Si a través del arte usted pudiera dar a conocer un país y su historia, ¿qué obras mostraría? ¿Escogería pintura o escultura? O tal vez la fotografía sea la mejor manera, pero ¿cuántas piezas exhibiría? ¿De qué forma?

México: identidad fantástica, obras maestras del siglo XX. Colección FEMSA, que se expone en el Museo de Arte Moderno de Medellín (MAMM) hasta el 12 de noviembre, condensa y muestra la historia del México del siglo XX a partir uno de los acontecimientos más importantes para la historia del continente, la Revolución Mexicana en 1910, hasta los años sesenta y setenta.

La exposición, curada por la mexicana Emma García Krinsky, expone 73 obras –muchas de ellas patrimonio de la nación mexicana– en siete núcleos: “De la experiencia europea a la Escuela Mexicana de Pintura”; “Paisaje y territorio”; “Otra ruta: las vanguardias”; “Arte fantástico y surrealismo”; “La llegada del surrealismo europeo”; “Nuevas tendencias de las artes plásticas mexicanas: la Ruptura”; y “Retrato”.

Agustín Lazo, ‘Los remedios‘ (1930). Foto: cortesía Colección FEMSA.

Presentada por primera vez en Filipinas en 2014, y tras haber recorrido cinco países, la exposición llega a Medellín en el marco del año Colombia-México para celebrar los quince años de Coca-Cola FEMSA en el país y los 40 años del MAMM. Como lo explica Rosa María García, directora de la Colección, se trata además de una exposición doble, pues no solo exhibe obras de los artistas escogidos, sino también fotografías de ellos.

Le puede interesar: Infografía: Los 40 momentos del MAMM

Y es que la colección FEMSA no solo cuenta con más de 1250 obras de arte latinoamericano de grandes maestros –siendo una de las más grandes Suramérica–: desde hace cerca de siete años cuenta también con una gran archivo fotográfico.

El recorrido

La muestra comienza con un recorrido por la Escuela Mexicana de Pintura, un movimiento paralelo al muralismo, que mostró justamente las nuevas exploraciones temáticas de la plástica mexicana tras el fin de la Revolución en 1920. Para García Krinsky, la búsqueda de los artistas en el periodo posterior a la revolución era “una cultura propia basada en el arte prehispánico, el arte popular, todo lo que es lo nuestro, que es fundamental. Ya no era el arte europeizante, sino un arte plenamente nacional basado en nuestras propias raíces”. Estas búsquedas fueron motivadas por José Vasconcelos, secretario de Educación Pública de ese entonces, quien, ante la necesidad de educar a un país que en su mayoría era analfabeta, quería llevar la historia de México a la masas. La forma más sencilla de hacerlo, pensaba él, era a través del arte.

Ese llamado de Vasconcelos fue un parteaguas en la historia del arte en México y fue en últimas lo que logró consolidar la Escuela Mexicana de Pintura y el muralismo, que en palabras de García Krinsky es el movimiento pictórico mexicano más importante del siglo XX. El muralismo ya había comenzado en México con el Dr. Atl, uno de los más grandes paisajistas, cuyo esfuerzo por pintar murales se vio truncado precisamente por la Revolución Mexicana.

Con el fin de la Revolución, los muros de la Escuela Preparatoria Nacional en Ciudad de México se les entregan a Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco quienes no solo fueron los muralistas más destacados de la historia de México –Rivera pintó incluso el Palacio Nacional–, sino que eran ciudadanos activamente políticos que buscaban dar un mensaje ideológico a través de su pintura.

“El muralismo es la historia de México, la historia de los héroes, los no/héroes, de los indígenas, del sufrimiento, de la conquista, la llegada de los españoles, la colonia, la independencia, todo está plasmado ahí en los murales y desde luego es un mensaje directísimo para la población que llega a los edificio públicos”, agrega García Krinsky.

Le puede interesar: Cinco murales para recordar a Diego Rivera

De México a Colombia

Luego de la Revolución, fueron varios los artistas que se sintieron atraídos por lo que estaba pasando en México, y contaron con una suerte de actitud de mecenazgo por parte del gobierno, algo sui generis en Latinoamérica en ese entonces. Así, mientras los efectos de la Revolución se iban conociendo en el mundo y la plástica mexicana se desarrollaba de forma vertiginosa, algunos artistas colombianos decidieron viajar y conocer de primera mano qué era lo que está pasando en ese país. Con Pedro Nel Gómez, Leo Matiz, Leonel Góngora comenzó un intercambio con los grandes artistas mexicanos: Rivera, Siqueiros, Frida Kahlo, entre otros.

García Krinsky agrega que no solamente fueron a conocer lo que pasaba en México, sino que terminaron quedándose. “Leo Matiz, por ejemplo, todo lo sacó de México, recibió la influencia y la fue adaptando a sus realidades y al contexto político, social y cultural de Colombia”. Aunque Matiz fue relevante para el desarrollo de la fotografía en América, la muestra que se expone en el MAMM no cuenta con obras de él, pero sí de Manuel Álvarez Bravo y Lola Álvarez Bravo, los grandes fotógrafos de México en ese entonces.

Posteriormente a la llegada de Pedro Nel y Matiz, también llegó a México Fernando Botero, quien en sus inicios se vio influenciado enormemente por la obra de los mexicanos.

Este fenómeno entre México y Colombia se dio, en palabras de Rosa María Rodríguez, porque “México siempre ha estado muy unido a Latinoamérica en todos los sentidos; o sea, sí tenemos muchas diferencias pero hay una cuestión de unidad en general con todo el continente. Los artistas latinoamericanos siempre han estado comunicados en diferentes momentos de la historia del siglo XX”.

La ruptura

La exposición explora primordialmente la variedad de temas que se trabajaron y las diversas escuelas que se desarrollaron en México en la primera mitad de siglo, y está organizada de manera que el espectador pueda entender el universo de la producción artística mexicana con obras de Rivera, Orozco, Siqueiros y Kahlo y de artistas que, aunque conocidos en México, no lo son tanto por fuera: Olga Acosta, Juan O’Gorman, el Dr Atl y Carlos Mérida son algunos de ellos.

Lilia Carrillo, ‘Composición‘ (1964). Foto: cortesía Colección FEMSA.

Y sin embargo, cronológicamente hablando termina con un núcleo, “La Ruptura”, que abarca a una generación de artistas que decidió romper con los cánones que dictaban los muralistas. Así nació, entonces, un arte más abstracto que miraba hacia el mundo exterior, y del que esta muestra nos presenta tan solo un abrebocas. ¿Tal vez podamos esperar una segunda parte de la muestra, una continuación?

Le puede interesar: El lenguaje como posibilidad