de la multiplicidad de significados que le da cada uno de ellos. Un tiempo que se aleja de la definición impuesta por la sociedad y se compone a partir de experiencias, reflexiones y poéticas personales del artista.  

La obra de Eulalia de Valdenebro, Gnomon (2012), cuestiona la construcción contemporánea del tiempo contraponiéndola a una forma precaria de medirlo, como el reloj solar. La artista pinta con tinta la  sombra que deja una flor sobre una piedra durante cuatro días y graba cada una de las intervenciones. El registro de la tinta sobre la piedra revela la irregularidad de la situación que se ve afectada por la cantidad de sol, las nubes e incluso la vida de la flor que se marchita con el transcurrir del video. En este caso se representa un pasar del tiempo inexacto y cambiante muy distinto al que marca todos los días el reloj que mide la contemporaneidad. Sin importar la situación siempre marca las 12:00 a la misma hora y de la misma manera. 

La fotografía de Álvaro Barrios, El artista como médium (1974)*, en la que a través de prácticas espiritistas se acerca a un proceso creativo, plantea una pregunta no solo del tiempo sino también del espacio. En una entrevista con María Isabel Rueda, Barrios dijo: “En esos trabajos míos había una atmósfera cósmica, una serie de códigos y mensajes de ignota procedencia, que tenían que ver con la idea del infinito, con la comunicación con otras dimensiones, de manera que siempre vi esas obras como canales o autopistas a lo desconocido. Hasta el punto que, cuando las observo después de muchos años, tengo la impresión de que han sido hechas por otra persona”. Aquí la pregunta es por un tiempo que transciende toda dimensión racional; un tiempo que pone en duda el espacio y el sujeto que parece ser cambiante dentro de ese trance espiritista. La escultura de Paula Niño, En el reencuentro no hay espacio ni tiempo fuera del límite del propio universo, pero este transcurrió, así es y así se llama (2012), cuenta la historia de personas que murieron solas en Berlín y que como nadie reclama sus pertenencias, una empresa se encarga de recogerlas. La artista usa las almohadas de estas personas para hacer una escultura con cemento y reconstruir un reencuentro que nunca sucedió. Niño dice: “En el momento de morir la persona agonizante revive su vida y se encuentra con sus familiares ya fallecidos para que la acompañen durante el último suspiro. Cada una de estas almohadas se comporta de forma individual como un personaje, a veces es más fuerte que su entorno. Es el monumento de un artefacto aparentemente irrelevante que toma un nuevo lugar y forma”. Los momentos antes de la muerte aceleran el paso del tiempo y como lo representa Niño se altera la temporalidad pues en un instante pasan mil.  

Del desespero (2010) es un diario en el que Rafael Díaz colecciona un pelo de su cabeza cada día. La temporalidad se marca por el cambio en el pelo del artista. El tiempo no pasa en segundos y minutos sino en el cambio del largo del pelo o del color.  Para Díaz “los días, las horas, los años, los minutos, segundos etc. son unidades que pretenden estandarizar nuestra relación con el tiempo. Nuestro cabello puede ser el ejemplo más visible del paso del tiempo en nuestro cuerpo: a medida que pasan los días el cabello crece y la distancia entre la raíz y la punta se hace más larga. El ritmo del crecimiento del cabello depende de diferentes factores, pero tiende a ser un crecimiento constante. Sin embargo no deja de sorprenderme como hay días que parecen mucho más cortos o más largos que otro. También sucede con los minutos, los segundos, los años y meses, como si el tiempo tuviera la capacidad de estirarse o comprimirse de acuerdo a nuestra experiencia”.  

Esta muestra, que incluye la obra de siete artistas más (Daniel Santiago Salguero, François Bucher, Lina López, Lake Verea, Laura Trujillo, Magnus Monfeldt, María Isabel Rueda y Víctor Robledo), busca presentar reflexiones artísticas sobre el tiempo: algo que pretendemos controlar pero que en algunos casos nos somete y nos domina como dice María Wills, una de las curadoras de la exposición. Como Jaromir Hladík, el protagonista del cuento de Borges que detiene el tiempo antes de que lo fusilen, estos artistas intentan deconstruir la temporalidad como la conocemos: la detienen, la extienden, la transforman y la alejan de la realidad contemporánea. La exposición estará abrierta hasta el 4 de junio de 2015 en la galería Instituto de Visión y el cierre será en la Noche de galerías.